sábado, 29 de noviembre de 2014

LA BENEFICIOSA CERCANÍA DE UN SER DE LEJANÍAS

Dicen que se publicará un día de estos...




LA BENEFICIOSA CERCANÍA DE UN SER DE LEJANÍAS

Antonio J. Quesada

“El hombre es un ser de lejanías”, aseveró Heidegger por alguna parte. Y, si lo aseguraba Heidegger, sus razones tendría, pues de eso de pensar sabía lo suyo. El contradictorio y magistral Heidegger, capaz de deslumbrar al mundo de las ideas allí donde hubiese alguna idea por moldear y, a la vez, de ser un caganer metafísico en el pesebre del nacionalsocialismo alemán: Sartre era hipnotizado por sus textos mientras vegetaba en un campo de prisioneros alemán mientras Heidegger seducía con sus ideas desde Friburgo, en tiempos de muchas camisas pardas y de pocas (y malas) ideas.
“El hombre es un ser de lejanías”, por tanto. “Un ser de lejanías” tituló Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral” a uno de sus más líricos libros en prosa. Bellísima prosa que nada tiene que envidiar en sus virtudes a su inmortal “Mortal y rosa”, por ejemplo. A medio camino de casi todo lo que él hacía (prosa lírica de elevadísimo nivel, crónica de sociedad como si de un Proust castizo se tratase, memorias-autoficción, legítima e ilegítima defensa literaria, novela de época, etc.), y qué más dará, el libro proporciona esa “orgía perpetua” que demandara Flaubert. Al menos a mí.
A Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral” le tengo muy leído. De Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral” tengo muchas cosas en casa. De Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral” he leído mucho más de lo que tengo en casa (escribió tanto, y tan bueno, que no es fácil tenerle completo). A Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral” le agradezco todo lo que me dio, fuese el género que fuese, pues tenía esa varita mágica de los grandes que convierte en Literatura todo lo que toca: desde un atardecer lluvioso a la peluca de Carrillo, pasando por la mirada de Carmen Díaz de Rivera, el color verde del rostro de Pérez Galdós o el acento de Lola Flores, y demorándose, por el camino, en el pubis de alguna muchacha en flor que frecuentara su presunta buhardilla, en la elegancia de alguna niña bien de Calle Serrano o en el color de las chanclas de alguna colega algo rojilla con la que fumara algún porro en la Casa de Campo durante algún año indeterminado entre el 0 y el 2000. Tocado por su varita mágica, todo se tornaba literario en cuanto lo rozaba Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral”. Incluso las injusticias y la mala leche, en su caso, eran literarias: basta releer su “Diccionario de Literatura” para comprobar cómo despacha a más de uno insuperable e injustamente (los lletraferits releemos y subrayamos con pasión, también, “Las palabras de la tribu”; inevitable). Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral” era un género en sí mismo. Como Manuel Vázquez Montalbán.
Mis libros de Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral”, los míos propios, están tan subrayados que podría releer lo subrayado durante bastante tiempo. Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral” era un genio del estilo. El otro día, en un curso con profesores, cité aquello que aseguraba de que “al autoplagio llaman estilo”, y sonó como a provocación. Será que los profesores de universidad somos muy provocables.
Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral” me sigue dando la carnaza literaria que demando a un creador, en tiempos de opinadores canónicos, ortodoxos excesivamente ortodoxos y heterodoxos sorprendentemente ortodoxos en su heterodoxia. Tiempos de correcciones políticas en ocasiones incorrectas. Tiempos que incitan al silencio, por aburrimiento. Para mí Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral” seguirá siendo siempre joven. Los genios no tienen edad.
Y ahora me van a disculpar, pero vuelvo a meter la nariz en “Un ser de lejanías”. Así, además de disfrutar con el Maestro, olvido lo que me rodea. No es poco: pocos pueden darme tanto. Gracias, Francisco Umbral/Paco Umbral/“Pacumbral”. Maestro.

