lunes, 26 de marzo de 2012

OTRO RESCATE CON LA CIBER-CAÑA: EL SARTRE QUE PREFIERO

El Sartre que prefiero (Antonio J. Quesada)

Me siento incapaz de escribir algo objetivo sobre Jean Paul Sartre, pues a estas alturas de la película todo se ha dicho ya sobre él y todos han dicho ya sobre él. Por tanto, mientras siga en plenitud de facultades mentales (sinceramente, no sé cuánto tiempo más me durarán a este paso) jamás me metería en semejante embolado. Pero sí que estoy dispuesto a mirar subjetivamente a través de tan poliédrica figura, para decidir con qué me quedo, pues el personaje tiene demasiadas facetas interesantes como para disfrutarlas todas por igual. Por otra parte, dicho sea de paso, cada día valoro más lo subjetivo, conducirse sin ánimo de sentar cátedra en nada, así que miraremos subjetivamente a Sartre, y que los sabios nos perdonen.

Primera premisa de partida: admirar profundamente la obra Camus y de Malraux no me impide admirar también la de Sartre. No es incompatible todo esto, ni mucho menos. Menos mal que no les conocí personalmente y que yo no era conocido por ellos, pues teniendo en cuenta el ego natural de los literatos (para más inri, tres genios), seguramente me habrían obligado a elegir, como pasa en todos los mundillos literarios. No es el caso: a la vez puedo admirar el genio bribón y las contradicciones de Malraux, el compromiso bien entendido y la ética de Camus, y también celebrar al renacentista Sartre. Puedo deleitarme con los tres genios, allá ellos con sus líos propios. Posiblemente, si tuviera que elegir, me entendería mejor con Camus, me iría de juerga con Malraux y compartiría piso con Sartre. Pero como soy yo el que escribe estas líneas, por una vez en la vida puedo decir aquello de que "aquí mando yo", y no tengo por qué elegir nada en ningún sentido.

Segunda premisa: Sartre era un personaje renacentista. Hombre inteligente, autoridad filosófica, gran narrador, excelente dramaturgo y polemista polémico, todo en uno. También un genio insoportable y caprichoso, de acuerdo, pero esto no empaña todo lo anterior (a lo mejor, incluso lo acrecienta). Posiblemente, la última gran autoridad literaria francesa: su entierro en 1980 certificó el fin de una época (el epílogo foucaultiano fue un episodio menor). Montparnasse, divino fetiche funerario. Ya lo había dicho De Gaulle, cuando se negó a encarcelarle por los alborotos de "La cause du people": "no se puede encarcelar a Voltaire". Bravo, general, así se habla, no cargue con más responsabilidades de las necesarias (al fin y al cabo, ya cumplió con la Historia inventando la Francia Libre, sólo con una mesa y una silla, en Londres). La Iglesia católica incluyó en su Índice todos los libros de Sartre, pero éste era otro tema.

Tercera y última premisa: ¿qué Sartre prefiero, de todos los existentes, si es que tengo que elegir? Dediquemos a este tema nuestras líneas, a ver qué sale de ellas. Porque aquí sí quiero elegir. No todos los Sartres me llegaron por igual y hoy lo cuento, por si pudiera interesar a alguien (cosa que dudo con casi todas mis fuerzas).

Sartre era filósofo, ante todo y en todo momento. Su formación era filosófica y siempre fue un filósofo que hizo literatura, política o filosofía. Gracias a él asimilamos que el infierno eran los otros, que el hombre es una pasión inútil o que estamos condenados a ser libres, entre otras cosas. Sin embargo, el Sartre filósofo en sentido estricto, no se puede negar, es terriblemente complicado de entender. Obras como "El ser y la nada" o la "Crítica de la razón dialéctica" exigen una formación filosófica de gran envergadura para devorar sus párrafos con provecho. Ambas se cayeron de mis débiles manos a la primera tacada, no me quiero poner bien puesto. En este campo lo único que resulta legible para un lector medio es un texto de divulgación filosófica, "El existencialismo es un humanismo", aquella famosa conferencia que pronunciara y en la que divulgaba su filosofía para que llegara a círculos mayores que los de los filósofos al uso. Admirable: en este texto podemos hacer verdad aquello que dijera otro filósofo, Ortega y Gasset, de que la claridad era la cortesía del filósofo. Sartre era poco cortés, pero aquí se comportó.

