Hoy remiraba "Paisà", la segunda gran obra neorrealista de Rossellini, que narra la "reconquista" de la península italiana por las tropas aliadas en la segunda guerra mundial. No es la única (también de Sica hizo alguna cosita al respecto), pero tiene su valor añadido. Con todos sus problemas técnicos (cuando uno se informa sobre las condiciones de rodaje se perdonan algunas cosas, pues no son modos de actuar más que orientados por la necesidad), se deja ver con deleite. Especialmente me resultan excelentes el segundo de los episodios (el del soldado negro en Nápoles) y el capítulo romano, fresco social brevísimo pero no menos impactante (también algunos momentos del último capítulo, sobre todo aquella vieja idea de Rossellini de los partisanos flotando en el río con el cartel).
Interesante, "Paisà", no dejen de verla.
http://www.blogdecine.com/cine-clasico/paisa-rossellini-y-la-cruda-realidad
domingo, 31 de julio de 2011
viernes, 29 de julio de 2011
ELEGÍA HETERODOXA
La muerte de mi padre ha sido el suceso más terrible que he tenido que afrontar de momento en la vida. Escribí algunos textos para exorcizar lo exorcizable, para sobrellevar lo no sobrellevable. Entre ellos, esta "Elegía heterodoxa", como homenaje a mi padre y a Miguel Hernández, paisano de Orihuela, que fue premiada con un Accésit en el Concurso de Poesía de la UMA 2010.
Elegía heterodoxa
“(…) y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos”
(Miguel Hernández, “Elegía”, “El rayo que no cesa”)
A mi padre, el hombre más bueno que conocí. Con todo mi amor de hijo.
Siempre llega la muerte antes de tiempo.
Nunca nos acostumbramos al adiós.
Acabamos en viento: siendo viento.
PADRE: gracias por todo. Tú me hiciste,
generosamente, como soy. Mas
marchaste, prematuro, y quedé triste.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
Me faltan las palabras, expresivas,
para hablar de tu bondad, inabarcable,
y de mi alma, repleta de evasivas.
PADRE: nunca te dije que te amo.
Que fuiste lo mejor que viví nunca.
Te perdí y en mis versos te reclamo.
Llegamos tarde a lo vital, a lo importante:
faltan palabras, roces y caricias,
abrazos…: demostrar amor a nuestro amante.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
Concluyo estos versos ya sin calma,
para mostrarte, PADRE, para siempre,
los números rojos de mi alma.
Siempre llega la muerte antes de tiempo.
Nunca nos acostumbramos al adiós.
Acabamos en viento y siendo viento.
Elegía heterodoxa
“(…) y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos”
(Miguel Hernández, “Elegía”, “El rayo que no cesa”)
A mi padre, el hombre más bueno que conocí. Con todo mi amor de hijo.
Siempre llega la muerte antes de tiempo.
Nunca nos acostumbramos al adiós.
Acabamos en viento: siendo viento.
PADRE: gracias por todo. Tú me hiciste,
generosamente, como soy. Mas
marchaste, prematuro, y quedé triste.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
Me faltan las palabras, expresivas,
para hablar de tu bondad, inabarcable,
y de mi alma, repleta de evasivas.
PADRE: nunca te dije que te amo.
Que fuiste lo mejor que viví nunca.
Te perdí y en mis versos te reclamo.
Llegamos tarde a lo vital, a lo importante:
faltan palabras, roces y caricias,
abrazos…: demostrar amor a nuestro amante.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
Concluyo estos versos ya sin calma,
para mostrarte, PADRE, para siempre,
los números rojos de mi alma.
Siempre llega la muerte antes de tiempo.
Nunca nos acostumbramos al adiós.
Acabamos en viento y siendo viento.
lunes, 18 de julio de 2011
MI ADMIRADO "PACUMBRAL" SOBRE MI TB. ADMIRADO CARLOS BARRAL
(Extraído de Diccionario de Literatura", se despacha a gusto...)
"Poeta malo que lo sabía y bebía para olvidarlo. Prosista infame, en sus Memorias, que, entre el catalán, el francés y el castellano, no acierta un sólo adjetivo. (...) Iba de marinero sin yate y de bebedor sin oficio. (...) Era tan guapo que hasta iba de guapo, lo cual resultaba entre conmovedor y Muerte en Venecia, a sus años, sus últimos años. (...) Un Visconti malo".
