miércoles, 19 de agosto de 2015

LEÓN TROTSKI COMO METÁFORA

Aseguran que hoy (o mañana, fecha que parece más segura) se cumplen setenta y cinco años del asesinato de León Trotski, allá en México (la tierra más hospitalaria del mundo: la única que finalmente aceptó al ex-dirigente soviético).
No me interesa hablar de política ni de historia (aunque Ramón Mercader tiene un buen libro...), pero sí utilizar a Trotski como metáfora, sin buscar exactitud científica sino plasticidad: ejemplo de político intelectual (que no es un intelectual político), símbolo de mente inquieta, la Historia le ha colocado eternamente frente a Stalin, ejemplo de maniobrero con pocas inquietudes intelectuales, pero que obtiene sus fines trabajando en los pasillos y en la sombra, logrando sus mayorías absolutas con pactos más o menos secretos hasta que puede mandar por sí mismo y entonces, ya, se acabó el turrón para el resto.
Trotski sufrió el típico pecado del intelectual ("intelectuales, cabeza de chorlito", pone Jorge Semprún en boca de Pasionaria): estar dedicado a tareas eruditas y elevadas y esperar que, en el grupo en que estás, acudan a buscarte por tu gran valía intelectual para capitanear la aventura que sea. ¿Cómo van a prescindir de alguien como tú, con tu bagaje? Sería un lujo inasumible...
¡Ay, intelectuales, cabeza de chorlito! Pensar eso es no saber cómo funcionan los grupos y, en el fondo, el mundo: los grupos suelen estar en manos de los Stalins, que en la sombra dedican todo su tiempo a tejer sus alianzas y hacen lo que tienen que hacer para evitar que otros más valiosos asuman el mando y les fastidien el chiringuito.
No quiero ser pesimista, pero mi experiencia me indica que casi todo colectivo de personas que conozco acaba en manos de los Stalins, y los Trotskis terminan apartados, hasta las narices, fuera del grupo o, como se descuiden, incluso con un piolet en la cabeza. Ley de vida. Ley debida. No confíen en lo que cuento a ciegas: miren a su alrededor, miren bien a derecha e izquierda, a ver hasta qué punto es exacto lo que comento...
En fin, que utilicé el aniversario o pre-aniversario de la muerte de Trotski, que tampoco tengo claro lo que es, para no hablar de él. Bueno, lo haré un poquito, que se lo merece: sin entrar en temas políticos o incluso culturales, que no me interesan en la figura de Trotski, siento por él la simpatía innata que me une a los derrotados. No se puede ser categórico, pues hay derrotados que no merecen la más mínima estima, pero es una tendencia innata que corrijo sobre la marcha, en cada caso. Similar a la de no sentir próximos a los vencedores, que en ocasiones merecen todo el respeto. De todo hay, obviamente, por esos caminos de Dios: no existen reglas universales ni en un lado ni en el otro. Pero será que no suelo vencer, que tiendo a estar con los perdedores. Donde habite el olvido, vaya...



Foto de Antonio J. Quesada.

2 comentarios:

  1. Por otra parte, también es cierto que es difícil encontrar Trotskis y Stalins químicamente puros. Supongo que hay grados...

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  2. Cuentan que Alcide de Gasperi y Giulio Andreotti iban juntos a misa. Pero mientras De Gasperi hablaba con Dios, Andreotti hablaba con el cura...

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