Personalmente, como admirador de sus ideas, prefiero asimilarlas con azúcar, gracias al Sartre narrador. Éste sí me interesa más: el Sartre de "La náusea", de "El muro", de "Los caminos de la libertad", permite concluir que cuando uno es un genio, puede moverse en diferentes campos. Por cierto, de la trilogía de "Los caminos de la libertad", básica para entender la historia de Francia previa a la invasión hitleriana, me gustaría destacar cómo en "El aplazamiento", la segunda de las
obras, la compleja estructura nos traerá ecos de Dos Passos o, a los españoles, también del Cela colmenero (esta novela es frenética, desenfrenada, Hitler nos embarca a todos en una guerra y la estructura así nos lleva). Posiblemente haya que leer, después de la trilogía, "Los mandarines", de la Beauvoir, para cerrar el ciclo histórico francés, pero tampoco es imprescindible, no se preocupen. Gran narrador, Sartre: un buen filósofo que es capaz de difundir sus ideas mediante la narrativa no es moco de pavo. Se ganó por méritos propios el Nobel de Literatura en 1964 y lo
rechazó. Ese mismo año escribió una bella autobiografía, "Las palabras", demostrando que sabía no sólo dar sentido a las palabras, darles contenido, sino disfrutar también del continente.

Pero donde ese Sartre literato alcanzó sus mejores páginas, según mi discutible opinión, es con su teatro. Ahí llega Sartre a unos límites increíbles, ofreciendo admirables ejemplos de buen hacer literario, y frecuentemente sirviéndose de este vehículo para hacer más digerible el existencialismo a las masas o para permitir mirarnos como ciudadanos mayores de edad. Uno recuerda cosas como "A puerta cerrada", "Las manos sucias", "Las moscas", "La puta respetuosa", "Muertos sin sepultura", "Los secuestrados de Altona", "El Diablo y Dios", etc., y debiera hacer la ola, literariamente hablando. "A puerta cerrada" es posiblemente de sus obras dramáticas más filosóficas, y refleja el infierno, que en realidad eran los otros (que se lo digan a muchos estudiantes que comparten piso durante el curso: sin leer a Sartre ya lo habían asimilado hace mucho). Admirable: la columna periodística que mantuve en la prensa local malagueña hasta que la perdí llevaba el nombre genérico de "A puerta cerrada". Homenaje evidente a Sartre, además de ser la constatación de que para mí, el infierno, efectivamente, iban a ser los demás.

En "Las manos sucias" se ensucia él también, apuntando temas tan peliagudos y sugerentes como los criterios de oportunidad política, el intelectual y la política en general, el burgués y el partido obrero, el papel de la mujer en la lucha, los revolucionarios, el colaboracionismo, etc. Cuando se estrenó, montó la gran polémica, era inevitable: los comunistas se sintieron insultados por el burgués Sartre, y los reaccionarios veían la constatación de lo malos que eran los rojos, que hasta un rojo irreductible lo confesaba. Como siempre, cuando uno está en guerra todo sirve para embestir al de la trinchera de enfrente.

Sigue tratando la cuestión de la lucha contra el nazismo (o la responsabilidad por el mismo) en obras tan actuales como "Los secuestrados de Altona" o "Muertos sin sepultura"; juega con el anticomunismo de la época en "Nekrassov" o con el racismo norteamericano en "La puta respetuosa", pero tampoco descuida los temas clásicos, como se puede comprobar en "Las moscas", con Orestes y Electra dando tumbos por el escenario y plasmando inquietudes sobre la libertad y sus consecuencias (gran obra que provoca un orgasmo en los que siempre están mirando a la Grecia clásica).