A la hora de repartir estopa, "Pacumbral" no se quedaba corto...
"Poeta malo que lo sabía y bebía para olvidarlo. Prosista infame, en sus Memorias, que, entre el catalán, el francés y el castellano, no acierta un sólo adjetivo. (...) Iba de marinero sin yate y de bebedor sin oficio. (...) Era tan guapo que hasta iba de guapo, lo cual resultaba entre conmovedor y Muerte en Venecia, a sus años, sus últimos años. (...) Un Visconti malo".
A la hora de repartir estopa, "Pacumbral" no se quedaba corto...
jueves, 14 de julio de 2011
UN POEMA (O ALGO ASÍ)
Último parte de guerra (literaria)
En el día de hoy,
cautivo y desarmado el Ejército poético enemigo,
han alcanzado nuestras tropas
sus últimos objetivos militares.
El Parnaso está ocupado.
La guerra ha terminado.
(Ahora, para animar, que suene música militar
mientras
los (Poetas) Oficiales
pasean por el Parnaso
recitando a Góngora).
(Extraído de mi libro “Poesía a instancia de parte”)
En el día de hoy,
cautivo y desarmado el Ejército poético enemigo,
han alcanzado nuestras tropas
sus últimos objetivos militares.
El Parnaso está ocupado.
La guerra ha terminado.
(Ahora, para animar, que suene música militar
mientras
los (Poetas) Oficiales
pasean por el Parnaso
recitando a Góngora).
(Extraído de mi libro “Poesía a instancia de parte”)
martes, 12 de julio de 2011
EL POETA EN EL MERCADILLO (homenatge a la ciutat de Vic)
Hoy incluyo un poemilla inédito de una serie titulada "Poemes de Vic", escritos en la bellísima ciudad de la comarca de Osona, y que espero que se publiquen. Estas líneas son un pequeño homenaje al Mercadillo y a la ciudad.
Gràcies, Vic, per tot el que m'has aportat.
El poeta en el mercadillo
El poeta en el mercadillo
de la Plaça Major
(y aledaños).
Trapos, pollos, accesorios,
zapatos, caramelos, conejos,
¡qué sé yo! Todo se compra y se vende
en el mercadillo.
También,
afortunadamente,
libros.
Llibres i tantes altres coses.
Al poeta le agrada
perderse en el torrente del mercadillo.
Al poeta le agrada el mercadillo.
El poeta, en el mercadillo,
anónimo curioso,
se encuentra a gusto.
Gràcies, Vic, per tot el que m'has aportat.
El poeta en el mercadillo
El poeta en el mercadillo
de la Plaça Major
(y aledaños).
Trapos, pollos, accesorios,
zapatos, caramelos, conejos,
¡qué sé yo! Todo se compra y se vende
en el mercadillo.
También,
afortunadamente,
libros.
Llibres i tantes altres coses.
Al poeta le agrada
perderse en el torrente del mercadillo.
Al poeta le agrada el mercadillo.
El poeta, en el mercadillo,
anónimo curioso,
se encuentra a gusto.
domingo, 10 de julio de 2011
RELATO "EL POETA"
Buenas tardes, amig@s, este relato mío se publicó en la Revista literaria "Tierra de nadie" (2009).
Un abrazo, GRACIAS por seguir por aquí todavía.
EL POETA
“La vocación no se elige: se logra o se fracasa”
(J. P. Sartre, “El aplazamiento”)
- ¿Se puede, Maestro?
- Pasa, pasa, Emilio. Por favor –respondía el poeta a los golpes que sonaron en la puerta-. Te estaba esperando.
Emilio entró en la estancia. El poeta estaba sentado a la mesa, repasando unos textos.
- Emilio, estos versos están, ya, a punto. Toma los folios –le acercó unas hojas-, y ahí he incluido, en rojo, las correcciones. Pásalo a limpio y mándalo a la editorial inmediatamente. Ya sabes que me pidieron mucha premura. De todas formas, llamaré personalmente a Pablo esta tarde, para anunciarle el envío.
- Muy bien –Emilio tomó los folios-.
- Por cierto, Emilio, ¿han llamado los del periódico?
- No, señor. ¿Por qué?
