jueves, 20 de abril de 2017

"PAISAJE"


PAISAJE

 

 
Antonio J. Quesada


- Tú no conocías esta ciudad antes, ¿verdad? –preguntó el sargento, mientras descansábamos sobre unos cascotes y él sacaba unos cigarrillos.

- ¿Antes de cuándo, sargento? –pregunté, rechazando con la mano el cigarrillo que me ofrecía-. Gracias.

- Antes de que comenzara todo esto –señaló el fusil, como si tuviera la culpa del paisaje de muerte y destrucción en que estábamos-. ¿Nunca habías estado aquí?

- Pues no, la verdad es que no. Es la primera vez.

- Ya –dio una calada-. Es una pena: no sabes lo que era esto antes.

- Yo sí lo sé, sargento –contestó una voz desde detrás de donde estábamos. Era Ruggiero, tan echado para adelante como siempre-. Estoy contento por estar vivo y por haber tomado la ciudad, pero nunca podremos pagar el daño que hemos causado.

- Tú no eras de muy lejos de aquí, ¿verdad, Ruggiero? –pregunté, con curiosidad.

- Yo trabajaba aquí hasta que comenzó todo esto y me enrolaron –contestó-. Nací a unos kilómetros.

- Conocías entonces las iglesias, las murallas –comentó el sargento-…

- … Y las termas, sargento. Y las fuentes. Y las estatuas… Efectivamente, sargento, conocía todo.

- ¡Joder, qué putada es la guerra! –se veía preocupado al sargento. Era extraño: nunca le atribuí inquietudes artísticas o culturales.

- Yo no conocía este sitio, pero en los libros de arte del colegio nos hacían estudiar todo eso que decís –comenté.

- Habrá que cambiar esos libros, ya –apuntó Ruggiero, con la mirada perdida-. Ya casi nada de eso existe.

- Es cierto –comentó el sargento-. Ya casi nada de eso existe.

- Gracias a nuestra artillería y a nuestra aviación, sargento –apuntó Ruggiero-. No lo olvide.

- Eran posiciones enemigas, Ruggiero –añadí, pues no me gustaba la senda que aquello tomaba.

- Mal negocio, cuando la cultura es posición enemiga –interrumpió el sargento, mirándome fijamente.

- El hombre es un animal dañino, sargento –añadí, intentando salir del embrollo en que me había metido-. Pero nosotros no tenemos la culpa. La culpa es de los políticos.

- En la guerra se matan muchos hombres que no se conocen para evitar que se maten unos pocos hombres que sí se conocen –apuntó Ruggiero-.

 
Jamás hubiera pensado que mi batallón estaba plagado de intelectuales.


(Microrrelato presentado alguna vez a un concurso. No lo ganó, obviamente).

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