En otros casos coge al toro existencial por los cuernos, y en "El Diablo y Dios" nos condena a la libertad y a la soledad, pues ni Dios ni el Diablo existen. Por tanto, tendremos que buscarnos las habichuelas metafísicas por nuestros propios medios.

En fin, Sartre poliédrico. Sartre polemista político, metiendo a veces la pata de modo descomunal (los genios lo hacen todo a lo grande). Sartre el prisionero de guerra de los nazis. Sartre el fundador de "Les Temps Modernes". Sartre, el compañero de viaje de los comunistas, pero casi siempre peleado con ellos ("Las manos sucias", Argelia, mayo de 1968). Sartre, el estudioso de Flaubert ("El idiota de la familia") o de las letras ("¿Qué es la literatura?"). Sartre, el mandarín
cultural, con la Beauvoir del brazo.

Sartre, el gran dramaturgo que nos regaló existencialismo y mucho más sobre las tablas de los teatros.

Sartre, ese genio.

jueves, 22 de marzo de 2012

ANDRÉ MALRAUX, EL GENIO DE LAS IDEAS PARA UN LADO Y EL FLEQUILLO PARA EL LADO CONTRARIO

Muy buenas, entre los calores de los debates (¡¡más madera, amig@s, Susana, Dani,...!!), rescato de otra esquinita de la red este trabajillo sobre otro de mis grandes referentes, André Malraux.
Ya hay que tener cintura para tener como referentes a Camus, a Sartre y a Malraux, pero uno es así.
Uno acaba siendo como así... ahí les dejo estas reflexiones.

"André Malraux", Antonio J. Quesada

Alguna vez he escrito, ya, sobre André Malraux, en algún sitio. Pero Malraux es tan apasionante para mí que tengo épocas en mi vida en las que vuelvo a leerle y vuelvo a repensarle (al ser un genio tan complejo, esto no sólo es perfectamente posible, sino gratamente enriquecedor). Ahora intentaré volver a aclararme a mí mismo acerca del genio, aprovechando estas líneas. En su día le califiqué como “el mejor imitador de sí mismo”, y creo que estaba en lo cierto, porque creó un estilo que otros han intentado imitarle con mayor o menor fortuna, pero nadie ha llegado a ser Malraux mejor que el propio Malraux (el que lo intentó con más ahínco, afrancesado hasta en eso, fue Jorge Semprún/Federico Sánchez; ese mal guionista francés del que hablara alguna vez “Pacumbral”).

Posiblemente no haya habido mayor ejemplo en el siglo XX de escritor-aventurero a lo grande. Una “Antoñita la fantástica” de las letras y de la política, pero a lo grande siempre. Un Byron con acento gabacho. Un simple repaso por sus obras nos da idea de que, literariamente, es uno de los más grandes del Siglo XX: desde su obra maestra, “La condición humana” (Premio Goncourt), hasta sus míticas “Antimemorias”, pasando por “La vía real”, “Los conquistadores” (debate con Trotski incluido, al hilo de este libro), “El tiempo del desprecio” (despreciada por él mismo, cuando cambió de acera política), “La esperanza”, dan idea de que estamos ante un gran escritor. Si a ello unimos que traficó con obras de arte en Oriente y fue condenado por ello (aunque sus mamarrachadas orientales sirvieron para salvar un templo khemer), que capitaneó una escuadra de aviones en España sin saber volar (que le pregunten a Hidalgo de Cisneros), que fue un resistente antinazi extraño, que él mismo llevó al cine un libro suyo, que se enamoró de De Gaulle y siempre estuvo en sus gobiernos, que escribía de arte sin ser experto y que quería irse a pegar tiros a Cachemira al final de sus días, comprobaremos que posiblemente su mejor personaje novelesco fuese sí mismo. Tras veinte años peleándose con sus ex-coleguillas, los comunistas, va a China a ver un rato a Mao, lo logra y se queda extasiado delante de él. Luego verá su foto en La Sorbona, junto a las del Che, Lenin y Fidel, y le entrarán ganas de destrozar tanto icono subversivo. Sus ideas, como su flequillo, iban ya para el otro lado. “Oiga, que yo combatí en España”, espetaba un anciano a una estudiante que le impedía la entrada a las jornadas subversivas de la universidad. “Sí, como Malraux”, contestó la puñetera sabionda.

