jueves, 24 de octubre de 2019

MUERTO SIN SEPULTURA


Suelo repetir hasta la saciedad que me he jubilado como poeta. Que soy un ex-poeta, y cosas así. Y más o menos llevo razón, aunque juegue con la inexactitud, claro: no creo que jamás deje de escribir, porque para mí es como respirar, pero sí que he dado de lado a intentar publicar libros, a calentar la cabeza a nadie con mi maravillosa obra inédita o a ir de poeta, por la vida y/o por la Historia. Ir de Agente 007'5 con licencia para leer versos en salas y salones ya no me atrae ni me ilusiona. De eso sí que estoy jubilado.
Pero, en todo caso, tengo que intentar gestionar adecuadamente mis contradicciones: sin ir más lejos, hoy me ha surgido, por una parte, la posibilidad de leer poemas en un evento público y, por otra, la oferta de participar en un libro colectivo con un poema. En ambos casos me alegró que se acordaran de mí, no puedo negarlo y, después de considerar inadecuado declinar tan amables invitaciones, he aceptado. ¿Se puede ser más incongruente?
Soy una especie de muerto sin sepultura sartreano de la actividad creativa. Y es bien sabido: cuando a un muerto no se le entierra diligentemente acaba apareciendo cuando menos te lo esperas. Y, si encima, es más o menos poeta, al final acabará leyendo versos por alguna parte.

(Antonio J. Quesada: entrada del Diario en el que, de vez en cuando, escribo cosas; en concreto, 24 de octubre de 2019)

martes, 22 de octubre de 2019

PEPE CARVALHO

"Aquella mujer tenía entre los treinta años y un día y los cuarenta años y una noche. Sobre todo la noche, la noche le pesaba en las ojeras de luto lento, como su caminar de cuerpo presuntamente poderoso, presuntamente porque casi lo oculta con una gabardina de protagonista de película francesa años treinta, un puerto, bruma, Jean Gabin con el ala del sombrero caída sobre los ojos. También podría ser la gabardina de la triste heroína de Milord, en el supuesto caso de que la protagonista de la canción de la Piaf fuera una trottoir con gabardina.  Carvalho siempre la había imaginado así y se dejó ganar por la recién llegada, le entregó su cansancio de día inútil, sumado a otros días inútiles, destinados a perseguir maridos infieles; pero ya no a la antigua usanza, aquellas persecuciones condicionadas por el amor y los celos, la posesión y el misterio a perder el sentido del destino.

- Ahora las mujeres persiguen a los maridos por si se contagian de sida o para adelantarse con su abogado en la tramitación del divorcio, casi siempre con el propósito de quedarse el chalet, el miserable chalet de la quinta o sexta línea del mar.

(…) 

- … casi todos los escritores franceses se han especializado en el Barrio Chino barcelonés, desde Carcó a Mandiargues, pasando por Genet, que fue realmente quien mejor vivió ese barrio, porque lo vivió como ladrón y homosexual. Pero dudo que un exhibicionista opere en el barrio chino. Allí la gente está acostumbrada a todo y un exhibicionista sería considerado como un loco o como una redundancia.

- Tiene usted una gran cultura sobre la literatura francesa.

- Suelo quemar todos los libros que puedo, pero primero tuve que saber lo que decían. Cuando me di cuenta de que no me habían enseñado a vivir decidí quemarlos, de uno en uno, o de dos en dos cuando me entra la angustia, y pienso que ya me quedan pocos años de vida y en cambio cada año se publican  millones de libros".

(Manuel Vázquez Montalbán: "El exhibicionista")


PD: qué cómodo me siento siempre con Pepe Carvalho.

viernes, 11 de octubre de 2019

LITERATURA ÚTIL

Se publica en el número 5 de "Oropeles y guiñapos" mi relato "Literatura útil". Compruebo que no se han respetado los espacios que fijé para separar las diversas partes y, por tanto, resultará más complicado entenderlo en papel. 
Decidido: a partir de ahora pondré estrellitas para separar los cambios de plano en mis relatos. A lo mejor es lo que soy yo: una estrellita que intenta cambiar de plano, cuando toca, en el relato de la vida.

