miércoles, 17 de agosto de 2016

FEDERICO

Aunque hay cierta duda sobre la fecha exacta, parece que fue en la madrugada del 17 de agosto de 1936 cuando asesinaron a Federico. Ochenta años hace ahora de aquel acto criminal. Otra parada cardiorrespiratoria inducida, supongo.
Las veleidades de alguien que no era nada provocaron que se detuviera y, al final, otros terminaran asesinando al más grande creador del momento (por cierto, las hjias de ese alguien, conocidas actrices, sufrieron injustamente ese pecado original, ese estigma, durante toda su vida). Pero más de uno y más de dos ajustaron sus cuentas. 
Muy metafórico todo sobre lo que es este país, esta triste piel de toro triste: el fanatismo, la envidia, la mediocridad y el vuelo gallináceo acabaron con el Genio en estado puro (¿somos consciente de que Federico murió con 38 años? La obra que dejó y lo que hubiera podido escribir...).
Quiero recordarle con los versos de otro gran poeta, al que también mataron de aburrimiento existencial en el exilio (no estaba allí de Erasmus, por cierto): Antonio Machado. Y con el retrato que hiciera de él el gran Gregorio Prieto.
Federico merece ser recordado con genialidades creativas.


EL CRIMEN FUE EN GRANADA: A FEDERICO GARCÍA LORCA

1. El crimen

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.


2. El poeta y la muerte

Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»


3.

Se le vio caminar...
                    Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

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