jueves, 13 de julio de 2017

LA CEREMONIA DEL ADIÓS

Acaba de publicarse en "Refugios" mi relato "La ceremonia del adiós". Un relato que nació como un sueño, se puso pesado y... no quedó más remedio que literaturizar y escribir.



LA CEREMONIA DEL ADIÓS



Antonio J. Quesada

A Simone de Beauvoir. Inevitable

- ¡Viene María Ángeles, viene María Ángeles! –suena una voz de mujer, algo alterada, por el pasillo-. ¡Quiere pasar al baño, por favor, haced hueco! ¡María Ángeles quiere pasar al baño!
Revuelo. Aparece María Ángeles, bastante desmejorada y con movimientos horriblemente lentos, ayudada por varias personas y dispuesta a entrar en aquel baño escolar. Es evidente que está muy enferma, la pobre. Entra en el baño, realizando un enorme esfuerzo.
Intento no mirarla fijamente: comprobar cómo una persona a la que conoces se desmejora por enfermedades malignas siempre me resultó exageradamente doloroso. Quizás esta actitud sea excesivamente egoísta por mi parte, pero me resulta inevitable. Debo meditarlo, en todo caso.
María Ángeles, mi profesora de Historia del Arte en el Instituto. Qué gran recuerdo mantengo de ella: sabía su materia y sabía transmitirla.
En un Instituto estamos, pero, sinceramente, no lo reconozco. El instituto al que fui y en el que conocí a María Ángeles, desde luego, no es. Pero, en fin, ¿todos los institutos el instituto?

Nervios. La reunión se desarrolla en el descansillo anexo al baño en el que María Ángeles entró. El clima, muy sentimental, es de emoción y tristeza contenidas. María Ángeles nos acompaña, muy debilitada, casi consumida, acostada en una cama. La única cama de la estancia: los demás asistentes estamos sentados en sillas escolares con mesitas escolares. Junto a María Ángeles, una señora que parece ser su compañera sentimental. Reconozco a una colega de la Secretaría de la Facultad en la que trabajo (no sabía que hubiese estudiado en mi instituto…). Hay más personas, pero no las reconozco. Todo es como indeterminado.

El acto se inicia o, cuando menos, tengo conciencia del mismo cuando se ha iniciado. Aunque no sé qué se ha tratado, soy consciente de que estoy allí, de que soy parte del evento y de que aquello avanza. Mi compañera de la Facultad va a leer un poema dedicado a María Ángeles. La emoción le embarga y no le sale la voz. Me pide que lo haga yo, ya que soy el poeta de la reunión. Me entrega el papel.
Me levanto, tomo el papel y leo el poema.
Leo hasta el final. Me parece un ripio horrible, pero hoy todo está justificado. Queremos tanto a María Ángeles...
Emoción.

Llega el momento. María Ángeles decide que ha llegado el momento. No toma la palabra, no se despide. No. Está demasiado débil para todo eso. Demasiado fuerte como para razonar y para decidir marchar, pero demasiado débil para tomar ahora la palabra.
No la miro: ya he aludido al egoísmo que me inspira en estos temas. Pero me consta que nos agradece la presencia allí, junto a ella, y la sentida despedida que le estamos ofreciendo.

María Ángeles toma la sustancia. Aunque no puedo certificar que eso fuera lo que pasó exactamente, me consta que es así.
La tristeza nos embarga. Miro para otro lado, ya he aludido a mi egoísmo en estos temas. No puedo evitar la tristeza: no volveremos a ver nunca más a María Ángeles.


PD: el sueño más desagradable que he tenido en mi vida. Decidí ponerlo por escrito a la mañana siguiente, como para intentar exorcizarlo lo antes posible. Me hizo mucho bien ponerlo negro sobre blanco. La pesadilla sólo me costó una noche de insomnio.


https://refugiosrevistacul.wixsite.com/refugios/single-post/2017/07/13/La-ceremonia-del-adi%C3%B3s

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