domingo, 30 de agosto de 2015

"CREENCIAS": UN POEMA QUE SE PUBLICARÁ


Sobre las creencias. Suponiendo que existan.





Creencias
No creo en Dios ni en dioses. Allá ellos.
No creo en ninguna ideología: encuentro excesivos defectos de fábrica.
No creo en persona alguna, desgraciadamente.
Ya no creo en nada de todo eso:
luzco demasiadas canas para ser creyente.
Vamos,
que no creo en casi nada
de todo eso en lo que la gente normal cree.
Creo
en algunos artistas geniales:
en Miguel Ángel Buonarroti,
en Manuel Vázquez Montalbán,
en Salvador Dalí,
en Silvio Rodríguez
y,
a lo mejor,
también en Joan Manuel Serrat.
Además,
creo
que este poema se está alargando
demasiado,
ya.


miércoles, 26 de agosto de 2015

Mañana. Nuevamente

Me piden unos poemas para una publicación colectiva, un gran honor.
Uno de ellos es el que incluyo aquí y ahora, que se recrea en la posible pereza del creador. No es ningún secreto: reivindico, en el creador, el derecho a la incoherencia y el derecho a la pereza. Faltaría más.


“Ponte / cómodo. Enciende / un cigarrillo. / Sírvete lo que más
te satisfaga. / Y piensa / en lo que ayer / te prometiste
-como hoy- / para mañana”
(Karmelo C. Iribarren: “Y piensa”, de “La condición urbana”).


Mañana. Nuevamente
Mañana
escribiré este poema.
Hoy tampoco encuentro las palabras
exactas.

lunes, 24 de agosto de 2015

LO BUENO DE REMIRAR "CARO DIARIO"

Lo bueno de remirar "Caro Diario" es que en el primer episodio del film paseo en motorino por Roma con Nanni Moretti. Y pasear por Roma no es algo que debamos dejar pasar nunca. Ni de modo vicario.
Lo bueno de remirar "Caro Diario" es que descubro que se puede pasear por la Garbatella, no sólo por le piazze e fontane turistiche, y aquello sigue siendo Roma (nota: siempre me gustó pasear por la Garbatella, como por la zona del Forte di Pietralata, pero no quedaba turístico decirlo).
Lo bueno de remirar "Caro diario" es que hago mías las locuras de Nanni, y durante el tiempo que dura no me siento solo.
Lo bueno de remirar "Caro diario" es que se comprueba que Jennifer Beals sigue igual de atractiva (miento: para mi gusto, mucho más) que cuando hizo "Flashdance".
Lo bueno de remirar "Caro Diario" es que voy reconociendo las zonas por las que paso con el motorino, y eso me gusta: me reafirma como flâneur romano, que es mi verdadera vocación vital.
Lo bueno de remirar "Caro Diario" es que el primer capítulo termina en el Idroscalo di Ostia, en el horrible monumento que colocaron allí donde mataron al Genio Pasolini de parada cardiorrespiratoria inducida (un ragazzo di vita con cara de rana, dicen que solo, algo que no se cree nadie). Eso me evita tener que visitar el horrendo monumento, que sería como matar otra vez a Pier Paolo, porque aquella cosa es exageradamente horrible. Nanni lo visitó por mí.
Lo bueno de remirar "Caro Diario".

domingo, 23 de agosto de 2015

A VUELTAS CON EL IMPOSTOR

Estoy terminando "El impostor", de Cercas, y con independencia de su valor literario (innegable), la apasionante historia me plantea dilemas éticos y estéticos. No podía ser de otro modo.
Como creador (chiquito, desconocido, mediano, siempre me gusta aclararlo) y amigo de la creación, no puedo estar en contra de la fabulación, estaría bueno. Pero... ¿dónde está el límite? Porque existen límites...
Recuerdo que mi admirado Jorge Semprún escribió páginas excelentes sobre los campos de exterminio, como hicieran Primo Levi en Italia y otros por otras partes, y todos fabularon. Fabularon para contar verdades, que es una causa muy legítima para fabular.
Semprún tuvo que escoger entre la escritura y la vida, e incluso con el tiempo publicaría un excelente trabajo con ese título. Recién salido de los campos optó por la vida, y no quiso saber nada de hablar o escribir sobre el tema, pero narra por alguna parte cómo una vez, pasados los años, escuchó a un antiguo internado en campo de concentración que contaba tan mal su experiencia que decidió que, para que se supiera la verdad, debía hacerse ficción (contaba tan mal aquello que nadie entendería lo que sucedió realmente). Y se decidió a escribir ficciones para dar a conocer esas verdades tan horribles. Y yo lo vi fantástico, y disfruté siempre con él y con su buen hacer creativo.
Leyendo sobre Enric Marco, el gran impostor que construyó sus mentiras sobre bastantes medias verdades (y excesiva megalomanía), tengo algunas dudas: se han traspasado algunas líneas rojas. Sin embargo, tampoco resulta posible una condena categórica, absoluta e inapelable, como hacen los cerebros químicamente puros, que juzgan con escuadra y cartabón y son capaces de concluir que, como persona, sobre 10 vales 3'4653 periódico.
Sigo pensando (sobre esto y sobre otras cuestiones), pues no lo tengo claro. No sé si debo confesarlo, pues lo de pensar y lo de dudar no está bien visto, y menos en agosto: esto es blanco, esto es negro y a correr. Esto bueno, esto malo, esto no merece la pena, esto sí...
Pero en fin, nunca estuve de moda. No voy a pretenderlo a estas alturas de la película.