- ¿Por qué, preguntas? –le subió el color-. ¡Porque son unos estúpidos, por eso! Todas las semanas sucede lo mismo con mi columna: el artículo tiene que estar listo, pero nadie viene luego a recogerlo. Después hasta se quejan, pero la culpa es suya.
- Llamaré, entonces, a ver qué me dicen.
- Llama, y ponlos de vuelta y media. Por cierto, ¿se sabe algo de la revista aquella que me pidió un poema y una crítica literaria del libro del chico aquel de Toledo?
- No, señor, pero puedo llamarlos otra vez, a ver si tienen alguna novedad. Además, teníamos que cerrar la lectura poética que le propusieron.
- Es verdad, no me acordaba ya –se tocó la cabeza, distraído-. Perfecto, hazlo así. Y llama también a los de la antología, hay que preguntarles el número de poemas que debo enviarles. ¡Ah!, y si la biografía mía la escribo yo o la hacen ellos. Pregunta también eso, que me tiene inquieto.
- Muy bien –Emilio toma nota de todo-. Nada más, ¿verdad, Maestro?
- Por ahora nada más, hijo. Haz todo lo que tienes que hacer y luego me cuentas.
- Perfecto.
En ese momento, se abrió la rejilla de la puerta y asomó una cara que hizo un gesto como de aviso. Entonces, Emilio se dirigió al poeta.
- Maestro, quiero presentarle a un lector suyo que le admira mucho y que estaba interesado en conocerle personalmente –ante el gesto de satisfacción del poeta, le llamó-. ¡Pasa, Miguel! –gritó, mirando hacia la puerta. Entró un joven, tímido, a la estancia del Maestro.
- ¿Se puede? –preguntó, tímido, el muchacho.
- Adelante, adelante, hijo. Es un placer conocerte –se le notaba muy agradecido con su lector-. ¿Lees mis libros, hijo?
- Leo todo lo que usted escribe, Maestro. Y será un honor poder ayudar a Emilio en su trabajo y poder estar cerca de usted.
- Maestro –empezó a explicar Emilio-, es tanta su actividad literaria que yo no doy abasto, y necesito ayuda en mi trabajo como secretario. Por eso, le he pedido a Miguel que colabore conmigo. Es un gran aficionado a la lectura, muy culto, y puede realizar una gran labor por su Obra.
- Muy bien, hijos. Lo primero para mí, -cambió de tono, dirigiéndose a Miguel-, ya lo sabe Emilio, es mi Obra. Por eso, todo es poco para ella. Todo se supedita a mi Obra. Muy bien, Emilio, muy bien. Sé que puedo confiar en ti.
- Maestro, vamos a dejarle solo, que tiene usted que seguir con su actividad creativa y nosotros tenemos que terminar con los encargos y poner orden en todos estos entuertos.
- Muy bien, hijos, muy bien. No sé qué haría sin vosotros. Os lo agradezco muchísimo –y se volvió hacia su mesa, comenzando a escribir algo y actuando como si estuviera solo en la estancia.
Salieron los dos de la habitación. Justo al salir, Emilio guardó en una carpeta azul los folios que llevaba en la mano e hizo un gesto de circunstancias (“¡pobre hombre!”, parecía querer decir con su gesto). Miguel se dirigió a él, pues era la primera vez que estaba allí.
- No parece peligroso, ¿verdad, Emilio?
- ¿Peligroso? No, ni mucho menos. El pobre se cree un poeta importante, pero no se mete con nadie. No da nada de guerra, ya lo verás, ojalá todos fueran así: sólo hay que aguantar esas ínfulas que se da con las revistas literarias, los poemarios, los artículos del periódico y las lecturas poéticas. Pero nada más, cuando le conoces y le coges la medida a sus rollos, verás que es un santo. ¡Ah, eso sí!: si le ves mosqueado, alábale su obra y punto. Se calmará en seguida.
- Creo, Emilio, que voy a estar muy bien en este sanatorio.
- Vienes de una prisión, chico. Vas a estar mejor que allí estés donde estés –Miguel sonrió-. Pero es cierto: comparado con otros centros, este destino es un paraíso. Plantéatelo casi como unas vacaciones, ya lo verás.
- Casi como unas vacaciones, eso es. Exactamente eso.
Y salieron al patio, a fumar un cigarro. Allí se unieron a otros dos enfermeros del centro.