sábado, 22 de noviembre de 2014

DENTRO DE MÍ

"Podemos" sigue dando trabajo a casi todos los que comen de la cosa esa de opinar por escrito, de viva voz o en la barra de los bares de aquí y de allá. A favor y en contra, burla burlando, sale el trabajo casi solo: cinco gramitos de ciencia política, cinco gramitos de mejor o peor hacer literario, toneladas de mala leche y prejuicio, sean del tipo que sean, y a la thermomix. Sírvase mejor frío, que la venganza sabe mejor así, según aseguran los vengativos.
Incluso los escépticos hacia todo tipo de ideas e intuiciones, sean religiosas, políticas o gastronómicas (las más serias que conozco), nos vemos arrastrados a decir, dejar de decir, sugerir, dejar de sugerir, justificar(nos) o no con la cosa de estos profes de la Complu. Un lio, cuando lo que quisiera uno es releer una y mil veces "Donde habite el olvido", aquel memorable poema con el que el gran Luis Cernuda abría el poemario del mismo título. Por cierto, allí tendríamos que ir más de uno, "donde habite el olvido", y haríamos un gran favor a la sociedad en su conjunto.
Esto viene a cuento de que releía mis cosillas en verso, y recuerdo haber incluido en "Poesía a instancia de parte" (2005) un poema que, releido ahora, me hace gracia, pues si tuviese el ego especialmente inflamado podría pensar que es como entrever lo que podía llegar con el tiempo. Pero como no me gusta presentarme ni como adivino del pasado ni como vocero del futuro, pues no soy tan importante (yo soy simplemente un tipo que está de paso y que lee y escribe cosillas, mejores o peores), pues no lo digo. Tampoco sería verdad. Además, intento preocuparme más por el presente, que es donde paso mi tiempo.
En cualquier caso incluyo el poema, por si alguien puede pasar un buen rato con él.
Feliz sábado.

“Soy mi huésped / a qué negarlo / pero
a veces también soy / un extraño de mí”
(Mario Benedetti, “Soy mi huésped”, de “La vida ese paréntesis”)


Dentro de mí

¡Qué gran complejidad!
Habita dentro de mí un Parlamento entero,
con su izquierda combativa,
su derecha reaccionaria
e, incluso,
su centro,
que viene o que va, pero siempre poquito y con timidez.
Incluso hay algún extraño
que mira con cara de estar de vuelta de todo.
Y me observa atentamente,
dándose cuenta del gran engaño.

domingo, 16 de noviembre de 2014

LA AUTOESTOPISTA DE LA CURVA

Alguna vez escribí un divertimento sobre la "chica de la curva", será que la echaba de menos. En el texto jugaba con temas que me resultaban especialmente gratos: la creación, el (des)interés por lo sobrenatural, las (más)caras, Sicilia e Italia... Se publicó en una fugaz revista que dirigí, "Pandémica o Zeleste".
Creo que el texto es entretenido, e incluso la Wikipedia (la Britannica de los tiempos que corren), se hace eco del mismo en su entrada sobre la autoestopista fantasma (http://es.wikipedia.org/wiki/Autoestopista_fantasma). Una wiki-posteridad a mi alcance, ¡qué bravo! 
Abrazos.


LA AUTOESTOPISTA RUBIA CON MARCADO ACENTO ITALIANO

Antonio J. Quesada

A quella siciliana carina che parlava benissimo lo spagnolo

No recuerdo cuándo apareció con exactitud, pero lo que sí puedo asegurar es que fue muy tarde y antes de llegar a X.
No se me olvidará nunca: volvía yo de una lectura en la ciudad y todavía iba dándole vueltas a los engolados comentarios de aquel profesor jubilado de Literatura (y poeta, según asegura él), ese soberbio pedante que siempre está hablando desde su púlpito o desde su cátedra, que algo parecido vienen a ser. Otro poeta bajo palabra de honor que ha estudiado a todos los poetas y es capaz de decirlo todo sobre cada uno de ellos y sobre la poesía universal. Lo saben todo sobre la poesía, menos escribirla.
Fue entonces cuando apareció ella. Rubia, muy bella y vestida de blanco, hacía auto-stop.


