jueves, 29 de marzo de 2018

UN TRABAJO RECUPERADO SOBRE PASOLINI

Hace tiempo escribí un texto sobre Pasolini y su cine aparentemente menor.

PASOLINI Y SU... ¿CINE MENOR ?

Antonio J. Quesada


Nuevamente vuelvo con Pasolini debajo del brazo. No puede ser de otro modo, ya que es uno de mis referentes éticos y estéticos y termina entrando por la puerta, por la ventana o por la alcantarilla. Y hoy no vengo a reivindicar al Pasolini narrador y poeta, al que tanto admiro, o al Pasolini polemista, que tan sugerente me resulta siempre (aunque no coincida con sus posturas y, a ratos, incluso me irrite), sino al Pasolini cineasta. Al regista. Posiblemente el más conocido.
Me dejo hoy de recordar “Poesia a Casarsa”, “Ragazzi di vita” (Premio Colombi-Guidotti, 1955), “Una vita violenta” (Premio Crotone, 1959), “Poesia in forma di rosa”, “Le ceneri di Gramsci” (Premio Viareggio, 1957) o su póstuma “Petrolio”, entre tantas otras. Tampoco sus trabajos como opinador polemista, removiendo las consciencias sociales (“Le belle bandiere”, “Il caos” o “Lettere luterane”). Hoy no toca todo eso, aunque todos estos trabajos me hayan servido para formarme como soy, para disfrutar más de Roma y sentirme tratado como un lector y un ciudadano inteligente.
No. Hoy vamos a centrarnos en su cine, pero tampoco en todo su cine, pues sería muy largo de describir. Todos disfrutamos con aquella tragedia subproletaria romana llamada “Accattone”, con ese emerger pequeño-burgués de “Mamma Roma”, encarnado en la siempre genial Anna Magnani (alguna vez escribí que “La Magnani es esa bellísima fea que nos recuerda quiénes somos de verdad, aunque a lo mejor no nos guste reconocernos”), con su personal visión del “Vangelo”, con esa emergencia del Tercer Mundo que comienza ya en “Uccellacci e uccellini”, con la influencia chaplinesca en “La terra vista dalla luna”, con los trabajos míticos algo autobiográficos (Edipo, Medea), con la enfermedad burguesa de “Teorema”, la obediencia de “Porcile”, la masacre de “Saló o los 120 días de Sodoma”, o la “Trilogia della vita”, auténtico cine contra el Palacio (“El Decamerón”, “Los cuentos de Canterbury” y “Las mil y una noches”). No nos encaminaremos por ahí hoy. Tampoco por sus trabajos sobre el tercer mundo (Sopraluoghi in Palestina, 1963-4, Appunti per un film  sull’India, 1967-8, Appunti per un’Orestiade africana, 1968-1973 e Il padre selvaggio, 1962-1970).
Ya en parte tratamos algo estos temas: en su día, por ejemplo, creímos encontrar el hilo conductor entre sus dos primeras novelas, “Ragazzi di vita” y “Una vita violenta”, y sus dos primeras películas, “Accattone” y “Mamma Roma”, pero hoy vamos a otra cosa. Hoy quiero dedicar mi atención a piezas consideradas menores dentro de la obra de PPP. Tampoco vamos a realizar un estudio científico de estos trabajos, pero sí plantearnos si, realmente, merecen pasar tan desapercibidos en la obra de Pasolini como son tratados. Intuimos que no.

- “La ricotta” (1963). La narración de la tragedia personal del subproletario romano Stracci, ese buen ladrón, nos llega al alma. Los perros de los poderosos devoran la comida de los que nada tienen, y éstos deben reinventar el mundo cada mañana y ganarse el pan cada día, porque esa costumbre de comer aprieta varias veces al día. En este caso, el pan es requesón (es “la ricotta”). El desarreglo alimenticio lleva al protagonista a morir en la cruz, inocente, rodando una escena de crucifixión que resultó demasiado real. En el film, además de interesantes inquietudes pictóricas, hay cierto elemento autobiográfico, plasmados en los versos de las “Poesia mondane”, después recopiladas en “Poesía en forma de rosa”. Y, ante todo, está Orson Welles, ese genio, haciendo de director de cine (¿de Pasolini?) y recitando los versos de PPP. ¿Un trabajo tan filosófico (que nos induce a meditar sobre tantas cuestiones esenciales), pleno de poesía pasoliniana, con la intervención de Orson Welles y con un mensaje metafísico tan presente merece ser considerado una obra menor? Lo dudo mucho.