- ¡Anda que lo del Madrid anoche! –comentó uno de los enfermeros, mientras ofrecía a los demás un tabaco muy bueno que le habían traído del extranjero-. Con lo que cobran esos cabrones no se puede tirar fuera un penalti, coño. Si es que no tienen vergüenza.
- Si tuvieran que ganarse el sueldo cada día, ya verías cómo cambiaban las cosas –contestó Emilio, encendiendo un cigarro.
Siguió muriendo la mañana. En el centro psiquiátrico y fuera del mismo.
Un abrazo, GRACIAS por seguir por aquí todavía.
EL POETA
“La vocación no se elige: se logra o se fracasa”
(J. P. Sartre, “El aplazamiento”)
- ¿Se puede, Maestro?
- Pasa, pasa, Emilio. Por favor –respondía el poeta a los golpes que sonaron en la puerta-. Te estaba esperando.
Emilio entró en la estancia. El poeta estaba sentado a la mesa, repasando unos textos.
- Emilio, estos versos están, ya, a punto. Toma los folios –le acercó unas hojas-, y ahí he incluido, en rojo, las correcciones. Pásalo a limpio y mándalo a la editorial inmediatamente. Ya sabes que me pidieron mucha premura. De todas formas, llamaré personalmente a Pablo esta tarde, para anunciarle el envío.
- Muy bien –Emilio tomó los folios-.
- Por cierto, Emilio, ¿han llamado los del periódico?
- No, señor. ¿Por qué?
- ¿Por qué, preguntas? –le subió el color-. ¡Porque son unos estúpidos, por eso! Todas las semanas sucede lo mismo con mi columna: el artículo tiene que estar listo, pero nadie viene luego a recogerlo. Después hasta se quejan, pero la culpa es suya.
- Llamaré, entonces, a ver qué me dicen.
- Llama, y ponlos de vuelta y media. Por cierto, ¿se sabe algo de la revista aquella que me pidió un poema y una crítica literaria del libro del chico aquel de Toledo?
- No, señor, pero puedo llamarlos otra vez, a ver si tienen alguna novedad. Además, teníamos que cerrar la lectura poética que le propusieron.
- Es verdad, no me acordaba ya –se tocó la cabeza, distraído-. Perfecto, hazlo así. Y llama también a los de la antología, hay que preguntarles el número de poemas que debo enviarles. ¡Ah!, y si la biografía mía la escribo yo o la hacen ellos. Pregunta también eso, que me tiene inquieto.
- Muy bien –Emilio toma nota de todo-. Nada más, ¿verdad, Maestro?
- Por ahora nada más, hijo. Haz todo lo que tienes que hacer y luego me cuentas.
- Perfecto.
En ese momento, se abrió la rejilla de la puerta y asomó una cara que hizo un gesto como de aviso. Entonces, Emilio se dirigió al poeta.
- Maestro, quiero presentarle a un lector suyo que le admira mucho y que estaba interesado en conocerle personalmente –ante el gesto de satisfacción del poeta, le llamó-. ¡Pasa, Miguel! –gritó, mirando hacia la puerta. Entró un joven, tímido, a la estancia del Maestro.
- ¿Se puede? –preguntó, tímido, el muchacho.
- Adelante, adelante, hijo. Es un placer conocerte –se le notaba muy agradecido con su lector-. ¿Lees mis libros, hijo?
- Leo todo lo que usted escribe, Maestro. Y será un honor poder ayudar a Emilio en su trabajo y poder estar cerca de usted.
- Maestro –empezó a explicar Emilio-, es tanta su actividad literaria que yo no doy abasto, y necesito ayuda en mi trabajo como secretario. Por eso, le he pedido a Miguel que colabore conmigo. Es un gran aficionado a la lectura, muy culto, y puede realizar una gran labor por su Obra.
- Muy bien, hijos. Lo primero para mí, -cambió de tono, dirigiéndose a Miguel-, ya lo sabe Emilio, es mi Obra. Por eso, todo es poco para ella. Todo se supedita a mi Obra. Muy bien, Emilio, muy bien. Sé que puedo confiar en ti.
- Maestro, vamos a dejarle solo, que tiene usted que seguir con su actividad creativa y nosotros tenemos que terminar con los encargos y poner orden en todos estos entuertos.
