Triunfador
Escribir,
pintar,
esculpir,
hacer cine
o
cualquier actividad que
te eleve a la dignidad de Dios.
No te engañes:
jamás
gozarás de gloria de
provincias
en ninguno de esos
campos.
El periódico de la ciudad no sacará tu fotografía,
el Ateneo no te dedicará
homenajes
y los canales locales de
televisión regalarán su tiempo a otros
(políticos municipales,
cofrades, empresarios, artistas canónicos).
Nadie te mirará como a un
triunfador en tu barrio,
por tanto.
No pasa nada:
éxitos, fracasos,
impostores todos
(hace mucho tiempo que
nos lo enseñó Kipling).
Gozarás con la creación y
serás, por tanto,
afortunado.
Mientras sigas siendo ese
adolescente
que frecuenta bibliotecas
públicas y librerías de lance
para no dejar de soñar
jamás.
Ese bohemio que, en
horario de oficina,
se disfraza de respetable
funcionario
que cobra sexenios,
quinquenios y otros complementos
y que, de vez en cuando,
disfruta de un día de
asuntos propios
para perderse por
bibliotecas y librerías
(su Tiffany).
Esos sitios en los que,
realmente, eres la mejor versión de ti mismo.
Y,
aunque nadie lo sepa,
te sentirás un
triunfador.
(Antonio J. Quesada: extraído de "Un hombre que espera quién sabe qué")