domingo, 8 de febrero de 2015

TOUJOURS AVEC JORGE SEMPRÚN

Ayer volvía a ver el documental "Semprún sin Semprún", el excelente trabajo de Yolanda Villaluenga (http://www.rtve.es/…/20131…/semprun-sin-semprun/824660.shtml), y volvía a recordar al gran Jorge Semprún. He dicho por alguna parte que el último político que me interesó fue André Malraux, pero no es del todo exacto: después vino el Malraux español, Jorge Semprún.
En el documental se incide en algo que siempre me fascinó de Semprún: la cantidad de personalidades que, por cuestiones de necesidad, asumió, y cómo sus círculos más cercanos, de cada una de ellas, podían permanecer al margen de los otros círculos cercanos. Su familia no tenía por qué conocer a sus correligionarios políticos de cada momento, ni a sus amigos del mundo literario, del cine o de donde fuera. Ni éstos a los otros, podían ser compartimentos casi estancos.
Mi admirado Umbral ("Pacumbral") le definió como un "mal guionista francés", pero no es exacto (Umbral es un genio, también cuando es injusto). Semprún siempre me pareció un seductor increíblemente diligente, un afrancesado que, como tal, era demasiado educado para ser español, esa península asilvestrada de la que se suelen salvar históricamente algunos catalanes. Un país de algarrobos, de curas con trabuco y de iluminados de todo tipo que, como en el cuadro de Goya, se dan golpes hasta ver quién cae antes (Goya y Luis García Berlanga, los mejores intérpretes del alma de esta triste piel de toro triste). ¡Ay, la dignidad de los afrancesados, en este país de corridas de toros a las cinco de la tarde!
Semprún, ese escritor que nos ofreció un testimonio esencial de los campos de extermino y de la lucha contra la dictadura, y también de la lucha contra el pensamiento único comunista ("tranquilo, Jorge, que no mataste a Trotski", le comentaba mi admirado Vázquez Montalbán en alguna ocasión).
Releo con mucho interés a Semprún, "El largo viaje", "La escritura o la vida" (me recuerda también a mio caro Primo Levi, menos poliédrico que Semprún pero con un testimonio no menos potente en Italia sobre estos temas), los libros de Federico Sánchez, incluso cosas muy finales. Siempre con mucho interés. La lectura de sus trabajos completa mi imagen inicial de él: estaba yo en el cole cuando Felipe González trajo de Francia a un señor con aspecto de francés y civilizado ("demasiado civilizado, este señor" pensé ya entonces: a cualquier edad podemos tener arrebatos de lucidez) como Ministro de Cultura, y empieza a pegarse con el aparato guerrista del PSOE, enfrascado en todo el lío del hermano de Guerra, la guerra de Irak y no sé qué otras guerras (suena mucho aquí la palabra guerra: posiblemente suena demasiado esa palabra en la vida de Semprún).
Salió escopetado y volvió a París, seguramente recordando aquellas palabras de Vilallonga en "Patrimonio Nacional", del gran Berlanga: "¿Sabéis lo que os digo? Que yo me voy a Francia, que me voy a nacionalizar francés y a vosotros que os den morcilla, que a este país no se puede venir ni para heredar". Sí.
Aunque nunca perdió su nacionalidad española, era un escritor en francés que podía pensar en alemán. Un europeo, esa palabra tan maravillosa al margen de troikas y tecnicismos economicistas.
Semprún. Imprescindible.

1 comentario:

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