- Lo que yo te diga, chico: si no me hubiese sucedido a mí, yo no me creo nada de esto.
- Es que es muy fuerte, y como con todo eso de las apariciones hay tanto trapicheo…
- Por eso te digo. Siempre lo mismo. ¿Por qué siempre se aparece la Virgen al más sinvergüenza del lugar? ¿No te parece sospechoso eso? ¿Por qué nunca se aparece la Virgen a un Registrador de la Propiedad, por ejemplo? ¿O a Manolo, el dueño de este bar que hoy nos acoge, que es un alma cándida?
- Je, je, je, je, sí que es cierto, sí.
- Pero en fin, si esto de la italiana me sucedió a mí, debe ser que fue cierto. Me lo tendré que tragar. Por coherencia, por lo menos: ¿no te parece?


- Por lo que me cuenta, amigo, ya sé por dónde van a ir sus tiros, no me diga más: otra vez la autoestopista rubia –el compañero de la mesa de al lado sonríe, mientras sigue la conversación disimuladamente, como leyendo un papel.
- Ah, pero,… ¿es conocida?
- ¿Conocida? No se imagina. Incluso a los cretinos de la tele hemos tenido por aquí dando por saco con la dichosa autoestopista rubia.
- Como si no hubiera más temas por resolver, ¿verdad? –se incorpora a la conversación el funcionario de la mesa de al lado, intentando aportar pretendida sensatez-.
- Pero por mí no se preocupe, que yo le tomo declaración, para eso estamos. Eso sí, permítame un pequeño juego –comenta, algo burlón.


- Enciendo la grabadora y empezamos, ¿le parece?
- Perfecto, pero quiero que se amolde a la realidad en la publicación: no malee luego lo que le digo, ¿de acuerdo?
- ¿Por quién me toma? Yo soy un profesional, y mi revista es una revista seria… -comenta el periodista, con gesto de dignidad herida-. Sobre ocultismo, pero seria. No como otras que circulan por ahí.
- Nunca dudé de su seriedad, querido amigo. Yo, ya, cada vez dudo de menos cosas, a estas alturas de mi vida. Sólo se lo digo, como casi todo lo que digo en la vida, por si acaso.


- Menuda chufla tenían en el cuartelillo… Antes de que yo abriera la boca ya conocían la historia de la rubia al completo.
- ¡No me digas!
- Vamos, que estaba yo descubriendo la tortilla de patatas con la dichosa autoestopista rubia… ¡Yo, que creía tener una historia novedosa entre manos!
- ¡Ay! ¡Una historia novedosa entre manos! ¡Cómo sois los literatos! ¡Ja, ja, ja, ja!
- ¡Ay! ¡Cómo somos los literatos! Ya, pero… ¡cómo sois, también, los críticos literarios! ¡Ja, ja, ja, ja!
Brindan nuevamente. Y ya iban unas cuantas veces.


- Iba usted por la carretera comarcal, camino de X. Justo antes de llegar al cruce ve a una muchacha rubia, muy guapa, que hacía auto-stop.
- Va bien, agente –el otro agente sigue asistiendo, atento, a la heterodoxa declaración-. Siga así.
- Entonces, por no se sabe qué razones, en las que no entraré (cada cual tiene las suyas propias, y la intimidad es el último refugio que nos queda en la vida), decide recogerla. Ella sube, da las buenas noches y agradece su hospitalidad y gentileza.
- Efectivamente.
- Usted le pregunta que a dónde va, y ella dice que a X. Usted se ofrece para llevarla y ella se lo agradece nuevamente.
- Así es.
- Ella es bellísima.
- Efectivamente.
- Y habla muy bien castellano, pero tiene un evidente acento de fuera.
- Sí, así es.
- Un acento como italiano.
- Como italiano, sí. Efectivamente: un acento como italiano.


