miércoles, 28 de enero de 2015

FRANZ KAFKA

Franz Kafka es, para mí, como de la familia. Porque todos aquellos creadores que poseen figurita en mi pesebre cultural son como de la familia. No hace mucho conmemoramos el XC aniversario de su fallecimiento, tan prematuro ("siempre llega la muerte antes de tiempo", escribí en un poema que galardonaron alguna vez por alguna parte).
Cada vez que me acerco a su modo de ser y de estar es inevitable sentirme próximo a K. Además, en bastantes cuestiones, me parece un... autor desgraciadamente costumbrista: miren para los lados y verán. Escritor nocturno (y se le nota), visionario de tantas cuestiones, casi podríamos considerarle un adelantado en la sensibilidad acerca de la prevención de riesgos laborales (¿está estudiado esto, amigos laboralistas o historiadores del Derecho? Hay tema, da juego...). Me encanta su astillamiento interno, su esquizofrenia identitaria, en momentos en que hay gente por ahí que busca identidades químicamente puras. Me es especialmente afín, K.: un judío que ejerce poco de tal, que se supone que nace siendo algo así como austro-húngaro (¡cómo hubiera gustado esto a mi admirado Luis García Berlanga!), condición que suena muy rotunda, que luego pasa a ser checoeslovaco (esto suena menos rotundo) y que, encima, escribe en alemán. ¿Quién reivindicará esos huesos? Seguramente nadie, era su destino. Bueno, sí: ahora las autoridades checas, que han visto el filón de explotar turísticamente la "Praga de Kafka" (¡será posible tanta hipocresía!) y que venden desde tazas con la cara de Kafka a camisetas con la cara de Kafka, calzoncillos con la cara de Kafka, libretas con la cara de Kafka, carpetas con la cara de Kafka, y cualquier-cosa-donde-puedan-imprimir-la-cara-de-Kafka (muy borgiano, más que kafkiano; sé lo que me digo, aunque ahora no entre en esto).
Mi admirado Manuel Vázquez Montalbán le hizo un maravilloso homenaje en "Praga", su poemario más cercano a mi modo de ser y de estar, donde incluye estos espectaculares versos (entre otros versos míticos que no vienen ahora al caso, quedan para otro día): "ser judío vivir en Praga escribir en alemán / significa no ser judío ni alemán / ni ser aceptado / por las mejores familias de la ciudad / que identifican / el alemán con Alemania y el ser judío con la alarma". Mítico MVM. Mítico K.
Kafka, ese exiliado de sí mismo con el que me siento tan cómodo.
PD malévola: como saben los estudiosos de la poesía de MVM, "Praga" no sólo es Praga. Mejor dicho: me atrevería a asegurar que "Praga" puede ser incluso Praga. Cambien, en los versos citados, "judío" por "charnego", "Praga" por "Barcelona" y "alemán" por "castellano" y... a ver qué o quién sale. En tiempos de "invasores insuficientemente extranjeros", como apuntará en un verso posterior.

lunes, 26 de enero de 2015

...Pero el alma se pobló de moho

Hoy vengo algo pesimista, quizá (o, como diría mi admirado Benedetti, optimista bien informado). No sé, será que he paseado a las siete de la mañana, camino del trabajo, algo que me encanta, pero que provoca que me reconcentre un poco y piense en lo que me rodea. Además, he comprobado que la iluminación navideña de Calle Larios, recargada y como de nuevo rico de la fiesta, se ha mantenido y ahora servirá también para carnavales (saldrá cara tanta bombilla: el Carnaval dura doce meses por estos lares). Y las ofensas estéticas son, ya, las que más me afectan, arrumbada definitivamente la ética como una especie de cachivache estridente que veías, como parte del mobiliario, en casa de los abuelos.
Tiempo para pensar: me encanta, pero puede ser peligroso. Tiempo para meditar sobre la grisura del día a día, bien a nivel personal, bien a nivel colectivo (enciendan el No-do en televisión o lean a los opinadores, siempre sabios, defendiendo a su señorito en columnas de nulo interés literario: corruptelas, túneles sin salida, elecciones para elegir a los jefes de la tribu en Andalucía, en el municipio, en el Estado y en Catalunya, etcétera). Tiempo de silencio, casi: prefiero no discutir con hooligans salvo de lo que salga en el "Marca" ("la Marca", decían antes).
En fin, hubo tiempos en los que parecía que había solución para estas cosas colectivas, más allá de la catástrofe personal, que es más fácilmente reconducible (bueno, supongo).
Hubo tiempos en los que parece que esto podía tener remedio. O eso pensábamos.
Hubo tiempos en que el moho no se había adueñado de nuestra alma. Sobre esto escribí alguna cosita en una de mis imprudencias publicadas, cuando todavía tenía ilusión de que saliera algo mío por alguna parte en letra impresa. Ahora me da la sensación de que una de las pocas cuestiones que debemos tomar en serio en la vida, como si de Heidegger se tratase, es la carta del restaurante.
Feliz martes y... hasta el próximo golpe de estado.
 