- Muy bien, hijos, muy bien. No sé qué haría sin vosotros. Os lo agradezco muchísimo –y se volvió hacia su mesa, comenzando a escribir algo y actuando como si estuviera solo en la estancia.
Salieron los dos de la habitación. Justo al salir, Emilio guardó en una carpeta azul los folios que llevaba en la mano e hizo un gesto de circunstancias (“¡pobre hombre!”, parecía querer decir con su gesto). Miguel se dirigió a él, pues era la primera vez que estaba allí.
- No parece peligroso, ¿verdad, Emilio?
- ¿Peligroso? No, ni mucho menos. El pobre se cree un poeta importante, pero no se mete con nadie. No da nada de guerra, ya lo verás, ojalá todos fueran así: sólo hay que aguantar esas ínfulas que se da con las revistas literarias, los poemarios, los artículos del periódico y las lecturas poéticas. Pero nada más, cuando le conoces y le coges la medida a sus rollos, verás que es un santo. ¡Ah, eso sí!: si le ves mosqueado, alábale su obra y punto. Se calmará en seguida.
- Creo, Emilio, que voy a estar muy bien en este sanatorio.
- Vienes de una prisión, chico. Vas a estar mejor que allí estés donde estés –Miguel sonrió-. Pero es cierto: comparado con otros centros, este destino es un paraíso. Plantéatelo casi como unas vacaciones, ya lo verás.
- Casi como unas vacaciones, eso es. Exactamente eso.
Y salieron al patio, a fumar un cigarro. Allí se unieron a otros dos enfermeros del centro.
- ¡Anda que lo del Madrid anoche! –comentó uno de los enfermeros, mientras ofrecía a los demás un tabaco muy bueno que le habían traído del extranjero-. Con lo que cobran esos cabrones no se puede tirar fuera un penalti, coño. Si es que no tienen vergüenza.
- Si tuvieran que ganarse el sueldo cada día, ya verías cómo cambiaban las cosas –contestó Emilio, encendiendo un cigarro.
Siguió muriendo la mañana. En el centro psiquiátrico y fuera del mismo.
jueves, 7 de julio de 2011
MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN (una paranoia sin fortuna)
Querid@s amig@s, les dejo un microrrelato que escribí para un concurso y que no se comió un rosco de vino, todo sea dicho. Es un homenaje a MVM, un referente ético y a ratos estético para este humilde escribidor. Un ejemplo de versatilidad literaria, de unión de lo divino y lo humano en sus textos (al estilo de Eco), de universalidad desde lo aparentemente local, etc. Hay "feeling", que diría el Pep.
Por cierto, entre los guiños de mi relato está una mención a "El pianista", libro que aprovecho para recomendar a todo aquel que se pregunte sobre el papel del creador en la sociedad.
Feliz fin de semana, espero que pasen un buen rato con mi paranoia-homenaje.
- Don Manuel, es un gran honor tenerle cerca –me sentí un poco intimidado, pese a que sus libros eran parte de mi vida como podían serlo esas fotografías de parientes que mi madre coleccionaba en el salón-. Soy un gran lector suyo, no imagina hasta qué punto.
- Gracias, Antonio, para un escritor es esencial saber que las cosas que escribe llegan a alguien.
- ¿Que si llegan? Por favor, necesito sus trabajos como respirar, don Manuel.
- Hombre, entre respirar y leerme le recomiendo lo primero –comentó, algo socarrón-. Yo lo llevo a rajatabla.
- ¿Sabe que sus trabajos han logrado construirme un imaginario propio del que no puedo prescindir? ¿Sabe que no puedo pasar por la Vía Layetana sin cambiar de acera, cuando llego a la altura de la Policía? ¿Sabe que conozco “Casa Leopoldo” como si fuera la palma de mi mano, pese a no haber entrado nunca?
- No se prive, Antonio…
- ¿Y que lloré cuando murió el Bromuro?
- Su época pasó, el mundo actual le superaba… -quedó pensativo.
- Seguro, don Manuel, seguro –cambié de tercio-. Disfruté “El pianista”, pero entendí que los perdedores siempre nos acabamos encontrando, a pesar de los pesares.
- Sí, tenemos tatuada nuestra condición.
- ¿“He nacido para revolucionar el infierno”? –comenté, malévolo.
- A lo mejor, nunca se sabe –se sintió halagado-. Conoce usted todo lo que he escrito…
- Todo no, don Manuel. TODO. Le necesito, Manuel –tomé su mano.
