sábado, 29 de abril de 2017

EL PROFESOR DE DERECHO CIVIL FUE ASESINADO AL ATARDECER

En mi santa casa, la UMA, organizan un Premio Literario en el que los relatos tienen que unir Ciencia y Literatura. He participado en un par de ocasiones, obviamente sin suerte.
Pero de uno de los relatos que escribí estoy especialmente satisfecho: un relato titulado "El profesor de Derecho civil fue asesinado al atardecer".
En el relato vertebro una trama creativa y, a la vez, juego con mi tema de tesis doctoral (para que ningún profesor de Derecho civil pueda pensar que le estoy matando en mi cuento, mejor me mato a mí mismo y terminamos antes). Mi tema de tesis doctoral es algo tan sesudo como las sociedades civiles sin personalidad jurídica en el Derecho español: comprenderán ahora por qué, literariamente hablando, intento buscar la belleza desde la sencillez y desde unos textos tan alejados, en general, de los tecnicismos y de los eruditos párrafos cargados de notas a pie de página, bibliografía y jurisprudencia. Vivo de escribir esos textos eruditos, exijo mis paréntesis creativos desde otro modo de ser y de estar. Me iría mejor si fuese con otro tono por la vida, pero... soy así. Y apechugo con las consecuencias. No pasa nada: no pretendo ser el perejil de todas las salsas.
Como digo, en este relato al que tanto cariño tengo vertebro un texto creativo en torno a un debate jurídico tan intenso como el del modo de personificación de la sociedad civil en el Código español, el mítico artículo 1669 y el régimen jurídico de estas sociedades civiles.
Y, ante todo, no me importa matar a mi "alter ego" si, de paso, escribo un homenaje a Manuel Vázquez Montalbán.
Una bagatela, comparado con lo que le debo como lector.

PD: una interesante revista literaria lo tiene ahora sobre su mesa. Pondré todas las velas laicas disponibles a todos mis santos laicos para que decidan publicarlo. No es fácil, pues es excesivamente extenso. A ver...
 





jueves, 27 de abril de 2017

HOY

Hoy, día ventoso y lluvioso en la "Ciudad del Paraíso" aleixandriana, participo en una lectura de poesía (a pesar de que estoy intentando quitarme de todo lo que provoca la subida del colesterol malo, y seguro que mis "textículos" poéticos lo ponen por las nubes).
Hoy he tomado el autobús de las siete religiosamente, tras varios días en los que no lo hacía, por causas diversas. Y por eso vengo excesivamente metafísico esta mañana: ese autobús es un Máster en Filosofía en sí mismo.
Hoy tengo que afrontar mi jornada laboral, como cada día (trabajo como un loco para costear al "bon vivant" a tiempo parcial que intento ser). Lo que son las cosas: aspiro a ser vago y no lo logro, soy solamente un vago en grado de tentativa. Un lafarguiano sentimental que no ejerce.
Hoy acudiré a la misa de difuntos de mi querida amiga y compañera de trabajo fallecida recientemente. Todavía no termino de creer esta pérdida.
Hoy recuerdo que, posiblemente, no soy ningún valiente. No me voy a colgar medallas que no me corresponden. Soy un superviviente que capotea las olas de la vida como puede.
Hoy, en la lectura de poesía, y aunque me suba el colesterol, no me queda otra: entre otras cosas, leeré "Hoy".
Inevitable.

jueves, 20 de abril de 2017

"PAISAJE"


PAISAJE

 

 
Antonio J. Quesada


- Tú no conocías esta ciudad antes, ¿verdad? –preguntó el sargento, mientras descansábamos sobre unos cascotes y él sacaba unos cigarrillos.

- ¿Antes de cuándo, sargento? –pregunté, rechazando con la mano el cigarrillo que me ofrecía-. Gracias.

- Antes de que comenzara todo esto –señaló el fusil, como si tuviera la culpa del paisaje de muerte y destrucción en que estábamos-. ¿Nunca habías estado aquí?

- Pues no, la verdad es que no. Es la primera vez.

- Ya –dio una calada-. Es una pena: no sabes lo que era esto antes.

- Yo sí lo sé, sargento –contestó una voz desde detrás de donde estábamos. Era Ruggiero, tan echado para adelante como siempre-. Estoy contento por estar vivo y por haber tomado la ciudad, pero nunca podremos pagar el daño que hemos causado.

- Tú no eras de muy lejos de aquí, ¿verdad, Ruggiero? –pregunté, con curiosidad.

- Yo trabajaba aquí hasta que comenzó todo esto y me enrolaron –contestó-. Nací a unos kilómetros.

- Conocías entonces las iglesias, las murallas –comentó el sargento-…

- … Y las termas, sargento. Y las fuentes. Y las estatuas… Efectivamente, sargento, conocía todo.

- ¡Joder, qué putada es la guerra! –se veía preocupado al sargento. Era extraño: nunca le atribuí inquietudes artísticas o culturales.

- Yo no conocía este sitio, pero en los libros de arte del colegio nos hacían estudiar todo eso que decís –comenté.

- Habrá que cambiar esos libros, ya –apuntó Ruggiero, con la mirada perdida-. Ya casi nada de eso existe.

- Es cierto –comentó el sargento-. Ya casi nada de eso existe.

- Gracias a nuestra artillería y a nuestra aviación, sargento –apuntó Ruggiero-. No lo olvide.