 
...Pero el alma se pobló de moho
 
Llámame nostálgico, romántico,
soñador o inocente,
pero qué bonito era pensar
que con la palabra podíamos
cambiar el mundo.
Que el hombre era bueno, a pesar de todo.
Cómo convivíamos con las imágenes de esos desgraciados
que quedaron atrapados en sus fotografías
y
que nos ayudaban a seguir adelante
y a encararlo todo, por duro que fuera.
Todavía no sentíamos moho en el alma
y todo estaba por hacer:
la mañana acababa de empezar.
Todo era posible.
No habíamos asimilado que del hombre
nada cabe esperar como colectivo
(no esperes nada de persona alguna, ni de Dios, de Estado
o de Iglesia alguna: así no serás defraudado nunca).
Que de lo que se trata es de multiplicar los números
y que haya más euros en el banco
(antes contábamos en pesetas),
para que la gente me mire como a un triunfador.
Aunque el moho se apropie de mi alma. Da igual. No se ve.

domingo, 25 de enero de 2015

"Un étranger", de Juan Luis Panero

Juan Luis Panero es, sin duda, el hermano Panero que menos me ha interesado desde siempre. Me parece un personaje literario de gran voltaje (sin duda, aunque sus hermanos lo son con mucha mayor perfección), y un poeta correctísimo y muy culto, pero a mí, como lector, su poesía me ha interesado menos que la de Leopoldo María y la de tantos otros poetas (se agradecen esos ecos de Kavafis-Cernuda-Paz-Pavese-etcétera, autores todos de mi panteón, pero... no me llega con esa profundidad; en fin, cosas de cada cual: amigos míos buenos lectores de poesía lo valoran bastante más).
En cualquier caso, quiero recordar hoy su poema "Un étranger", de "Antes que llegue la noche" ("Premio Ciudad de Barcelona", si el sucedáneo de cerebro que gasto no me engaña). Apabullante, al menos para mí: ahí sí veo al pistolero que representó con no gran éxito de crítica en "El desencanto" y que, posiblemente, tengamos muy interiorizado todos los que practicamos junto al fracaso bailes de salón.
Feliz fin de semana,


Produce cierta melancolía,
una tristeza decadente -literaria sin duda-
como algunas canciones de entreguerras
o páginas perdidas de Drieu La Rochelle,
ver a un hombre solo, apartado y distante,
en la barra de un bar con decorado internacional.
En esa imprecisa edad, tan imprecisa como la luz del ambiente,
en que ya no es joven ni viejo todavía
pero lleva en sus ojos marcada su derrota
cuando con estudiado gesto enciende un cigarrillo.
Las muchas canas y las muchas camas,
un indudable estómago que la camisa inglesa apenas disimula,
el temblor, no demasiado visible, de su mano en un vaso,
son parte del naufragio, resaca de la vida.
Un hombre que espera ¿quién sabe qué?
y aspirando el humo, mira con declarada indiferencia
las botellas enfrente, los rostros que un espejo refleja,
todo con la especial irrealidad de una fotografía.
Y es aún, algo más triste, un hondo suspiro reprimido,
ver al fondo del vaso -caleidoscopio mágico-
que ese hombre eres tú irremediablemente.
No queda entonces sino una sonrisa: escéptica y lejana,
-aprendida muy pronto y útil años después-
de un largo trago acabar la bebida,
pagar la cuenta mientras pides un taxi
y decirte adiós con palabras banales.

viernes, 23 de enero de 2015

BORGES DIXIT

"Como el descubrimiento del amor, como el descubrimiento del mar, el descubrimiento de Dostoievski marca un hito importante en nuestra vida. Generalmente corresponde a la adolescencia: en la madurez se buscan y se encuentran escritores más serenos".
Jorge Luis Borges.

jueves, 22 de enero de 2015

¿POR QUÉ ME INTERESA “LA GRANDE BELLEZZA”, DE PAOLO SORRENTINO?