- ¿Esto es una declaración de amor? –comentó, con retranca-. ¿Me va a sacar a bailar? ¿Me va a poner un piso?
- Es más que una declaración de amor, Manuel. Ojalá fuera sólo amor. Es supervivencia.
- Jamás encontré un lector más necesitado de textos –quedó pensativo-. Cada día que no escriba me va a crear cargo de conciencia.
- Eso quiero: más droga. Usted es para mí como el polígono para el drogadicto.
- Es una manera de decirlo.
- Es una manera de vivirlo. Manuel, amo su literatura. Le amo a usted.
Entonces sucedió algo extraño: nos abrazamos y llegamos a fundirnos en una sola persona. Algo parecido a eso que dicen los curas que es el matrimonio canónico.
Me desperté. A mis pies, caído, el libro de poesías completas de Manuel Vázquez Montalbán. Mi autor fetiche.
Por cierto, entre los guiños de mi relato está una mención a "El pianista", libro que aprovecho para recomendar a todo aquel que se pregunte sobre el papel del creador en la sociedad.
Feliz fin de semana, espero que pasen un buen rato con mi paranoia-homenaje.
- Don Manuel, es un gran honor tenerle cerca –me sentí un poco intimidado, pese a que sus libros eran parte de mi vida como podían serlo esas fotografías de parientes que mi madre coleccionaba en el salón-. Soy un gran lector suyo, no imagina hasta qué punto.
- Gracias, Antonio, para un escritor es esencial saber que las cosas que escribe llegan a alguien.
- ¿Que si llegan? Por favor, necesito sus trabajos como respirar, don Manuel.
- Hombre, entre respirar y leerme le recomiendo lo primero –comentó, algo socarrón-. Yo lo llevo a rajatabla.
- ¿Sabe que sus trabajos han logrado construirme un imaginario propio del que no puedo prescindir? ¿Sabe que no puedo pasar por la Vía Layetana sin cambiar de acera, cuando llego a la altura de la Policía? ¿Sabe que conozco “Casa Leopoldo” como si fuera la palma de mi mano, pese a no haber entrado nunca?
- No se prive, Antonio…
- ¿Y que lloré cuando murió el Bromuro?
- Su época pasó, el mundo actual le superaba… -quedó pensativo.
- Seguro, don Manuel, seguro –cambié de tercio-. Disfruté “El pianista”, pero entendí que los perdedores siempre nos acabamos encontrando, a pesar de los pesares.
- Sí, tenemos tatuada nuestra condición.
- ¿“He nacido para revolucionar el infierno”? –comenté, malévolo.
- A lo mejor, nunca se sabe –se sintió halagado-. Conoce usted todo lo que he escrito…
- Todo no, don Manuel. TODO. Le necesito, Manuel –tomé su mano.
- ¿Esto es una declaración de amor? –comentó, con retranca-. ¿Me va a sacar a bailar? ¿Me va a poner un piso?
- Es más que una declaración de amor, Manuel. Ojalá fuera sólo amor. Es supervivencia.
- Jamás encontré un lector más necesitado de textos –quedó pensativo-. Cada día que no escriba me va a crear cargo de conciencia.
- Eso quiero: más droga. Usted es para mí como el polígono para el drogadicto.
- Es una manera de decirlo.
- Es una manera de vivirlo. Manuel, amo su literatura. Le amo a usted.
Entonces sucedió algo extraño: nos abrazamos y llegamos a fundirnos en una sola persona. Algo parecido a eso que dicen los curas que es el matrimonio canónico.
Me desperté. A mis pies, caído, el libro de poesías completas de Manuel Vázquez Montalbán. Mi autor fetiche.
martes, 5 de julio de 2011
UN POEMA DE ALBERTI
Los críticos sabios que en el mundo han sido coinciden en que el Alberti de "Roma, peligro para caminantes" no es, seguramente, el mejor Alberti. O algo así dicen, creo, en sus sesudas críticas. Sin embargo, dada mi relación de amor con Roma (soy su amante, no su marido; es cuento largo), he de reconocer que este librito de versos es, para mí, el más entrañable de Alberti. Quizás porque no puedo pasar por Via Garibaldi, 88 sin recordar a Rafael cojeando de los dos pies por el Trastevere, quizá porque sintonizo con el mensaje último del libro (esa Roma caótica que no sale en las guías de viaje) o quizá porque hay versos del mismo que me han marcado ("Quiero perderme en medio de tu aliento,/ ser aire popular entre tus aires", y tantos otros; ese gato-hijo que imagino en Largo Argentina). A lo mejor me sucede lo que a su extraviada paloma, que se equivocaba, y esos críticos sabios llevan la razón. Como siempre. Y yo no.
