miércoles, 25 de marzo de 2015

DE PASEO CON JUAN LUIS PANERO

Hoy salí de paseo con Juan Luis Panero. Ya hice un recorrido parecido con Michi, en su día, y salió un poema que tengo por ahí escondido, "Paseo astorgano". Pero hoy salimos Juan Luis y yo a huir un rato y a hablar de nuestras cosas: de la derrota, del suicidio ("el único problema filosófico verdaderamente serio", según me enseñó otro amigo hace ya tiempo, pues de casi todo empieza a hacer ya mucho tiempo), de cómo el paso del tiempo te va dejando la cabeza como la de un funcionario del Catastro, de las cunetas de la vida (pletóricas de ex-amigos, ex-banderas, ex-ideas y otros cacharros), de los alcoholes y demás paraísos artificiales... Y ante la estatua de su padre, Juan Luis recitó su mítico poema. Después de tantos años... el desencanto.
Fue un momento muy bello.

 FRENTE A LA ESTATUA DEL POETA LEOPOLDO PANERO

Poeta húmedo como Darío

te define Oreste Macrí

en la última edición de su antología.

Por supuesto no descubre nada nuevo,

el asunto de tu bebida ha dado ya mucho que hablar

y por otro lado la comparación con Rubén Darío es bastante honorable.

También se han comentado tus proezas en los burdeles

y algunos de tus amigos las suelen repetir

adornándolas con pintorescos detalles

(aunque es muy posible que esto te divertiría saberlo).

En cuanto a los arranques violentos de tu genio

para que mencionar lo que todos sabemos.

Sin embargo, para la Historia ya eres:

cristiano viejo, caballero de Astorga,

esposo inolvidable, paladín de los justos.

Y también en todo eso hay algo de verdad.

Sin duda eras un tipo raro y bien curioso.

Rojo para unos, amigo de Vallejo, condenado en San Marcos,

y azul para los otros, amigo de Foxá, poeta del franquismo.

“La caterva infiel de los Panero,

los asesinos de los ruiseñores”,

que airadamente escribió Neruda.

Y tu final —gordo y escéptico—,

con tus trajes ingleses que tanto te gustaban

y tu whisky en la mano, trabajando para una compañía norteamericana.

Y años después canonizado en revistas y libros

(excepto la alusión de Macrí), números de homenaje

y las calles de Leopoldo Panero

y las lápidas de Leopoldo Panero

y el premio Leopoldo Panero

y el colegio Leopoldo Panero

y tu efigie entre otras ilustres

en los muros solemnes del Ateneo

y por fin esta estatua de Lepoldo Panero

que contemplo en un helado atardecer

mientras llueve a lo lejos sobre el Teleno.

De verdad, me gustaría saber

si los muertos conservan un cierto sentido del humor

y frente a tu noble cabeza de patricio romano

(que podría escribir cualquier cretino)

“poeta arraigado”, “poeta de la esperanza”,

“leonés sajonizado”, “hombre de secreto”,

“eximio vate”, “gloria de nuestras letras”, etc., etc., etc.,

con tu libro de piedra sobre las rodillas

y tus ojos perdidos —extraño personaje—

puedes sonreÍr irónico y distante,

pensando en tu batalla perdida de antemano.

Yo así te lo deseo y no sin cierta envidia

—estar muerto en España es un lujo envidiable—

esta noche en tu casa mientras me sirvo un whisky

y en el pesado vaso de cristal rayado

el alcohol venerable y tu hijo primogénito

(por supuesto menos venerable) te rinden

—y no es broma— su más fiel homenaje.

2 comentarios:

  1. https://www.facebook.com/photo.php?fbid=1624260231123343&set=a.1529129900636377.1073741827.100006181456844&type=1

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  2. https://www.facebook.com/groups/253076588093120/permalink/902602836473822/

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