- “La rabbia” (1963) es un montaje de repertorios con imágenes reales que van desde sucesos políticos de la época hasta Ava Gardner o Sofía Loren, bellos animales femeninos que dan un toque frívolo a eso tan feo de la política. La guerra, el racismo y el hambre se integran en la sociedad neocapitalista, no son desorden sino orden, y el film fue acusado de populismo y de “inclinación al lamento”. Allá cada cual: PPP pretendió sabotear la normalidad, el conformismo de la mayoría de la sociedad, y eso es muy interesante. Como siempre, PPP como centinela moral. El film fue un fracaso completo, y está envuelto en la polémica con Guareschi, la otra pata de esta mesa: el reaccionario creador de Don Camilo presentaba la guerra desde una óptica de derechas, insoportable para PPP (y posiblemente para cualquier alma mínimamente sensible). Pero, ¿puede ser un fracaso un film donde, además de todo lo descrito, la voz de la poesía es la del gran Giorgio Bassani y la voz oficial es la del pintor Renato Guttuso? Como veremos, un hilo conductor la une a “Comizi d’amore”, otra obra considerada menor.

.- “Comizi d’amore” (1963-1964), como “La rabbia”, con la que le une un importante hilo conductor, también ha sido acusada de populismo y de “inclinación al lamento”. Con ella PPP pretende darnos otro toque de atención colectivo, en este caso mediante las investigaciones con entrevistas y con los comentarios propios, de Moravia y de Musatti, relativos a la sexualidad en la Italia de la época. El toque de atención es más local y objetivamente más restringido. La gran duda: ¿qué es la normalidad? Cuidado con este concepto, pues la prostitución, la discriminación entre sexos y el desprecio a la diversidad aparecen como normales, ahí es nada. La ignorancia escogida, la peor (tan religiosa), y la ignorancia no escogida, la menos reprochable, se enseñorean con la Italia de la época, matando la esperanza.  Posiblemente, los rayos de luz en este muro no contestaran a las preguntas de PPP. ¿Un trabajo de esta envergadura puede considerarse un producto menor? Que le pregunten a Moravia, ese genio. Poner a hablar de sexo a los italianos de la puritana época no es poca cosa.

- “Che cosa sono le nuvole” (1967). En un pequeño teatro de títeres de periferia, unas marionetas representan a Shakespeare, y en las pausas se interrogan sobre el sentido de la vida y la verdad. Como a lo mejor es la vida, que en sus curvas uno se detiene a pensar y repensar. En esta obra se unen un trabajo juvenil de Pasolini (“I Turcs tal Friul”), el repertorio típico de este tipo de teatros, Shakespeare, Paisà, Pinocchio, Velázquez y Calderón. Intervienen los habituales Titò, Ninetto, Laura Betti, etc. A pesar de ello, de la profunda reflexión calderoniana y de la influencia de Foucault, pasó casi desapercibida. Con estos mimbres literarios, artísticos y cinematográficos, ¿acaso no debe salir un buen cesto?

- “La sequenza del fiore di carta” (1968-9). Riccetto-Ninetto, con su amapola de papel, va saltando por una calle de Roma (¿la Via Nazionale?) alegre, sin darse cuenta de la guerra y violencia que existe por todos los sitios del planeta (por cierto, Ninetto, como siempre, saltando alegremente). Las voces de Dios le invitan a tomar conciencia, pero él sigue inocente. Y la inocencia, en este mundo, se paga, y muere sujetando su flor. Existe un hilo conductor con “La ricotta”, por esa inocencia que acaba en resultado fatal. ¿Un trabajo con tanto encanto merece ser considerado una obra menor? Posiblemente en su duración lo sea

En conclusión, estamos ante trabajos aparentemente menores, pero que si les dedicamos un poco de atención e interés, a lo mejor nos sorprenden: hay crítica, poesía, cine, creatividad... Sorprenden. A mí me ha sucedido. No me atrevería a hablar de trabajos menores.

lunes, 26 de marzo de 2018

FRASES PARA MEDITAR

Un buen lector de poesía lee poca poesía.


Un buen lector de poesía no aceptaría jamás ser jurado de un premio de poesía.


Quien lee un libro de poesía de un tirón es un mal lector de poesía.


Leer cien libros inéditos de poesía en poco tiempo incapacita para volver a leer poesía.


Habría que premiar a los lectores de poesía, no a los poetas.


Con buena voz todos los gatos son bardos.


Para escribir poesía no hace falta saber escribir.


Deberían crearse clínicas de desintoxicación poética.


