domingo, 14 de mayo de 2017

ÚLTIMO PARTE DE GUERRA

Uno de los mayores aciertos que he tenido en la vida, en un arrebato de lucidez, fue colgar las botas en el ámbito literario. Seguir escribiendo, eso siempre (no podría vivir sin ello), pero hacerme a un lado en la Corte y ver estas cosas desde la barrera. Que publiquen otros, y que salgan otros aquí y allá. Y yo, a lo mío: a escribir, a leer, a ver buenas películas y escuchar buena música y a disfrutar de la creatividad propia o ajena.
A veces suelo aparecer por aquí o por allá, como una cara de Bélmez, porque no sé decir que no cuando me invitan a algo (soy muy correcto, y no quiero que me consideren engreído o grosero, o me pongan verde si no voy a una lectura o yo qué sé; pero las únicas obligaciones de un jubilado, que yo sepa, son cuidar de las plantas en su volteriana terraza y alimentar a las palomas del parque más cercano a su domicilio).
Un muerto debe vivir tranquilamente y no dar excesivas señales de vida. Pero hoy recordaba un texto de cuando yo escribía y publicaba, y además era tan inocente que me sentaba mal la lucha entre poetas (de los desprecios y/o ignorancia ni hablo: sé demasiado de eso). Y pensaba que para que te premiaran y/o alabaran un poema tenía que cumplir requisitos como incluir en él flores (con nombre científico, prefenteremente) o mitos griegos y, condictio sine qua non, varias palabras ininteligibles, de las que requieren diccionario para ser entendidas (y si el sentido de la misma es el cuarto o quinto, arcaísmo casi abandonado recuperado por el poeta, todavía mejor).
Bueno, uno va madurando con los años.


http://antoniojetaquesada.blogspot.com.es/2017/05/ultimo-parte-de-guerra-literaria.html




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