sábado, 5 de enero de 2013

AL BARRIO DE LA VICTORIA, BARRIO DE MI NIÑEZ

Hoy tengo el alma de bolero, a veces la tarde viene derecha. Y recuerdo que para no sé qué cosa que me pidieron alguna vez ofrecí este poema en el que hablo del Barrio de la Victoria, el barrio malagueño por el que yo trotaba cuando era niño. Si la infancia es la verdadera patria, como dijo cierto escritor-aviador francés... la mía debe rondar por allí.
Yo creo que la verdadera patria es la memoria, pero hoy no me atrevo a aventurar ideas, pues llevo el intelecto a media asta. Posiblemente durante estas navidades he comido almas en mal estado, y me están sentando mal.
Feliz día de Reyes, si es que existen (hace mucho que lo dudo, pero yo es que dudo de casi todo).


Nada


           Al barrio de la Victoria. Barrio de mi niñez

¿Qué sucederá

cuando

vuelvas al barrio de tu niñez,

después de tantos años trabajando lejos,

y

compruebes que

ya no existen muchas de las casas de vecinos de aquella época?

Cuando constates

que

ese barrio, ya,

vive sólo en tu mente.

Que casi nada de lo que ves te recuerda a aquello que era en tus tiempos.

Que ha muerto aquel hombre que te tocaba la cabeza

y siempre olía a anís y, un poco, a tabaco.

Que también falleció

el señor bajito que cada día tenía un duro en su bolsillo para ti

(y tú comprabas chucherías, loco de contento, y siempre te alegrabas de verle).

Y la señora algo rácana que regentaba la tienda de comestibles.

Y el borrachín, siempre sonriente y a punto de caer, aunque nunca cayó.

Y aquel señor que pintaba las fachadas de las casas por nada y menos.

Que la tienda donde ibas con tu madre a comprar el aceite

(el mejor aceite, aceite natural, el de la tienda de Lagunillas),

que tenía un encanto único ya entonces,

es hoy una sucursal bancaria como tantas otras

en tantos otros sitios.

Hasta

la casa, vieja, de tu abuela

es

hoy

un bloque de apartamentos

con una tienda de complementos en la parte baja.

Han desahuciado mis recuerdos.

¡La de juegos, en aquel patio que ya no existe, entre macetas hoy fallecidas!

La de buenos momentos, allí:

cuando ibas o venías de la clase de música

y

pasabas a ver a tu abuela y a tus tíos.

¡Qué alegría: la abuela viene a pasar el fin de semana a casa! ¡Bien!

Ya no queda nada:

ni abuela,

ni tíos,

ni casa.

Nada.

Hoy

gente extraña puebla todas esas calles

ya diferentes.

¿Qué hacer?

2 comentarios:

  1. ya lo conocía, es para mi ya un clásico de tu obra poética, una referencia.

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  2. Gracias, amigo Víctor, por tu cariño, es un poema sentido, en el que juego con mis demonios particularísimos,
    un abrazo fuerte,

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