Los poetas jóvenes o no son poetas o no son jóvenes.


Las palabras poéticas no tienen cabida en un poema.


Es poeta el que no puede ser otra cosa.


Se puede ser poeta sin corazón, pero no sin inteligencia.


Con media docena de verdaderos poetas se llena un siglo, aunque sea el de Oro.


Si solo escribe versos, habla como un poeta y se viste como un poeta, seguro que no es un poeta.


                                           (José Luis García Martín)

miércoles, 21 de marzo de 2018

LA MÚSICA Y EL CINE DE PEDRO ALMODÓVAR

No quiero perder este enlace...

http://www.revistagq.com/noticias/cultura/articulos/la-musica-de-almodovar-amantes-pasajeros/17872

martes, 20 de marzo de 2018

DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA

Hoy es el Día Mundial de la Poesía, según aseguran. Recuerdo este texto que alguna vez escribí. A lo mejor viene bien releerlo, hoy.





¿Para qué sirve la poesía?

¿Para qué sirve la poesía?

Me encanta recibir esta pregunta

de labios de algún ejecutivo

que compra y vende acciones, empresas, personas

y otras muchas cosas.

Me encanta, porque así

puedo contestarle,

con mi mejor sonrisa,

que yo la necesito para vivir,

pero, afortunadamente,

a él no le servirá para nada.
               (Antonio J. Quesada, de "Destellos de una existencia")

domingo, 18 de marzo de 2018

LA SERIEDAD DEL BOLCHEVIQUE


 

“Esta luz en la noche,

¿Será un reflector nuestro?

¿Será un arma de ellos?

(Por un instante

había olvidado

que hay en el cielo luna, que hay estrellas.)”

 (Roberto Fernández Retamar: “Por un instante”, de “Buena suerte viviendo”)

 

La seriedad del bolchevique


Siempre con el fusil al hombro,

en la trinchera,

vigilando a los heterodoxos

y

a los enemigos,

no me había dado cuenta de que

por las calles también hay bellas mujeres

(y no sólo soldados del Ejército enemigo).

¡Sigue habiendo chicas

después del triunfo de la Revolución!
                   (Antonio J. Quesada, de “Poesía a instancia de parte”)

jueves, 15 de marzo de 2018

POEMA EXCESIVAMENTE METAFÍSICO

En "Poesía a instancia de parte", una de esas imprudencias que alguna vez publiqué, incluí un texto excesivamente metafísico.
Como soy, a ratos.




 


“No os llamó nadie ni erais deseados.


No os fueron a buscar en carroza.


Erais desconocidos en la tierra


cuando un hombre os tomó de la mano.


A vosotros el mundo nada os debe: si queréis marcharos, nadie os retiene”


(Bertolt Brecht: “De la amabilidad del mundo”)


 


Vida



¿No será


que la vida


no es otra cosa que


venir de no sé sabe dónde (gracias al Azar)


y,


antes de morir y marchar a la Nada,


pasar aquí algunos buenos ratos?

miércoles, 14 de marzo de 2018

RELATO "EL CARRO DE HENO"

Se publica en la revista "Refugios" mi relato "El carro de heno". Agradecidísimo.

https://refugiosrevistacul.wixsite.com/refugios/single-post/2018/03/09/El-carro-de-heno




EL CARRO DE HENO


Antonio J. Quesada

“El mundo es como un carro de heno y cada uno toma lo que puede”
(Proverbio flamenco)


¡La de horas que habré pasado en El Prado, delante de “El carro de heno”! La de textos que habré consultado, y la de páginas web (hay que modernizarse…), para profundizar en el sentido de esta obra. De esta y de tantos otros lienzos de El Bosco, todo sea dicho: pero “El carro de heno” es especial para mí, y siempre intenté indagar con más énfasis en cada leve detalle de este tríptico. Sólo con El Bosco tendría materia para doctorarme, para pasar del Instituto a dar clases en la Universidad, para sacar allí la titularidad, la Cátedra e, incluso, para convertirme en una autoridad mundial en la materia, si el viento es propicio. Todo ello sin salir de El Bosco, porque con él sucede como con el cerebro: que en realidad conocemos una pequeña parte.