- ¿Le interesa a usted el mundo de lo desconocido? Se lo pregunto porque en su obra literaria tampoco aparecen excesivamente este tipo de cuestiones.
- No, reconozco que no me interesa demasiado. Hombre, uno ha leído su Poe, su Cortázar, su Lovecraft, sus cositas, pero… reconozco que no me ha interesado mucho, la verdad. Aunque es distinto cuando se vive este tipo de fenómenos, claro. Entonces no puedes ignorarlos así como así.
- ¿Y nuestra revista, la lee?
- Me gusta mirarla. Aunque reconozco que no es mi tipo de lectura predilecta, la leo bastante más de lo que pudiera usted imaginar –nobleza obliga, piensa el entrevistado y, posiblemente, el entrevistador-. Sin embargo, después de esta experiencia, creo que debo replantearme algunas conductas e ideas. Tendré que visitar más su hemeroteca.
El periodista sonríe, como con expresión de triunfo. Esto, claro, no lo recogerá la grabadora.


- Pues deja eso y coge al periodista. Lo que me faltaba a mí era, ahora, meterme en estos jardines.
- Ya me imagino, con lo que tú has sido siempre con estas cosas… -bebe otro sorbo de cerveza.
- Pues sí, imagínate, después de escribir aquello de "A la mierda con el espíritu del crematorio", salir en una revista como esa. Pero no veas el tirón que tienen estos tipos, a la de gente que llegan, ¿eh?
- Sí, la verdad es que ser un poeta metido en faenas paranormales te puede venir bien para ser todavía más conocido.
- Me pesa decirlo, y más después de algunas de las cosas que he escrito, pero por eso lo he hecho. Si hay gente que consume esa porquería, no es culpa mía: les daré porquería, pero de cierta calidad, que huela mejor. Ya que la vida es así, intentaré ser posibilista…
- … y sacar, también, tu tajada –le interrumpe.
- Je, je, je, je. Por qué no. A lo mejor en el próximo número de la revista los temas-estrella son un templario negro que desde el Más Allá sodomiza a sus jefes en Tierra Santa, los fantasmas de no sé qué caserón ruinoso de no sé qué pueblo perdido de Castilla y León, que pasean cadenas, las psicofonías en el cementerio de Dios sabe dónde y…
- … y el poeta que recogió a la autoestopista rubia con acento italiano –interrumpe-. Ja, ja, ja, ja.
- Ja, ja, ja, ja. Efectivamente: el poeta que recogió a la autoestopista rubia con acento italiano –reflexiona y matiza-. Te corrijo: con marcado acento italiano. Suena mejor –mira hacia el infinito-. Anda, que lo que nos toca hacer en la vida… Somos verdaderamente titiriteros del día a día, ¿no te parece?


- Ella comienza a contarle que es originaria de Sicilia, aunque habla muy bien español, porque lleva aquí varios años.
- Sí –sorprendido-. Efectivamente.
- Y aquí me falla un poco el guión, porque cada vez que hablo con alguien, dependiendo de quién sea el protagonista, en este momento cambia el tema. Ésta es la parte de libre creación. Sabiendo que usted es poeta o algo así, seguro que habló algo de literatura con ella, ¿me equivoco?
- No: comenté alguna cosa de Sciascia, de Brancati, de Vittorini y, creo, que incluso de Pirandello.
- Me lo temía. Previsible. Da igual: ella escucha el discurso de turno pero no contesta, sigue a su rollo en todo momento. Después de su comentario, ella seguro que le dijo algo así como que lo más interesante que tenían en Sicilia, para ella, era la familiaridad entre vivos y muertos.
- ¡Coño! Perdón… ¿tiene el vídeo de mi conversación, acaso?
- Algo así. En fin… lo de siempre. Que si el muerto vivo que se aparece en sueños y predice el número que saldrá en la lotería, que si al moribundo se le informa de su condición, pues los vecinos le pedirán que salude a sus familiares muertos (a ver qué recuerde…, sí: uno, incluso, pidió que le escribieran los mensajes, "porque si no, me olvido"), que si las personas iban a los nichos a echarse con naturalidad, para comprobar que después de muertas estarían cómodas…
- Parece que usted hubiera estado allí, agente.
- No sabe la de veces que he estado allí. No lo sabe usted bien.