https://www.fundacionalambique.org/images/stories/oropeles5/revistaoropeles5.pdf



LITERATURA ÚTIL


Antonio J. Quesada

Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
Y así, entre tan socorridos Escila y Caribdis, organicé mi vida. Y no me fue mal, con ello, pues con ello hice carrera en la Universidad. Con ello hice mi Tesis Doctoral. Con ello preparé ponencias y/o comunicaciones para muchos Congresos. Con ello diseñé multitud de capítulos de libro. Con ello escribí artículos en revistas de impacto, de esas revistas que tanto gustan a las agencias de calidad para conceder sus acreditaciones a los profesores universitarios. Con ello dirigí cursos de verano, gracias también a los contactos oportunos (“el que no tiene padrino, no se bautiza”: lo aprendí hace mucho tiempo). Con ello me fui acreditando para todas las figuras de Profesor de Universidad habidas y por haber, incluyendo la de Profesor Titular de Universidad. Con ello hice mi ejercicio de titularidad. Con ello sigo mi camino firme con la mirada puesta en la acreditación para Catedrático. Con ello prepararé mi ejercicio de Cátedra, cuando me toque. Con ello pasearé mi Cátedra por España y resto del mundo, generalmente subvencionado por las Administraciones Públicas. Con ello.
La Universidad es(tá) así. Tengo una compañera que hace lo mismo que yo he hecho con la literatura y el compromiso, pero con la visión de género como “leitmotiv académico”. A ella le dan premios, y todo. Y ahí andamos los dos, a ver quién se convierte antes en Catedrático o Catedrática.
Es relativamente fácil trabajar así, cuando tienes la soltura necesaria y los contactos imprescindibles para divulgar lo que haces (“el que no tiene padrino, no se bautiza”: lo aprendí hace mucho tiempo): basta tener el oficio necesario para crear tu plantilla ideal (una especie de idea platónica de plantilla) y aplicarla a todo aquello que consideres susceptible de dar juego. ¿Algunos de mis títulos científicos? “La literatura comprometida de Mario Benedetti”. “La literatura comprometida de Manuel Vázquez Montalbán”. “La literatura comprometida de Rafael Alberti”. “La literatura comprometida de Vladimir Mayakovski”. “La literatura comprometida de Eduardo Galeano”. “La literatura comprometida de Jean-Paul Sartre”. Así con todo: teniendo una buena plantilla, es coser y cantar. “La literatura comprometida de Perico el de los Palotes”. Sí. Y, debo confesarlo, no me va nada mal en la vida. Estoy muy comprometido con la literatura comprometida: me va todo en ello.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
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Me habían hablado de los cuentos de Julio Ramón Ribeyro, pero nunca me había acercado a ellos. Decían que eran excelentes, pero el autor no me parecía lo suficientemente comprometido, por lo que difícilmente podrían servirme en mi trabajo. Por tanto, ¿merecía la pena perder tiempo con él? Ni para el trabajito anual, de cara al sexenio, podía servirme Ribeyro, seguramente.
Pese a ello, todavía no sé por qué, me interesé por mirar “La palabra del mudo”, publicado por Seix Barral en el año 2010. Supongo que, en último término, pensé que podría serme útil, de alguna manera. Ya intentaría arañar para algo, aunque fuese para una comunicación de algún congresillo en el que me pagaran el viaje y el hotel.
Siendo peruano, el tal Ribeyro, seguro que si uno rascaba terminaba saliendo algo conectado con el indigenismo o el compromiso político. Y, entonces, ya era cuestión de meter la plantilla y… viento en popa a toda vela: empezar a construir “La literatura comprometida de Julio Ramón Ribeyro”.

Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
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Acaba de acreditarse como Catedrática de Universidad, mi compañera. Al final, ella llegó antes. Yo llegaré, lo sé, pero tardaré algo más. Tampoco demasiado.
Era lógico, que llegara antes que yo: mi tema rinde, pero el suyo vende más, todavía. Mi compañera acaba de acreditarse como Catedrática de Universidad.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
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Llevaba aquella tarde el libro de Ribeyro en la mano. Realmente son muy buenos los cuentos, pero iba a devolver el libro a la biblioteca: a mí aquello no me servía para nada.
Caminaba pensando en mis cosas (en las palabras feas que un compañero de Departamento iba diciendo sobre mí por ahí, en los próximos sexenios, en el reciente quinquenio reconocido…) cuando un joven me abordó con una navaja, en plena calle. Que le diera lo que llevaba o terminaría mal, creo que dijo. Me quedé sorprendido y paralizado, y todavía no sé de dónde saqué la sangre fría necesaria para, haciendo como que buscaba la cartera, darle un puñetazo monumental con el libro de Ribeyro, en plena cara. 1035 páginas numeradas (y otras sin numerar) que impactaron en la mejilla izquierda del muchacho y provocaron una caída al suelo inapelable, como sucede en los combates de boxeo cuando uno de los púgiles lanza el golpe definitivo y el otro cae a la lona como si fuese un saco. La navaja salió rodando por alguna parte y él, como digo, cayó a plomo. Me quedé paralizado, mirándole, y estaba a punto de salir corriendo, para evitar posibles represalias, cuando comprobé, no sin cierta sorpresa, que se levantaba a toda prisa y, llevándose las manos a la dolorida mejilla, huía a toda velocidad en la dirección por la que vino. Olvidando, incluso, su navaja, y visiblemente aturdido.
En la calle me aplaudían. Yo era un héroe. No quise deshacer el error, pues salí muy bien parado de esta historia y a nadie le molesta que le tengan por héroe.
Agradecí los aplausos a la multitud y seguí mi camino para devolver el libro de Ribeyro, pues no me serviría para nada en la vida.
Pero llegué a la innegable conclusión de que, aquella tarde, Ribeyro también fue literatura útil.