El Bosco nunca dejará indiferente: es un género en sí mismo. Y no es necesario ser Profesor de Historia del Arte, como es mi caso (aunque sea en un Instituto), para que te suceda. No. Siempre cito como ejemplo a mi buen amigo Ernesto, que es Profesor de Derecho mercantil (bueno, en realidad es poeta, pero vive profesionalmente del Derecho mercantil, pues subsiste explicando los contratos bancarios y no sé qué cosas más a generaciones de distraídos), y no puede pasar por París sin extasiarse delante de “La nave de los locos”. Nunca lo hará. Hasta tal punto que, cuando programa una de sus periódicas visitas a París, se aloja en un hotel cercano al Louvre, y a lo largo de cada una de sus jornadas parisinas siempre encontrará un hueco para plantarse delante del cuadro y dedicarle la atención que merece. Nunca falla. Y asegura que cada vez que lo hace descubre algún detalle nuevo.
Recuerdo, qué gracia, cuando escribió un relato titulado “Desde ‘La nave de los locos’” y lo mandó a ese periódico gratuito que regalan en el Metro. Fue divertido: lo publicaron y el hombre iba satisfecho y encantado, con un lote de periódicos debajo del brazo, regalando ejemplares a sus amigos. El creador, en el fondo, es como un niño: con la de artículos y libros de Derecho mercantil que lleva Ernesto a sus espaldas, y estaba el hombre como un chiquillo, con su periódico gratuito (“¡mira, aquí está, han publicado mi relato!”, y marcaba con el dedo la página del relato). El Bosco es capaz de eso y de mucho más.


A mí también me obsesiona El Bosco, pero mi oscuro objeto de deseo es “El carro de heno”. Me apasiona la obra y me apasiona lo que significa. Casi puedo citar de memoria el tratamiento que la web del Museo del Prado dedica a “mi” cuadro (bueno, a “nuestro” cuadro, pues El Bosco también intervino en algo…). El enlace es https://www.museodelprado.es/coleccion/galeria-on-line/galeria-on-line/obra/el-carro-de-heno/ (en otra parte de la misma página del Museo lo explican con más detalle, e incluso aportan bibliografía: https://www.museodelprado.es/enciclopedia/enciclopedia-on-line/voz/carro-de-heno-el-el-bosco/). El texto del primer enlace dice lo que sigue:


“El tríptico abierto está dedicado al pecado. El lateral izquierdo muestra su origen en el mundo, desde los ángeles caídos al pecado de Eva. En el centro se ve a la humanidad arrastrada por el pecado, por ese carro de heno, metáfora de origen bíblico alusiva a lo efímero y perecedero de las cosas de este mundo. Se ilustra el versículo de Isaías: “Toda carne es como el heno y todo esplendor como la flor de los campos. El heno se seca, la flor se cae”. La tabla derecha deja ver el infierno, destino de los pecadores, con castigos acordes a sus faltas. En el tríptico cerrado aparece un anciano peregrino, que recorre el camino de la vida, plagado de peligros.  / En la tabla central, El Bosco recrea un proverbio flamenco: “El mundo es como un carro de heno y cada uno coge lo que puede”. Todos los estamentos, incluido el clero -censurado por vicios como la avaricia y la lujuria-, quieren coger ese heno y subirse al carro. Para lograr su objetivo no dudan en cometer todo tipo de atropellos y pecados, incluso el asesinato. / Se conserva otro ejemplar en el Monasterio de El Escorial, que se supone fue el que Felipe II compró en 1570 a Felipe de Guevara. El del Prado debió pertenecer también a Felipe II, incluso antes que el de Guevara, pero la primera cita que se tiene de él corresponde al inventario del Alcázar de Madrid de 1636”.


¿Se puede sugerir más en menos espacio? El Bosco es experto en sugerir en todo caso, pero reconozco que este cuadro me tiene especialmente sorbido el seso, como decían antes. He leído mucho sobre el cuadro, y sobre El Bosco, en general: he leído a Bango Torviso y Marías, a Combe, a Marijnissen y Ruyffelaere, a Tolnay, a Yarza Luaces, a Garrido Pérez, a Bertrand, a Fischer, a Matilla Tascón, a César Pemán, a Santos Bueso/Vinuesa-Silva/García Sánchez, a Isabel Mateos, a González Hernando, a Martínez de Mingo, a Aragonés Estella, a Arias Bonel, a Ricardo Arias, a Morán Suárez, a Hartau,… En fin, he leído todo lo que he encontrado. Además, me he acercado a otros creadores que también se adentraron en este tema: he buceado en Constable, he releído los textos de Camilo José Cela y Ayala e, incluso, superando un sólido prejuicio, leí una cosa que escribió un presentador de programas de misterio de la televisión, una especie de novela. Seguramente me faltan textos científicos por citar, pues no soy exactamente un científico de la cuestión, pero soy algo mejor, para mi gusto: soy un apasionado.


