martes, 18 de diciembre de 2012

Prescindible


Si algo tengo claro es que soy perfectamente prescindible en la mayoría de los sitios en los que estoy (posiblemente una buena proporción de la gente que trato daría fe de ello). Mi auténtica vocación sería vivir en Roma, pasear por París o enfrascarme en un buen libro o película sin cortapisas. Ahí sí soy imprescindible y soy yo, pero todo eso es una conquista generalmente compleja. Hay que hacer cara al día a día; a la vida, esa traidora que te acaba matando, y eso quita mucho tiempo para ser tú: mover papeles con la nariz en el trabajo, devolver golpes aquí y allá, prevenir futuros golpes por aquí y por allá, no sulfurarse demasiado...
Y llegará un día, seguramente, en que tomaré la mochila, echaré cuatro libros imprescindibles y me iré por donde alguna vez llegué. Y no pasará nada.
Más perdimos en Filipinas, y volvimos cantando.

Cuando yo me vaya

Yo ya me habré ido.

Pero

cuando yo me vaya

llegará otro

o

llegarán otros,

posiblemente mejor

o posiblemente mejores

que ocupará

u ocuparán

mi antiguo lugar.

Cuando yo no esté

seguirá siendo precioso

pasear bajo la lluvia.

Cuando yo me vaya

Beethoven seguirá siendo

el gran maestro sordo.

Cuando yo no esté

ningún cine guardará luto por mí,

el sol saldrá religiosamente cada mañana

y tú sonreirás a ese alguien

como antes me sonreías a mí.

Cuando yo me vaya

el reloj seguirá en marcha,

las estaciones se sucederán

como hasta ahora,

en las fiestas tú tomarás

una copa de menos,

como hacías conmigo,

y tu gata se paseará

por las camisas de él,

como durante tanto tiempo

hizo con las mías.

Cuando yo no esté

nadie llevará el alma

a media asta

por mí.

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