sábado, 30 de abril de 2016

TRABAJO SOBRE BORGES EN "MANUAL DE USO CULTURAL.31"

"Manual de Uso Cultural" publica un trabajito mío sobre "El otro", de Borges. Un placer que agradezco. Es el que sigue.






BRAINSTORM SOBRE “EL OTRO”
 


Antonio J. Quesada


Siempre que se me pide que hable o escriba sobre Borges, de entrada, me embarga una intensa emoción: es un placer casi religioso dedicar tiempo a lo que se venera. Inmediatamente esa felicidad se transforma en inquietud, pues uno teme no estar a la altura, mas algo después intento ser consciente de que es más que posible que no tenga nada verdaderamente novedoso que aportar, pero que podemos disfrutar con el Maestro. Intento ser posibilista. Es lo que me planteo siempre que me acerco a Borges desde mi pequeñez: diseñar una rayita en la superficie del océano y gozar con ella. Me divierte pensar que puedo parecer una especie de Pierre Menard pasado por el pellejo de Vittorio de Sica.


Posiblemente “El otro” es el relato que con más pasión releo del Maestro. “El otro” abre “El libro de arena”, publicado en 1975 y que, para Borges, era su mejor trabajo (aunque los críticos literarios, que saben todo de uno mejor que uno mismo, aseguran que no, que mejor mirar hacia atrás). No sé: lo que sí sé es que leo estos relatos con devoción (“Ulrica”, “El congreso”, “La noche de los dones”, “El espejo y la máscara”, “El disco”, “El libro de arena”…), y “El otro” me tiene especialmente seducido.


Sobre “El otro” se pueden comentar bastantes cuestiones, sugerentes todas: por ejemplo, es filosóficamente divertido dar la razón a Heráclito de Éfeso enmendándole, ya que no sólo no te bañas dos veces en el mismo río, sino que ni siquiera el río luce exactamente el mismo nombre (Rio Charles-Rio Ródano). Ese río que une y separa a la vez: todo evoluciona en la vida, y mirar las fotografías de ese viejo álbum en el que eres otro desconocido más puede causar estupor.


Por otra parte, es apasionante reflexionar sobre la figura del doble, y observar cómo revolotea por el cuento Dostoievski (¡ay, especialmente “El doble”!), pero también Whitman, Joseph Conrad, Rubén Darío, Verlaine o Coleridge, entre otros. Interesante resulta apreciar cómo en la vida se evoluciona, y cómo ese anciano que ahora eres mira al joven idealista y, a ratos, arrogante que fuiste con una mezcla de paciencia y actitud pedagógica (quizás para evitar lanzarle al río, que es lo que apetece).


Es un relato, “El otro” que genera un estado de incertidumbre que no se diluye ni una vez terminado, un poco como hacía aquel gato de Cheshire que diseñara Lewis Carroll en su inmortal “Alicia”. A lo mejor el relato nos alerta contra lo perjudicial de ser un Funes excesivamente memorioso: ¿es saludable tener presente a ese extraño que fuimos en el pasado, y que ya casi no reconocemos, o es preferible seguir caminando sin mirar atrás, no vaya a ser que nos transformemos en sal? ¿Soñamos alguna vez, en el pasado, con ser esto en que nos hemos convertido? Por cierto, ¿acaso en el pasado fuimos uno solo, y no más de uno? “Mi deber era conseguir que los interlocutores fueran lo bastante distintos para ser dos y lo bastante parecidos para ser uno”, confiesa Borges en el Epílogo del libro. Aterra pensarlo, aunque lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deje de ser aterrador. Además, si no cabe el engaño, el diálogo es más complejo: en el propio relato se explicita esta gran verdad. El ritmo de la lluvia de ideas sugerentes es frenético.


La madurez, además, concede derechos: te aporta la desinhibición para no sentirte hermano de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros o de todos los buzos, para asegurar que América está trabada por la superstición de la democracia y no se resuelve a ser un Imperio, o para saber que cada día que pasa el país natal, sea el que sea, es más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos (al fin y al cabo, la nacionalidad es un acto de fe; la más digna que conozco es la de “borrachín” que ostentaba Rick en “Casablanca”).


Y creo que ya no tenía que comentar nada más, pues parafraseando un pasaje del relato, mi memoria suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan. Como escribí en algún arrinconado poema, mientras quede algo de Borges por leer merecerá la pena aplazar el suicidio.

2 comentarios:

  1. Querido Antonio, bastante buena las reflexiones sobre el maestro y "el otro", llevo ya cuatro noches con Borges de las siete que grabadas en el Teatro de Buenos Aires allá a finales de los setenta: "La Divina comedia", "¿Qué es la poesía?, "las pesadillas" y "La ceguera" y aún tengo reservadas tres entradas para oír el resto en youtube. Toda una experiencia. Muy aconsejable.

    Como colofón, aporto un granito de arena sobre la memoria:

    Cuando todo lo escrito
    no sean más que huellas del olvido
    y no halles en tus recuerdos
    nada útil
    será el momento de volver
    a nacer,
    el renacer
    de los sueños perdidos.

    Espero te guste, un abrazo amigo Antonio en el día de las madres a las que le debemos la vida.

    ResponderEliminar
  2. Buenas compañías tenemos, amigo Víctor y... qué excelente colofón. Así da gusto hacer camino, con magníficos compañeros de viaje. Abrazos muy fuertes, querido amigo,

    ResponderEliminar