- Eran posiciones enemigas, Ruggiero –añadí, pues no me gustaba la senda que aquello tomaba.

- Mal negocio, cuando la cultura es posición enemiga –interrumpió el sargento, mirándome fijamente.

- El hombre es un animal dañino, sargento –añadí, intentando salir del embrollo en que me había metido-. Pero nosotros no tenemos la culpa. La culpa es de los políticos.

- En la guerra se matan muchos hombres que no se conocen para evitar que se maten unos pocos hombres que sí se conocen –apuntó Ruggiero-.

 
Jamás hubiera pensado que mi batallón estaba plagado de intelectuales.


(Microrrelato presentado alguna vez a un concurso. No lo ganó, obviamente).

domingo, 16 de abril de 2017

EL HOMBRE QUE LEÍA A DUMAS


EL HOMBRE QUE LEÍA A DUMAS

 

Antonio J. Quesada
 
Esta soledad de los supervivientes me la representaba muy clara y amarga.
Porque la supervivencia no es sólo un hecho físico y vital; es también un problema
enorme y sutil del medio ambiente, de las costumbres, de los conocimientos,
de un todo moral que ha muerto y donde nosotros, cuando sobrevivimos,
somos ya como fantasmas, como desgraciados seres que hablan un idioma que
nadie comprende, porque es el idioma de los que ya no están, de los que no volvieron”
(César González-Ruano: “Memorias. Mi medio siglo se confiesa a medias”, IV, XII)
 

 

Los funcionarios abrieron la puerta y pude, por fin, salir.

Por fin, el sol de la mañana otra vez. Eran los primeros rayos que me acariciaban, en libertad, desde hacía muchos años. La calle me resultaba extraña. Moverme libremente, todavía, me resultaba raro.

Plantado en la acera, mirando desorientado hacia todos lados y cegado por el sol, decidí encender un cigarro. Una vez encendido, tomé mi maleta y mi ejemplar de “El Conde de Montecristo” y decidí encaminarme hacia la estación de trenes.

Es hora de volver.

 

(…)

 

Las estaciones de trenes siempre me han parecido lugares intrigantes y sugerentes. Cantidad de extraños, cada uno con su historia a cuestas, paseando sus soledades de ciudad en ciudad: miedos, sueños, prejuicios, fanatismos, todo ese equipaje moral que llevamos a cuestas durante las veinticuatro horas del día. Aunque en estos sitios uno lo nota más.

El tren. Una turba de desconocidos que compartirán algunas horas cabalgando juntos por España sobre unos raíles. “El pollino / que sabe bien el camino”, creo que decía Machado.


(...)

domingo, 9 de abril de 2017

HOY COMIENZA LA SEMANA SANTA

UNA SEMANA

Comienza hoy la Semana Santa, eso lo sabemos todos. Basta leer la prensa local (uffff) y sintonizar las televisiones para saberlo.
En algunos casos, fiel a su folklore más autóctono: en Málaga saldrá el Cautivo cuando le toque, la Legión paseará con no sé qué Cristo y no sé qué Virgen, la Guardia Civil con otro y la Aviación también tiene el suyo, los gitanos cantarán y bailarán cuando corresponda, los estudiantes también marchan (con altos mandos de mi santa casa..., la UMA), y, por lo que he cazado por alguna parte, solo falta en este pesebre que el Rico libere a un preso, pues este año no hay preso (no será por falta de delincuentes, que de eso tenemos en estas tierras para exportar; si tuvieran que sacar en procesión a un sabio o a alguien respetuoso con los demás, a lo mejor el casting era más complejo).
Todo esto, dicho desde el total respeto, a mí no me interesa. Ni desde el punto de vista religioso, ni artístico ni social (desde este último todavía menos) me interesa nada de todo esto, pero deseo con todo el cariño que tengo que los devotos disfruten de estas fiestas (algunos queridos amigos son muy devotos, y les deseo lo mejor, como ellos saben bien). Porque creo que en la vida se trata de disfrutar todo lo que uno pueda, quiera y le dejen, sin ofender a nadie.
Pues ahí van mis mejores deseos para unos días en que, con todo el respeto, vuelvo a mi crisálida (a lo mejor es que soy muy capullo) y a darle a temas de trabajo, pues no queda otra.
Y por ilustrar con algo que sintonice con todo esto, me quedo con la procesión de "Nueve cartas a Berta", genial obra del genio Basilio Martín Patino (hace poco supe que Carrero Blanco intentó eliminar las copias de "Canciones para después de una guerra", pero no hago comentarios, pues no tengo ya edad para tener que declarar ante la Audiencia Nacional por comentarios en redes sociales: ya paso de los cuarenta, y para todo suele haber una edad en la vida).
Lo dicho, amigos: disfruten todo lo que puedan, quieran y les dejen, con o sin procesiones, siempre desde el respeto. Yo a lo mejor busco "Nueve cartas a Berta" para remirarla. Siempre es buen momento para volver a ella (y a Patino, en general).




lunes, 3 de abril de 2017

POEMA "NO"


No
No quiero ser ejemplo para nadie, a estas alturas.

No quiero ser estandarte de nada.

No quiero ser paradigma

ni quiero

ser el elegido.

No.

Ya, no.

Me pilla todo eso demasiado maduro.

A lo mejor, si hubiese sido más joven

me hubiera hecho ilusión

figurar.
            (Antonio J. Quesada, poema publicado por alguna parte)