 
¿POR QUÉ ME INTERESA “LA GRANDE BELLEZZA”, DE PAOLO SORRENTINO?
Antonio J. Quesada
Suelo ser relativamente lento a la hora de integrar en mi panteón cinematográfico alguna película. Soy consciente de mis defectos, y posiblemente esto sea un defecto (otro más…): mi falta de reflejos cinematográficos. Es raro que alguna película recién salida del horno pase al citado panteón personal, aunque me ha sucedido también, pues no soy bicho tan increíblemente extraño. Me sucedió, por ejemplo, con dos películas que reflejaban la vida de dos poetas, casualmente (¿casualmente?): “Antes que anochezca”, sobre Reinaldo Arenas, y “El cónsul de Sodoma”, sobre Jaime Gil de Biedma.  Posiblemente no sean las mejores, desde el punto de vista técnico-cinematográfico, pero... el tema me llega y soy corazón de bolero.
Sin embargo, cuando leí las primeras críticas sobre “La grande bellezza”, sabía que iba al panteón por derecho propio inmediatamente. Como así fue. En este breve comentario, voluntariamente subjetivo, quiero sistematizar las razones por las cuales estaba tan seguro de ello: por qué estaba tan seguro de que “La grande bellezza” no me iba a fallar.
En primer lugar, es una película de Paolo Sorrentino. Desde que le conocí me pareció un director a tener en cuenta, un talento que desplegaba un espectáculo creativo en cada obra que llevaba a cabo. La prueba del nueve: si fue capaz de convertir la vida de Giulio Andreotti en un espectáculo de fotografía, ritmo, buen hacer cinematográfico y amor a Roma (“Il divo”, esa imprescindible película política), ¡qué no haría con un tema más creativo como el que se atisbaba en “La grande bellezza”! Todo un seguro, la firma de Sorrentino.
En segundo lugar, la película trataba sobre el proceso creativo de un autor en particular crisis. Como creador me interesa el tema y mucho. Jep Gambardella no decepciona al espectador (el actor que le da vida, Toni Servillo, hace una interpretación espectacular, además). Un espectador interesado en el proceso creativo no puede quedar impasible ante el problema de la página en blanco, la esterilidad de la vida de sociedad, la parálisis ante la belleza suprema, la fidelidad a uno mismo, la búsqueda de la perfección creativa, el diletantismo, la ironía como mecanismo de supervivencia, etc.
En tercer lugar, la acción se centra en Roma y, como amante de Roma, no puedo dar de lado a mi oscuro objeto de deseo. Mirar y remirar la película es volver a vivir bellos momentos romanos y girar en mi noria cultural. Roma se convirtió para mí en una pasión vital, literaria, cinematográfica y cultural, hasta el punto de tener que confesar mi fetichismo por esta ciudad (y todo lo que implica: Belli, Trilussa, Moravia, Pasolini, Fellini, Scola, etc.). Cuando el gran Mario Vargas Llosa publicó “Travesuras de la niña mala”, novela algo menor pero en la que el Maestro tira de imaginario y de fondo de armario creativo (y tiene para dar y regalar), la crítica le afeó que la aspiración vital de uno de sus personajes fuese vivir en París, sin más. Esa parte no desentonó, para mí, pues no me resultaba discutible: confieso sentir esa aspiración con Roma (y puede que, a cierta distancia, con París misma), ¿cómo no entender al personaje de Don Mario? Respirar el aire de Roma y dejarme llevar, como hacía Gambardella en el film, es una tentación excesivamente poderosa. Me encanta hacer el vago, lo confieso: quizás me disloca porque generalmente no puedo hacerlo. No me dejan. Por eso, vegetar en Roma sería un sueño. Ser una piedra más del Foro Imperial. ¿Cómo no entender a Gambardella, pese a su cargo de conciencia?
Por otra parte, hay otras razones de aquí y de allá que hacen que la película sea inolvidable para mí: el espectacular comienzo en el Fontanone del Gianicolo, vicino l’Ambasciata spagnola. El derroche musical tan diverso y tan adecuado puesto en escena por Lele Marchitelli a lo largo de toda la película. La fotografía de Luca Bigazzi, insuperable (míticos paseos por el Tevere incluidos). Las frases lapidarias de Jep y de otros intervinientes (Jep es una especie de Rick sin café en Casablanca, un heredero de sí mismo cuyo personaje parece estar muy por encima de su breve obra): lo siento por la escritora comprometida, que se lleva un inolvidable y sistemático repaso que la coloca a los pies de los caballos. El sorprendente personaje de Romano, interesante secundario incapaz de creer en sus virtudes creadoras, y que protagoniza un monólogo exageradamente lúcido  (ese exceso de lucidez le lleva a dejar el escenario romano). La bellísima Ramona, Sabrina Ferilli, una obra de arte al nivel de cualquier otra de cualquier palacio de Roma. Los nobles de pago, tan romanos, y el amigo de las nobles, con las llaves de los palacios, porque era de fiar. Los guiños a Fellini, ya que estamos ante un homenaje muy felliniano a Roma (y a su modo de dirigir y organizar una película), aunque discrepo en algo sobre la relación con Fellini: la profundidad de la crisis de Gambardella es más propia de Antonioni que del Marcello de “La dolce vita”, con quien se ha comparado hasta la náusea (y con bastante razón, aunque no con toda, desde mi punto de vista). Es como más metafísica: Fellini jugaba a ser menos intelectual y más director de circo, más mundano.
Y podría seguir, seguramente, pero creo que quedan claras las razones por las que esta película puede interesar a alguien con inquietudes creativas. A mí, por ejemplo, que soy el creador que me pilla más cerca y el que firma estas líneas, razón de peso para desnudarme en este texto que ahora concluyo.