- ¿No encontró en ella ningún rasgo que le hiciera pensar que podía estar en contacto con un ser procedente del Más Allá?
- Le confieso que no. Como le dije, leo su revista muy de tarde en tarde, aunque no tan poco como usted piensa, pero nunca pude imaginarlo.
- Otros testimonios anteriores coinciden en que la autoestopista es rubia y bellísima.
- Efectivamente, con unos rasgos muy dulces.
- Y viste de blanco.
- Sí, un vestido blanco vaporoso. Muy bello.
- ¿Andaba descalza?
- Pues no lo sé, fíjese: los pies no están entre las partes de la mujer que suelo mirar. Quizás debiera hacerlo más.
- Para gustos hay colores…
- Y el marcado acento italiano.
- Eso sí, también.
- Sicilia. Dove le credenze e le superstizioni sono molte, me dijo la susodicha.
- Parla Lei italiano?
- Un po’, ma non troppo. Ho letto in italiano buoni libri. Pero no sé lo suficiente como para distinguir acentos del norte, del sur o de donde sean.
- Vaya, es usted una caja de sorpresas.
- Grazie, gentilissimo.


- Pero cuando yo ya aluciné en colores (¿no lo dicen así ahora los jóvenes?; los jóvenes dirán, ya, cosas peores), es cuando me contó lo del dos de noviembre.
- ¿El dos de noviembre? ¿Qué pasa el dos de noviembre?
- Según parece, existe una creencia siciliana según la cual los muertos traían regalos a los niños cada dos de noviembre. Muñecos de azúcar y otras cosas. Por eso, los niños escribían una carta a su querido muerto para el dos de noviembre. Como si fueran los Reyes Magos, vaya.
- ¡Hay que joderse! –y bebe un trago de cerveza-. O sea, que mientras tú le mirabas las piernas, ella repasó la historia sobrenatural de Sicilia.
- Más o menos. Hazte una idea de la escena.
- Oye, una duda… Y si la Iglesia católica es tan fuerte en Sicilia, ¿cómo permitía todas esas prácticas?
- La Iglesia tiene dos mil años, por algo será. Las personas morirán, los Estados morirán, pero la Iglesia siempre estará viva. Que no se te olvide nunca. Como los corchos, flota en todas las aguas.
- Menos mal que nos queda la cerveza, para hacer más a gusto el camino –comenta, mirando el botellín del que bebía directamente.


- Entonces se acercaron a la curva y ella dijo literalmente, a ver… -fija la atención en el papel que lee desde el principio-: "Attenzione, que en la próxima curva me maté".
- Sí. Entonces yo miré hacia ella y…
- … ella ya había desaparecido –interrumpe el policía-. Como evaporada.
- Efectivamente. Pese al cinturón de seguridad, pese a que la puerta estuvo siempre cerrada y… -se ve interrumpido.
- … Y pese a todo. Ciao, bella!
- Más o menos…
- Pero qué previsible es la vida… -mira al otro agente, visiblemente cansado.


