sábado, 10 de enero de 2015

JUNTO A LA TUMBA DE ANTONIO GRAMSCI

Durante mi última gran estancia en Roma (Roma: mi gran pasión) quise seguir los pasos de mi admirado Pier Paolo Pasolini y acudir a visitar la tumba de Antonio Gramsci. Está en el Cimitero Acattolico di Roma, en el Testaccio, detrás de la Piramide di Caio Cestio (se puede llegar fácilmente en Metro, Línea B, Fermata di Piramide). Cementerio protestante: a los países católicos tienen que venir los protestantes a enseñarnos a enterrar con dignidad a nuestros ateos y díscolos mentales, pero esto es otro tema. Allí está Gramsci (también Calvert Casey, por cierto, entre otros). Acudí una tarde de primavera e imité al genio Pasolini. No guardo foto del momento, en primer lugar porque fui solo (la mejor manera de alimentar tu educación sentimental en la vida) y, en segundo lugar, porque no me gustan las fotos en las que salgo, y por eso las evito a toda costa.
Reflexioné sobre muchas cuestiones junto a la tumba de Gramsci, me senté en la escalerita que estaba al lado de la tumba y escribí un poema, "Junto a la tumba de Gramsci", en cuyo título se aprecia la influencia de mi autor fascista de cabecera (todos debemos tener un fascista de cabecera, para sentir la llamada de la selva de vez en cuando), que es Ernesto Giménez Caballero (alguna vez escribió un libro titulado "Junto a la tumba de Larra", que estaba en mi casa desde mi más tierna infancia).
Además, escribí una columna con ese título que se publicó en Diario Málaga-Costa del Sol, periódico que publicaba mis paranoias creativas y que en paz descanse, por cierto (yo fui de los que apagó la luz en el Diario, como columnista). El poema, con el tiempo, se incluyó en mi "Cuaderno de Roma", y es el que sigue.


Junto a la tumba de Gramsci

                           Cimitero degli Inglesi (acattolico) di Roma, 20 de abril de 2006

Junto a la tumba de Gramsci
me reservo el derecho a soñar
e,
incluso, a errar.
Junto a la tumba de Gramsci
recuerdo
al maestro Pasolini,
que esparció las cenizas del santo laico por el mundo cultural.
Junto a la tumba de Gramsci
se mezclan diferentes aromas,
todos embriagadores:
huele a revoluciones, frustradas o traicionadas;
huele a cambio, tanto tiempo deseado;
huele a buenas intenciones, las mejores, quizá;
huele a… ¿futuro, en el mejor sentido de la palabra?
A Gramsci me encomiendo, al santo laico.
Y escribo todo esto
una tarde de primavera
junto a la tumba de Gramsci.

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