domingo, 18 de enero de 2015

TINO CASAL

Durante estas navidades, además de la lectura más literaria de "Bomarzo" y de algunos poemas cazados al vuelo de mis amigos habituales (Gil de Biedma, Vázquez Montalbán, Ángel González, Cernuda, Pasolini, etc.), he dedicado mi tiempo a profundizar en la vida de Tino Casal, con una biografía que conseguí de aquella manera (como quien hace mil cosas y, a la vez, compra una biografía de Tino Casal en los puestecitos del parque).
No es coquetería, pero no tengo edad de haber entendido a Tino Casal en su tiempo. Estaba yo en el colegio cuando me deslumbró "Eloise", recuerdo que me compré la cassette y todo (y me llamaba la atención aquel señor con aspecto como de pirata del futuro). Por aquella época yo no entendía de nada que no fuese sacar las mejores notas en clase, jugar mal al fútbol y seguir a las niñas de la clase con horrible resultado, todo sea dicho (como casi todo hijo de vecino, por otra parte, aunque a mí me saliera mejor lo de ser transparente para mis compañeras). No sabía de la trayectoria de Casal: de su apuesta absoluta por la creación, sin escatimar en medios, de su condición de artista total (músico, pintor, autor con inquietudes cinematográficas, etc.), de su afán por reinventarse constantemente (con continuos viajes a Londres, para empaparse de aquello y conocer a Bowie, a Reed...), de su arriesgada apuesta estética en tiempos de menos glam ibérico, de su influencia en la movida madrileña y en la música española, etc.
"Eloise", ¡qué bien sonaba! Sigo disfrutándola como el primer día. Con el tiempo sabría que la grabó en Londres con la Orquesta Sinfónica, imaginen, y que la canción original, de Barry Ryan, también versionada en 1986, me resultaría insípida (la versión me pareció muy superior a la canción original, misterios de la creación). Dicen que la grabación costó tres millones de pesetas: Casal nunca escatimó esfuerzo y dinero para que sus creaciones fuesen lo mejor. Con el tiempo también conocería otras canciones de Casal igualmente excelentes ("Embrujada", "Champú de huevo", "Noche de perros", "Oro negro", "La piel del diablo", "Lágrimas de cocodrilo").
Gracias a la biografía que he leído he podido profundizar en su figura y conocer detalles sobre su apuesta radical por la creación y por saber formarse un personaje, sobre su oscura enfermedad (agravada por su fanatismo por actuar: la creación ante todo) y su trágica y desgraciada muerte. Gracias a la biografía he podido empezar a admirarle todavía más.
En fin, Tino Casal: un Grande.

lunes, 12 de enero de 2015

UN CREADOR ES DIOS

"Los artistas son dioses a su manera; corrigen las equivocaciones, las burlas de Dios" (Manuel Mujica Lainez: "Bomarzo, VIII). 
Crear de la nada algo, y ser omnipotente: ¿acaso no es ser Dios, eso?