- En su relato "Mi casa es mi castillo" presenta a unos personajes que vienen del Más Allá y que tienen contacto con personas de carne y hueso. Pero es algo extraño en sus escritos, ¿verdad?
- Sí, efectivamente. No es muy normal en mis textos, no.
- A partir de ahora, ¿lo será algo más?
- No lo sé, pero seguramente sí.
- ¿Piensa escribir algo sobre este asunto que ha vivido?
- No lo sé, pero teniendo en cuenta el lazo de cariño que está naciendo entre su revista y yo, serán ustedes los primeros en enterarse.


- En serio… ¿tú te crees todo esto? ¿De verdad?
- Psssss. Para serte sincero, no me queda más remedio que creerlo, ¿no te parece? –dirige su mirada hacia la barra-. ¡Manolo, dos más, por favor!


- Detuvo el vehículo justo antes de llegar a la curva (pasaremos por alto este detalle, no se preocupe), salió de él, miró para todas partes, pero… ya ella no estaba.
- Efectivamente.
- Una curva peligrosa, ¿verdad?
- No sabía yo hasta qué punto.
- Bien. Pues, entonces, listo. ¿Quiere leer su declaración?
- No hace falta, agente, me fío de usted. Tiene cara de buena persona.


- ¿Algún consejo final para nuestros lectores?
- Bueno, que el hecho de que yo no crea todavía en el Más Allá no quiere decir que el Más Allá no exista. Y esto de la autoestopista rubia con marcado acento italiano que he vivido me obligará a replantearme algunas cuestiones. Sin duda.
- Lo celebro.
Y apaga la grabadora.


No recuerdo cuándo apareció con exactitud, pero lo que sí puedo asegurar es que fue muy tarde y antes de llegar a X.
No se me olvidará nunca: volvía yo de una lectura en la ciudad y todavía iba dándole vueltas a los engolados comentarios de aquel profesor jubilado de Literatura (y poeta, según asegura él), ese soberbio pedante que siempre está hablando desde su púlpito o desde su cátedra, que algo parecido vienen a ser. Otro poeta bajo palabra de honor que ha estudiado a todos los poetas y es capaz de decirlo todo sobre cada uno de ellos y sobre la poesía universal. Lo saben todo sobre la poesía, menos escribirla.
Fue entonces cuando apareció ella. Rubia, muy bella y vestida de blanco, hacía auto-stop.
Poco después disfrutaría de su castellano con marcado acento italiano.

sábado, 8 de noviembre de 2014

"PODEMOS" Y EL "GUERNICA" DE PICASSO

Envié este arrebato columnístico a un Diario malagueño hace ya cierto tiempo, varias lunas, quizás. Pero entre que se publica, que no se publica o que todo-lo-contrario-pase-y-mire-este-muestrario, cada una de estas posturas sostenida sobre sólidas justificaciones literario-periodísticas, decido incluirlo en mi blog.
Porque te quiero, Antonio, y tienes mis exclusivas, pues te miro como a nadie. Porque eres mi lector más inmediato. Porque qué haría yo sin ti. En fin, no es que me adore (me miro al espejo por las mañanas y medito sobre mi día antes de dormir), pero... llevo ya tantos años conmigo a cuestas que he llegado a tomarme cierto cariño. Me regalo la exclusiva, por tanto.
Por cierto, si lo leen en papel en alguna cafetería (no importa que lo manchen de café o chocolate: estas cosas suelen ser papel mojado desde el principio), les ruego que me den noticia de que se publicó.