jueves, 20 de agosto de 2015

Intuiciones desde el fondo de una jarra de cerveza

Se acaba de publicar en Tribuna Andaluza. (http://opinion2.tribunandaluza.es/antonio-j-quesada.html). Sin embargo, el tiempo transcurrido desde que lo escribí hasta que se ha publicado hace que me dé la impresión de que el texto ha nacido como tirando a viejo (¿nos acordamos, ya, de la comparecencia que origina el texto?). Aquí lo recojo, en todo caso.





Intuiciones desde el fondo de una jarra de cerveza

Antonio J. Quesada

En la vida me han fallado bastantes de las salidas aquellas que planteaba Pio Baroja en “El árbol de la ciencia”, con más o menos profundidad y desgarro. Incluso alguna que no planteara Baroja, y a lo mejor algo de lo que a él le fallara a mí no me sucedió. Pero tampoco es plan de confesar las cosas completamente, que luego lo utilizan en tu contra, como pasa en los juicios penales. Así que aquí lo dejamos, no entro en detalles. En plata: que a lo largo del camino, las cunetas de la vida se llenaron de diversos tipos de cadáveres, porque a lo mejor vivir era eso.
Y ahora que Málaga está en feria y hay que decir que es fantástica, que es la mejor del mundo y no sé qué más, para que la gente venga y pueda emborracharse a gusto, como cualquiera de los nativos que por aquí vegetamos, tengo todavía en mente las imágenes del Ministro del Interior explicándose en el Congreso de un modo que me hizo ruborizar las mejillas del alma. Los políticos de la escuadra contraria, porque esto parece una final deportiva, con hinchadas y todo eso, también intervinieron con interpretación de sonrojo ajeno, pero no nos engañemos: el que tenía que explicarse es el gestor, no el de enfrente. Hacer de oposición de la oposición, algo que en este país hacen todos y en todas las Administraciones, es de mediocres. Pero claro, este país tiene entre sus males la mediocridad: flotamos en ella y estamos todos marcados por ese estigma.
A ratos parezco de la Generación del 98: cuando tengo el Omeprazol a mano sigo completo el telediario y compruebo que me duele España. “España como problema”, se planteó un famoso transformista político alguna vez. “España es el problema”, dirán otros, porque de la mediocridad secular de este país tampoco se salvan los nacionalismos periféricos (esto no iba a ser exclusivo del nacionalismo español, obviamente). Flotamos en esa mediocridad todos, y nuestros representantes políticos son fiel reflejo de lo que socialmente somos (ya lo dijo Ortega en su día), por lo que incluso nuestros presuntos corruptos suelen ser presuntos corruptos mediocres. Me viene a la mente cierto dirigente latinoamericano capaz de utilizar un avión de la Fuerza Aérea estatal para ir a una capital iberoamericana a copular con una amante (razón de peso, donde las haya, para viajar). U otro capaz de pedirle un favor a Pinochet “de dictador a dictador” (logró el favor), de introducir en Estados Unidos, en la delegación oficial de su país, a Graham Greene y a Gabriel García Márquez, o de hablar con éste de “El otoño del patriarca” y confesarle que le había gustado mucho el libro, “porque los dictadores somos así, nos reflejas muy bien”. Qué grandeza en el ejercicio del mando poco democrático: ¡es tan literario!
Repito con frecuencia que lo bueno de pertenecer al Tercer Mundo es que, como creador, estoy en la gloria, pero esta triste piel de toro triste se caracteriza también por la mediocridad, y ni nuestros corruptos tienen grandeza. No se puede esperar: somos mediocres incluso en eso. Suelen ser nuevos ricos que se dedican a amontonar esos papelillos de colores llamados billetes, que hemos decidido que valen mucho, en sitios como Suiza, Andorra o no sé qué Islas del Caimán que se iba pa’la Barranquilla. España nunca vivió un verdadero Renacimiento al estilo italiano: por eso, no valoramos de esa manera la belleza y la clase como hacen allí (recordemos a Orson Welles en el Prater de Viena, con su reloj de cuco). A lo más que llegan nuestros próceres presuntos corruptos es a comer en restaurantes más caros, a comprar joyas llamativas, a hacer algún viaje pagado o, eso sí, a practicar el Plan Renove con la pareja, cambiando a la señora de su edad por una joven generalmente teñida, normalmente operada y en todo caso con ínfulas.
Mi experiencia me asegura que las ideas me han fallado en la vida con frecuencia, pero las intuiciones nunca, aunque no deba decirlo, pues suena poco científico. “A los niños les da por perseguir / el mar dentro de un vaso de ginebra”, cantaba Sabina. Hoy yo he encontrado algunas intuiciones en el fondo de una jarra de cerveza. A lo mejor las expongo otro día.