Con él nunca se sabía si lo que contaba era realidad o ficción, pues iba inventando sobre la marcha su propia realidad y releyendo su propia historia (de modo parecido a como describiera Orwell en “1984”). El momento sublime de estas invenciones llegó con las “Antimemorias” (alguien capaz de escribir unas “antimemorias” es capaz de cualquier cosa). En ellas realiza esbozos de cosas, personas o libros. Y cuando la realidad no le gusta, se la inventa y asunto terminado: así se inventó al Mao que le dio la gana, y la entrevista descrita en el libro fue como él hubiera querido que fuera, no como sucedió en realidad. Pero ya se sabe que el artista es un Dios a su manera, que crea como le parece oportuno.

Nunca tragó a la Beauvoir ni a Sartre, y tuvo con ellos tanganas importantes, por cuestiones políticas y de otro tipo. Decía algo en lo que tenía razón (y yo, sartriano sentimental, debo reconocerlo): el exceso de inteligencia perjudica a las novelas, pues la realidad no está a la altura de esa sobredosis de cultura que describen algunas novelas. Y a Sartre le pasaba.

Camus, cuando recibió el Nobel, comentó que debía haber sido para Malraux. El Ministro se infló de orgullo como un globo gigantesco a punto de echar a volar. A los comunistas, desde que se acomodó bajo el ala derechista de “Chalsdegol”, ese dictador blando o ese demócrata autoritario, como sea, les dedicó lo mejor de su visceralidad política. Tenía que hacer méritos entre las derechas, claro está, pues él venía de donde venía. Y cuando iban los comunistas a reventarles los actos a los gaullistas, Malraux se encaramaba a la tribuna y, lleno de tics, les gritaba por el micrófono “¡por fin llegáis, os estuve esperando en Guadalajara y no vinísteis”. Mentira todo, pero... ¡qué bien dicha! Decía Cela de Dionisio Ridruejo que era un señor que había pasado toda su vida equivocándose, a lo mejor se le puede aplicar a Malraux. O no, que diría un gallego.

Al final de sus días casi se va a pegar tiros por Cachemira: ni su sobrepeso, ni el alcohol ni sus setenta años se lo impedían. Aventurero siempre. Llevó “la Gioconda” a Estados Unidos, obnubilado con Jackie Kennedy (después Onassis), y ésta montó una cena donde tuvo la precaución de no sentar a la mesa a ningún Nobel (era su espina clavada, claro). Firmó manifiestos contra nuestro Centinela de Occidente cuando éste, un mes antes de verle la cara a Dios, se llevó por delante a cinco chicos, fusilados al alba, como era costumbre aquí.

Poco después moriría el propio Malraux. Fue un vividor que acertó en lo literario y que tuvo tiempo de equivocarse en casi todo lo demás. Pero a lo grande. Un genio.

viernes, 16 de marzo de 2012

SER POETA ES UN PROBLEMA

Iba hoy con la ciber-caña y he encontrado, en una esquinita de Internet, este viejo texto mío. No sé, está curioso... hoy lo escribiría de otro modo, supongo (hay giros en los que ya no me reconozco, pero soy coherente y cargo mi cadáver a cuestas), pero creo que hay bastante de mí ahí, todo el que era y algo del que soy,
La ciber-caña me dio para mucho...