En cualquier caso, poco importa: prefiero sentir a saber. Dejo aquí un poema de dicho libro, "Cuando me vaya de Roma".
Cuando me vaya de Roma
¿Quién se acordará de mí?
Pregunten al gato
pregunten al perro
y al roto zapato.
Al farol perdido,
al caballo muerto
y al balcón herido.
Al viento que pasa,
al portal oscuro
que no tiene casa.
Y al agua corriente
que escribe mi nombre
debajo del puente.
Cuando me vaya de Roma
pregunten a todos por mí.
En cualquier caso, poco importa: prefiero sentir a saber. Dejo aquí un poema de dicho libro, "Cuando me vaya de Roma".
Cuando me vaya de Roma
¿Quién se acordará de mí?
Pregunten al gato
pregunten al perro
y al roto zapato.
Al farol perdido,
al caballo muerto
y al balcón herido.
Al viento que pasa,
al portal oscuro
que no tiene casa.
Y al agua corriente
que escribe mi nombre
debajo del puente.
Cuando me vaya de Roma
pregunten a todos por mí.
lunes, 4 de julio de 2011
AMARCORD Y DOCENCIA
Que Federico Fellini es una de mis pasiones no es ningún secreto para aquellos que me conocen. Y los que conocen su obra saben de lo poliédrica de la misma y del universo tan parcicular que creó.
Ahí dejo un enlace con una escena mítica de "Amarcord" ("Io mi riccordo"). ¿Quién no sufrió a alguno de estos docentes?
un abrazo, gracias por estar cerca
Antonio
http://www.youtube.com/watch?v=LeDZwWQUnL8
Ahí dejo un enlace con una escena mítica de "Amarcord" ("Io mi riccordo"). ¿Quién no sufrió a alguno de estos docentes?
un abrazo, gracias por estar cerca
Antonio
http://www.youtube.com/watch?v=LeDZwWQUnL8
sábado, 2 de julio de 2011
UN POEMA QUE ESCRIBÍ ALGUNA VEZ POR ALGÚN SITIO
Todos en mi contra
Decidieron acabar conmigo,
y cada uno tenía sus motivos para hacerlo.
Unos por simpático,
otros por antipático;
unos por inteligente,
otros por torpe;
unos por creído,
otros por modesto;
unos por progresista,
otros por conservador;
unos por ángel,
otros por demonio,
resultó que todos tenían motivos para eliminarme.
El caso es que,
todos de acuerdo,
acabaron conmigo
no se sabe exactamente en nombre de qué.
Decidieron acabar conmigo,
y cada uno tenía sus motivos para hacerlo.
Unos por simpático,
otros por antipático;
unos por inteligente,
otros por torpe;
unos por creído,
otros por modesto;
unos por progresista,
otros por conservador;
unos por ángel,
otros por demonio,
resultó que todos tenían motivos para eliminarme.
El caso es que,
todos de acuerdo,
acabaron conmigo
no se sabe exactamente en nombre de qué.
viernes, 1 de julio de 2011
UNA CANCIÓN: ARA QUE TINC VINT ANYS
Muy buenas, les dejo un ratico de buena música con el maestro Serrat.
Un abrazo,
Antonio
http://www.youtube.com/watch?v=IfcDNx4GO-w.
Un abrazo,
Antonio
http://www.youtube.com/watch?v=IfcDNx4GO-w.
PRIMER MENSAJE
Querid@s amig@s, inaguro este blog que no sé si tendrá continuidad, pues depende del estado de ánimo, de si no me calientan mucho la cabeza y me da por emborronar papeles y de si tengo algo que decir en cada momento. En cualquier caso, por aquí estaremos mientras el cuerpo aguante.
Bienvenid@s, confío en vernos de vez en cuando y tomar una ciber-cerveza.
Bienvenid@s, confío en vernos de vez en cuando y tomar una ciber-cerveza.
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