Aseguraba un amigo de mi padre que robar horas al sueño era robar horas a
la muerte, porque era como recuperar tiempo (a lo mejor "tiempo de
descuento", que diríamos los aficionados al fútbol). Quién sabe, puede
que tuviera su parte de razón.
En ocasiones robo horas al sueño para ver cine, y he comprobado que así como existen libros nocturnos y libros diurnos (es cuento largo...), hay películas nocturnas y películas diurnas (es cuento no menos largo). Bergman, Antonioni, "Belle de jour" o "El último tango en París", por ejemplo, son ideales para la noche. De noche nos visitan los fantasmas, los miedos y la vida nos pone contra las cuerdas. El sol lo disfraza casi todo, porque de lo contrario no podríamos seguir viviendo.
Recientemente he robado horas al sueño para revisitar "El sur", de Víctor Erice (la tenía demasiado abandonada, muy necesitada de revisionado) y... no me ha defraudado. Otra película nocturna. Se notan la mano de Erice, la producción de Querejeta, el texto de Adelaida García Morales (¡ay, de reciente y triste actualidad!) y las interpretaciones fantásticas de Iciar Bollaín, Rafaela Aparicio (deliciosa) o de Omero Antonutti, travestido de Omero Antonutti, como siempre, con ese toque dostoievskiano que nos asombrara en otros sitios, como en "La verdad sobre el caso Savolta" (película que traslada al cine esa joya de Eduardo Mendoza dedicada a mi querido y añorado amigo Diego Medina).
Volví a ver reafirmada aquella idea que alguna vez escribí por alguna parte: “no se puede conocer, realmente, a ninguna otra persona, como a lo mejor es imposible conocer, en realidad, incluso a uno mismo. Somos islas, generalmente vírgenes, sin posibilidad de formar un archipiélago”.
"El sur". Una película nocturna.
En ocasiones robo horas al sueño para ver cine, y he comprobado que así como existen libros nocturnos y libros diurnos (es cuento largo...), hay películas nocturnas y películas diurnas (es cuento no menos largo). Bergman, Antonioni, "Belle de jour" o "El último tango en París", por ejemplo, son ideales para la noche. De noche nos visitan los fantasmas, los miedos y la vida nos pone contra las cuerdas. El sol lo disfraza casi todo, porque de lo contrario no podríamos seguir viviendo.
Recientemente he robado horas al sueño para revisitar "El sur", de Víctor Erice (la tenía demasiado abandonada, muy necesitada de revisionado) y... no me ha defraudado. Otra película nocturna. Se notan la mano de Erice, la producción de Querejeta, el texto de Adelaida García Morales (¡ay, de reciente y triste actualidad!) y las interpretaciones fantásticas de Iciar Bollaín, Rafaela Aparicio (deliciosa) o de Omero Antonutti, travestido de Omero Antonutti, como siempre, con ese toque dostoievskiano que nos asombrara en otros sitios, como en "La verdad sobre el caso Savolta" (película que traslada al cine esa joya de Eduardo Mendoza dedicada a mi querido y añorado amigo Diego Medina).
Volví a ver reafirmada aquella idea que alguna vez escribí por alguna parte: “no se puede conocer, realmente, a ninguna otra persona, como a lo mejor es imposible conocer, en realidad, incluso a uno mismo. Somos islas, generalmente vírgenes, sin posibilidad de formar un archipiélago”.
"El sur". Una película nocturna.