SER POETA ES UN PROBLEMA (Antonio J. Quesada)


Cada uno podrá pensar lo que quiera, ya que este mundo es libre o eso nos hacen creer, pero desde mi modesto punto de vista, ser poeta es todo un problema. Los poetas, sin embargo, egocéntricos ellos, descendientes directos de un Dios que puede que ni exista, no se dan cuenta de esto y siguen paseando por la vida con la mirada perdida, diseñando estrofas en el aire y extasiándose delante de una puesta de sol excesivamente bella o de los ojos azules de la chica que les tocó enfrente en el autobús.

La consecuencia es evidente: deben entrar en el primer café que encuentren abierto, pedir algo y sentarse a escribir eso que llevan ya en mente. Así jugarán a ser Dionisio Ridruejo en el Café Gijón (sin saber que a Ridruejo le iba más charlar que escribir tomando café). Luego, puede que todo lo escrito acabe en las proximidades de su personal rincón del olvido. O puede que no, que lo utilicen para algo. Pobres hombres, en cualquier caso: nunca se enterarán de qué va la historia esa de vivir.

Además, si la literatura es el reino de la libertad, la poesía es, dentro de esa extraña monarquía, la región más libertaria, si cabe: todo puede ser poesía. Y si, rizando el rizo, parto de la base de que la poesía existe “per se”, en la naturaleza, y que el poeta lo que hace es acercarla a esa persona que no es capaz de captarla por sí misma, pues entonces ya tenemos montada la ensalada literaria a lo grande. Con el poeta como una especie de medium especializado en realizar sesiones de espiritismo rimado. Y con tintes mitológicos, además, pues si yo fuera poeta diría, con la mejor prosa poética de que fuera capaz, que el poeta es una especie de Prometeo de las letras que roba a los dioses el fuego sagrado de la poesía en estado puro para acercarlo a los hombres.

Pero a lo que voy, que tiendo a dispersarme: que ser poeta es un problema, de eso estoy convencido. El poeta vive en todo momento buscando poesía, es algo innato en él. Y se vive como poeta, no se olvide nunca. Si se tiene, además, talento para escribir, el interesado intentará reflejar en versos eso que captó, y si no lo tiene, se limitará a gozar egoístamente de esos destellos poéticos que tiene la suerte de vislumbrar. Hay quien vive la poesía que no escribe. Algo así dijo Wilde antes de que entre todos le condenáramos a muerte, por sobresalir del resto de la población.

De esa forma, poeta, puedes pasar por la vida tan ensimismado que nada te afecte: no te enteras de que al chico que pasa a tu lado le han quitado la cartera en el metro, de que la señora de la cola del supermercado ha dejado a la niña con la vecina, un momento, para bajar a comprar tomates (a ver cómo se hace una ensalada sin tomates...), de que esa chica que va por la acera de enfrente tiene un cuerpo de modelo... Uno va pensando en sus cosas, en esos poemas que nunca escribirá, en ese concurso al que presentará versos. Y que necesariamente perderá, porque los sabios de turno decidirán que eso no era poesía, que era farsa poética, y que mejor debía irse con los bártulos a otro sitio y dejar de molestar en ejemplares grapados y por triplicado, que es como molestar tres veces y con grapa. Porca miseria, que diría un italiano poco poético (¡ay de mi!, cuando empiezo a recitar mis penas en otra lengua se avecina lo peor...). Pasa la vida, paralela a nosotros, y nosotros, alumnos libres del Parnaso, estamos en otra cosa. Necesariamente.