“PODEMOS” Y EL “GUERNICA” DE PICASSO

Antonio J. Quesada

Me pregunta un amigo que yo qué opino de “Podemos”. Un amigo indiscreto, no cabe duda, pero ante todo negligente: como buen amigo, sabe que el último político que me interesó fue André Malraux, y no por sus virtudes políticas, precisamente (bueno, también me interesó bastante su equivalente español, Jorge Semprún, “ex-Federico Sánchez”).
Me pregunta mi amigo por este tema, que se ve que importa mucho a la gente y a los opinadores profesionales en estos días, y no sé qué decirle. Cuando pongo a trabajar el sucedáneo de cerebro que debo tener por algún recoveco de la cabeza me viene a la mente aquella conocida anécdota atribuida a Pablo Picasso, sucedida durante la ocupación alemana de París. Dicen que fue citado por la Gestapo y, en comisaría, le enseñaron una reproducción del inmortal “Guernica”. “Esto lo ha hecho usted”, espetaron con modos cuarteleros, a lo que el genio franco-catalán de la Plaza de la Merced (que siempre tuvo mucho de gitano del barrio de Lagunillas, una de esas cosas maravillosas que se pueden ser en la vida), respondió “no, eso lo han hecho ustedes”. Sublime, aunque autores revisionistas pongan en duda esa autoría del bombardeo: Guernica fue bombardeada por los propios habitantes, algo que tiene toda la lógica del mundo, mientras los alemanes, que estaban como de Erasmus en las trincheras, cantaban Lili Marleen y se comían con la mirada a los sucedáneos de Carmen de España que encontraban a su paso (que era esa que tenían delante, “y no la de Mérimée / y no la de Mérimée”). Ni esa puesta en duda de los piomoas y otros mariachis hace perder calidad literaria a la anécdota.
“Podemos” aparece en el firmamento político ante la podredumbre y la esclerosis política de los partidos y prohombres de todas las tendencias canónicas habidas y por haber, y ahí hace fortuna clarísima. Tiene campo, además: los políticos canónicos creyeron que todo este monte era orégano y, además, que en el monte de al lado también era suyo el orégano. La irrupción de “Podemos” me parece positiva: que las grandes cabezas canónicas se pongan las pilas, si es que hay grandes cabezas, si es que interesa y si es que quedan pilas por alguna parte. Cuando nació UPyD sucedió algo parecido, con la diferencia de que UPyD te permite además el milagro metafísico de ser de derechas, de centro y de izquierdas a la vez. Vamos, lo que en música podría ser escuchar con placer a José Luis Perales, Extremoduro, Julio Iglesias, Kortatu y Aznavour sin solución de continuidad y no morir por el camino. “Podemos” no necesita hacer campaña: si yo fuese Pablo Iglesias, algo que no entra en mis planes al menos a corto plazo, durante la campaña electoral compraría una botella de Grand Marnier (hoy se encuentra incluso en los supermercados, a menos de veintidós euros) y me sentaría a que PP-PSOE-IU y demás sectas del lugar dijeran sus cositas en los aquelarres mitineros de costumbre, mientras yo degusto el néctar escuchando a Pachelbel y mirando al mar (algunos de los mayores placeres que conozco). Así, además, evito tener que prometer cosas que son difícilmente realizables, y dejo que los prohombres se hundan en su propio fango.  Es lo que, desde la campaña napoleónica de Rusia, y sobre todo desde “Guerra y Paz”, se ha conocido como táctica Kutúzov: dejar que el enemigo se derrote solo, dejar que se adentre en el territorio de la Santa Rusia, que ya el frío lo devorará sin tener que pegar nosotros un tiro. Jamás hay verdugo más realizado que el que logra que quien va a ser ahorcado se anude la soga él mismo.
Y se lo están poniendo tan fácil… Que espabilen, o estos profesores de la Complu les comen la merienda.
Me pregunta un amigo que yo qué opino de “Podemos”. Un amigo indiscreto, no cabe duda, pero ante todo negligente: como buen amigo, sabe que el último político que me interesó fue André Malraux, y no por sus virtudes políticas, precisamente (bueno, también me interesó bastante su equivalente español, Jorge Semprún, “ex-Federico Sánchez”).
Me pregunta mi amigo por este tema, que se ve que importa mucho a la gente y a los opinadores profesionales en estos días, y no sé qué decirle. Y por eso me pongo a escribir un texto que titulo “”Podemos” y el “Guernica” de Picasso”.