sábado, 10 de enero de 2015

JUNTO A LA TUMBA DE ANTONIO GRAMSCI

Durante mi última gran estancia en Roma (Roma: mi gran pasión) quise seguir los pasos de mi admirado Pier Paolo Pasolini y acudir a visitar la tumba de Antonio Gramsci. Está en el Cimitero Acattolico di Roma, en el Testaccio, detrás de la Piramide di Caio Cestio (se puede llegar fácilmente en Metro, Línea B, Fermata di Piramide). Cementerio protestante: a los países católicos tienen que venir los protestantes a enseñarnos a enterrar con dignidad a nuestros ateos y díscolos mentales, pero esto es otro tema. Allí está Gramsci (también Calvert Casey, por cierto, entre otros). Acudí una tarde de primavera e imité al genio Pasolini. No guardo foto del momento, en primer lugar porque fui solo (la mejor manera de alimentar tu educación sentimental en la vida) y, en segundo lugar, porque no me gustan las fotos en las que salgo, y por eso las evito a toda costa.
Reflexioné sobre muchas cuestiones junto a la tumba de Gramsci, me senté en la escalerita que estaba al lado de la tumba y escribí un poema, "Junto a la tumba de Gramsci", en cuyo título se aprecia la influencia de mi autor fascista de cabecera (todos debemos tener un fascista de cabecera, para sentir la llamada de la selva de vez en cuando), que es Ernesto Giménez Caballero (alguna vez escribió un libro titulado "Junto a la tumba de Larra", que estaba en mi casa desde mi más tierna infancia).
Además, escribí una columna con ese título que se publicó en Diario Málaga-Costa del Sol, periódico que publicaba mis paranoias creativas y que en paz descanse, por cierto (yo fui de los que apagó la luz en el Diario, como columnista). El poema, con el tiempo, se incluyó en mi "Cuaderno de Roma", y es el que sigue.


Junto a la tumba de Gramsci

                           Cimitero degli Inglesi (acattolico) di Roma, 20 de abril de 2006

Junto a la tumba de Gramsci
me reservo el derecho a soñar
e,
incluso, a errar.
Junto a la tumba de Gramsci
recuerdo
al maestro Pasolini,
que esparció las cenizas del santo laico por el mundo cultural.
Junto a la tumba de Gramsci
se mezclan diferentes aromas,
todos embriagadores:
huele a revoluciones, frustradas o traicionadas;
huele a cambio, tanto tiempo deseado;
huele a buenas intenciones, las mejores, quizá;
huele a… ¿futuro, en el mejor sentido de la palabra?
A Gramsci me encomiendo, al santo laico.
Y escribo todo esto
una tarde de primavera
junto a la tumba de Gramsci.

viernes, 9 de enero de 2015

SOBRE LA FRAGILIDAD DE LA BELLEZA

El atentado de Francia de hace unos días me volvió a hacer reflexionar sobre la fragilidad de la belleza y de la creación. Dos criminales que no han hecho en su vida nada digno de mención más que fanatizarse con diez gramitos de ideología (religiosa, en este caso, y sesgada), son capaces de terminar con los mejores dibujantes franceses de muchos años. Me recuerda (ya sé que hay distancias) a la muerte de Federico García Lorca: como expusiera Félix Grande con sumo acierto, los delirios de un don nadie, de un absoluto mediocre como Ruiz Alonso, fueron capaces de acabar con el mayor creador español del momento. ¡Qué frágil es la belleza! Pocos sirven para construir, y casi todos sirven para destruir: una catedral no la hace cualquiera, pero puestos a minar la piedra, cualquiera sirve. ¡Qué canalla hay que ser, además, para intentar acabar con la creatividad!

miércoles, 7 de enero de 2015

XXV AÑOS SIN JAIME GIL DE BIEDMA

Mañana, 8 de enero, se cumplen veinticinco años de la muerte de Jaime Gil de Biedma. Un buen día para recordarle, aunque su poesía nos acompañe los trescientos sesenta y cinco días del año (acabamos de salir de las fiestas de navidades: tenemos frescos buenos ratos de hipocresías y de ficciones). Jaime nos dejó prematuramente, como todos sabemos, pero también nos legó una exquisita poesía que nos ayuda a disfrutar creativamente cada vez que nos acercamos a ella.
Cada día me interesan menos cuestiones, y se me nota más ese desinterés (me hago viejo, es decir, menos diplomático; antes se me notaba menos todo esto...), pero cada día soy más agradecido con quien es capaz de aportarme creatividad. JGB me regaló una poesía apabullante que, además, me suele acompañar en mis viajes.
Suelo decir que, cuando muere un creador, este mundo es un poco peor (porque, además, el mundo es de los mediocres y de los envidiosos, pero esto es otro tema). Pero cuando fallece un creador de la talla de JGB, somos verdaderos viudos.
Como homenaje a JGB, de sus "Poemas póstumos" quiero entresacar "De vita beata", quizás porque a lo mejor aspiramos a eso (partiendo de la base de que nuestra cabeza albergase algún sucedáneo de cerebro del que pudiera predicarse la inteligencia, que ya es mucha base de la que partir).
Gracias, JGB.

En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.