El poeta tiene una sensibilidad exagerada y eso no conviene en el mundo de hoy: lo práctico es multiplicar los números del banco, antes en pesetas y ahora en euros. Pero, ¿fabricar versos? Yo, que tengo algo de poeta aunque no por lo que escribo, sé lo que es mendigar en las editoriales para ver si pueden publicar tus cosas imperfectas, y es terrible. Te miran como pensando “pobre desgraciado, viene aquí a venderme versos, ¿en qué mundo vive este tío?, en vez de ligarse a la hija de un Secretario de Negociado de algo y pegar el braguetazo y a vivir, se me presenta aquí a medio afeitar, despeinado y moviendo unos folios donde dice cosas en verso”.

Y no digo ya nada para ligar, eso es terrible: no te comes un rosco, palabra de honor. Porque para conseguir una cópula, ese exceso de sensibilidad es fatal: no sirves para abordar de modo chulesco a una tía en un bar (en un bar las chicas suelen ser tías), tratarla como a una cosa y tocar las teclas necesarias para acabar compartiendo líquidos, sudores y olores, que eso es el sexo si se desprende de tequieros, ereslamujerdemivida, quéharíayosinti y todo eso (el Amor es otra cosa, no mezclemos). Seguramente será más eficaz para estos menesteres tener un físico de campeonato o un impresionante artilugio erótico bajo la cintura, que nunca está de más, antes que una sensibilidad poética a flor de piel. Mal negocio, nuevamente. ¿Imaginan a un poeta en una discoteca, enumerando los concursos que lleva perdidos, y explicando a su presa que todo se debe a que es un genio incomprendido? Así nadie ligó nunca en Torremolinos a una extranjera, sé de lo que hablo. Nadie que vaya de Van Gogh literario tiene éxito en un bar de copas.

Pero bueno, no quiero terminar de modo agrio mi artículo. Sigo convencido de que ser poeta es un problema, pero a la vez es algo ilusionante, porque es mirar algo más allá. Necesariamente. Puede que ni escriba, pero se intuye a un poeta a legua. Y les dejo con un poema que escribí una vez, titulado “Pero seguiremos riendo”, donde apuesto por seguir defendiendo el sueño del poeta, a pesar de todo:

“El último bando del Alcalde / ha prohibido la risa en nuestro término municipal, / salvo en caso de celebraciones cristianas y fiestas locales. / Aunque / la ignorancia de las leyes no excusa / de su cumplimiento, / nosotros conocemos la ley, / pero / seguiremos riendo por las esquinas. / Miraremos de reojo por si viene la guardia, / de acuerdo, / pero seguiremos riendo.”.

Que Dios nos ayude a todos.

RECITAL DE POETAS MALDITOS (CON PASOLINI DEBAJO DEL BRAZO)

Muy buenas, hoy informo de un acto en el que participo este lunes, por si alguien está interesado en pasarse (es fastidiosilla la hora, lo entiendo...). El lunes 19, a las 10'45, en el Aula de Grados María Zambrano de la Facultad de Filosofía y Letras de Málaga se hará un recital de poetas malditos por l@s chic@s de la Revista Espartano, revista universitaria, y participaré después de seleccionar un poema muy autobiográfico de Pier Paolo Pasolini, "Poema delle ceneri" (iba a dejar un enlace con el mismo, pero no lo encuentro, prometo buscarlo...).
Leeré algunas partes, en italiano, y luego traduciré el texto, esperando no ser un "traduttore molto traditore".
Quien quiera asistir, está invitado,
un abrazo, GRACIAS por seguir por aquí

martes, 13 de marzo de 2012

"Carrer fantasma": un poema de Vic dissenyat per ajudar a salvar les adoberies

Que soy un amante de la bella ciudad de Vic no es ningún secreto, supongo. Que el Merma és el meu amic y que con el Carquinyoli tengo menos confianza, que la Biblioteca Joan Triadú sigue siendo refugio sabio (también La Tralla), que disfruto de su mercadillo cada dissabte, de sus menús del día (les seves botifarres, les seves amanides i tants altres bons plats), del Temple romà o de sus puentes, todo ello no constituye misterio alguno. También que soy alguien concienciado con que hay que salvar el Barrio de les Adoberies, junto al río. Sería gran temeridad perderlo. Sería irreparable.
Ahí van unas líneas escritas en dicho barrio, junto al río, entre gatos y humedades, a la hora en que más pega el sol y le da un toque neorrealista a todo, se quiera o no. Inolvidable. Salvem les adoberies!


