martes, 15 de agosto de 2017

MARIO BENEDETTI

Vuelvo, en estas fechas, a releer cuentos de Mario Benedetti. Le releo periódicamente (a veces cuentos, a veces novela, a veces poesía, incluso su biografía y ensayos).

Tengo con Benedetti una deuda impagable, como aficionado a su creación y como aspirante a creador. De Benedetti aprendí que se puede aspirar a la belleza desde la sencillez (como aprendí de Delibes), que se puede aspirar a ser creador sin que el ego salga en procesión por sí mismo cada mañana, que se puede uno comprometer con su trabajo (el gran compromiso del creador) y, además, aspirar a que los principios que consideras oportunos se plasmen en la realidad, luchando por ello. Y, cuando empecé a emborronar papeles, gracias a Benedetti conocí a personas inolvidables, también lectores de Mario, por medio de un club de lectores benedettianos sin fronteras.

Mario, con todo, está también muy maleado: para ser el más guay-solidario-progre-chupi-sensible del lugar (y de facebook, obviamente) está muy bien citar alguna presunta frase de Benedetti (y te da una pátina que no te permiten Coelho o Bucay), preferentemente unida a su rostro o a un paisaje o a una imagen africana. Por otra parte, también hay quien le tiene reparo atávico, porque no entra en sus cánones políticos (una vez me plantearon hacer un trabajo jurídico-literario, y cuando propuse hacerlo sobre "Pedro y el capitán" parecía que estaba mentando a Satanás; el mundo del Derecho, ya se sabe).

Ahora vuelvo a sus Cuentos, y siempre estoy cómodo con ellos (como con cualquier rincón de la obra de Benedetti). Con "Monteviedanos" (casi tan cómodo como con "Poemas de la oficina", que tanto me llegan, por mi modo de ser laboral). Con "La muerte y otras sorpresas". "Con y sin nostalgia" y "Geografías" me recuerdan que todo aquello de las dictaduras iberoamericanas (cuando el Cono Sur era conocido como "el Cono de la Bernarda") no era precisamente un invento. "Despistes y franquezas", con su prosa poética y la belleza desde la brevedad. Y así con todo: dicha y comodidad.

Vuelvo, en estas fechas, a releer cuentos de Mario Benedetti. Vuelvo a casa.

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