miércoles, 5 de octubre de 2011

YO, YO, YO Y... SI QUEDARA ALGO... PARA MÍ

En mi primer libro de poesía, mi primera gran imprudencia, incluí un poemilla sobre el egocentrismo que suele embargarnos, a unos más, a otros menos. Una vez leí, escuché a alguien decir (o, incluso, a lo mejor lo dije yo, no estoy seguro de casi nada), que lo que verdaderamente jode de la muerte no es que todo termine para uno, sino que la vida siga para los demás, y puede que no esté muy desacertado. Somos así, en líneas generales.
No sé: yo como creador, prefiero plantear preguntas, no aventurar respuestas (las respuestas las tienen, TODAS, los tertulianos de radios y televisiones, que en media hora reorganizan la galaxia).
Un abrazo, amig@s, GRACIAS por existir.


Egocentrismo infantil (y no tan infantil)

Cuando yo era colegial
siempre estaba inquieto pensando
en si mi ciudad seguiría viva durante
mi jornada escolar:
¿habría ancianos paseando?;
¿jóvenes que tomaran el autobús?;
¿los comercios estarían abiertos?;
¿habría personas en los cafés?
Por las tardes yo comprobaba que sí,
que todo eso ocurría.
Pero por la mañana no lo tenía claro.
¿Sería posible que la ciudad funcionara
sin mi participación?


pd. El sentimiento es real: la primera mañana en que, en día lectivo, no estuve en el cole, fue todo un descubrimiento: ¡había vida fuera del patio de recreo! Lo recuerdo como si fuera hoy...

2 comentarios:

  1. De algún modo, los más débiles siempre acaban en instituciones, sobre cuyas reglas no pueden decidir.
    Saludos.

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