El tema del cuadro, por otra parte, es tan actual: ¿acaso el mundo no se mueve por la gloria efímera de los placeres inmediatos, por el heno? ¿Y no nos acercamos todos al carro, con mejores o peores intenciones, a ver qué rapiñamos? “El mundo es como un carro de heno y cada uno coge lo que puede”, asegura un proverbio flamenco. Y de ese afán no se libran ni las propias Abadesas, que aparecen en el cuadro acumulando todo el heno que pueden.
El mundo como carro, interesante idea.  Un carro guiado por los seres monstruosos que gobiernan el mundo, obviamente: son los que tiran del carro, nos guste o no, desde que el mundo es mundo. Aunque hoy es más difícil percibir esa naturaleza monstruosa de los que tiran del carro, pues se disfrazan con trajes caros y corbatas de seda (o con tacones, en su caso, aunque las mujeres suelen mandar menos en esta hoguera de vanidades) y pueden permitirse el lujo de ser educados y corteses (otros hacen el trabajo sucio, en todo caso). No parecen ser un peligro para nadie, aunque andan tan ensoberbecidos que habría que recordarles, con hace aquel viejo proverbio indio, que debajo del traje están desnudos. Y, ¡ay!, qué desnudez más poco armónica se intuye…
Sin embargo, como El Bosco conoce perfectamente, ya nos llegará el castigo, pues esto no sale gratis. Nada sale gratis en la vida: por todo hay que pagar, ya que esto funciona así.


Mira uno y remira tanta belleza, y cuando lee a los que saben va descubriendo tantas cuestiones y desvelando tantos detalles que es muy gratificante: que si la lechuza es el símbolo de la herejía o de la malicia, que si la jarra es el símbolo de la lujuria, que si la música es una invitación a la voluptuosidad, que si se refleja el ánimo de rapiña, presente en todas las clases sociales, que si se rechaza a personajes sociales como charlatanes o sacamuelas, que si…
En fin, leyendo uno se culturiza, aprende, y luego goza de modo más ilustrado de las obras de arte.


El cuadro es un lujo. Pero como sucede siempre con El Bosco, cuando uno desentraña lo que allí se ve (y se desentraña una mínima parte, ya lo he dicho y eso hay que asumirlo), el goce es completo. Por eso, intento traer a mis alumnos al Museo del Prado al menos una vez durante cada curso.
Les explico lo que nos interese, dependiendo del momento del curso en que venimos, pero… que nadie ponga en duda el buen rato que pasaremos en todo caso delante de “El carro de heno”.
Y en la visita que comenzaremos dentro de veinte minutos (ya están llegando algunos de mis alumnos de este año, les veo desde esta cafetería), le dedicaremos gran atención a los pintores flamencos. Este año me tienen especialmente entusiasmado.
Y El Bosco, ya, para qué contar.
Y, dentro de la obra de El Bosco, imaginen qué tela me quita el sueño…

domingo, 11 de marzo de 2018

"LA CEREMONIA DEL ADIÓS", LAS OBRAS SERIAS Y UN DOCTOR SALIDO DE UN CUENTO DE BORGES

Siempre que releo "La ceremonia del adiós" lo hago con sentimientos encontrados y cargado de dudas. Partiendo de la inmensa admiración por Sartre y Beauvoir, pues de lo contrario no volvería a este libro, no puedo dejar de plantearme algunas preguntas: por ejemplo, ¿era necesario conocer las veces que Sartre se orinaba encima, si confundía los temas o personas tres o cuatro veces al día o si el menú se vertebraba en torno a pastel de zanahorias? No sé, seguramente manejo otro concepto de la intimidad (supongo que tampoco está de moda el mío pero, en fin, si nunca estuve de moda siendo joven no creo que me afecte demasiado, ya, a mis años) y de los detalles que interesa describir a un lector de una vida ajena (si no me interesan ni los de la mía, ¿voy a manifestar tanto interés por atender a desayuno-comida-cena-citas-copas de otro?).
Pero hoy llegué a una parte del libro en la que un Doctor (Doctor B.) trata a Sartre y habla como si hubiese salido de un relato de Borges. Supongo que, teniendo en cuenta la cantidad de poetas que intuyo por metro cuadrado, el comentario puede herir la sensibilidad de tanto lírico amigo. El texto es el que sigue:
 
"B. recetó un estimulante y le disminuyó la dosis de los medicamentos. Después aconsejó a Sartre, puesto que ya no podía escribir obras serias, que se ejercitara en la poesía".