Carrer fantasma

Carrer de les Adobaries,
¿barrio fantasma?
(“Tapís. Obra social”).
Todo
tapiado
por todas partes.
Sol. Calor. Ruinas sin derribar. Cristales a medio romper.
Todo
cegado
por todas partes.
No existe más rastro de vida
que
los “abuelitos” voladores,
flotando.
Sol. Calor. Ruinas sin derribar. Cristales a medio romper.
Algún gato. Alguna rata. Nadie. Nada.
Carrer fantasma.

jueves, 8 de marzo de 2012

MI PADRE, UN TAL ALBERT CAMUS

Leo por algún sitio (http://www.lavanguardia.com/libros/20120308/54266012191/albert-camus.html) que la hija del gran Camus, Catherine, recoge la vida del premio Nobel en "Solitario y solidario", un álbum de citas y fotografías que explican su compromiso político y estético. Camus es un referente ético y estético (es un Bogart de las ideas), no puedo no comentar aquí esta noticia pescada con la ciber-caña.
Alguna vez escribí que prefiero equivocarme con Sartre antes que acertar con Camus, pero es que soy un esteta perdido... auqnue esté convencido de que quien tiene la cabeza más en su sitio es Camus. Pero... ¿cuándo he pedido a un creador que tenga la cabeza en su sitio?
En fin, ahí queda eso: nunca es tarde para remirar las obras completas del Maestro. Tan actual siempre. Yo llegué al existencialismo mirando para los lados en la calle, cada mañana, y conociendo el mundo que me rodea, pero... luego leí en Camus todas esas cosas que vivía, y eso refuerza. Es difícil, en cualquier caso: el existencialismo no es un camino de rosas, pero no sé si esto puede ser de otra forma. Los que no tenemos más iglesia que la belleza creadora somos así de enrevesados, a lo mejor.

lunes, 5 de marzo de 2012

PIER PAOLO PASOLINI A LOS 90 AÑOS

Hoy el genio Pier Paolo Pasolini hubiese cumplido 90 años, si no se hubiese cruzado con unos... ragazzi di vita? allá por 1975 (¿seguro que fue "La Rana" Pelosi, él solito?) y si la vida le hubiese respetado, algo que tampoco está tan claro.
Su muerte sí que encierra una auténtica trama oscura, de esas que si pillaran "El Mundo", Mayor Oreja o alguno de los "gatos al agua" que por ahí campan acabarían siendo responsables la ETA, el PSOE y los sindicatos de clase (cuando se supo de su muerte, Andreotti comentó que "él se lo buscó"...).
Allá todos. Lo que es seguro es que los fans de PPP seguimos poniendo una vela laica en el altar laico del Idroscalo de Ostia.
PPP, ese genio creador renacentista.
PPP, mi vecino de Ponte Mammolo.
PPP, GRACIAS.


http://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20120305/54262083098/la-misteriosa-muerte-de-ppp.html

jueves, 1 de marzo de 2012

VISCA EL SEXE DELS ÀNGELS

"Lleonard o el sexe dels àngels" es una novela que escribió el gran Terenci del Nilo allá por el pleistoceno medio de los años 60, años revueltos, y dejó así como colgada, según nos cuenta Pere Gimferrer por algún sitio. Con el tiempo, Terenci rescataría todo aquello y en el año 1992 le dieron el Premio de Novela Ramon Llull por ella.
Menos mal que la rescató: Terenci se convierte en Notario fiel de la Barcelona de los 60, describiendo con humor el pessebre cultural català, sin que falte ninguna de sus figuritas (ni siquiera el caganer), en los tiempos grises del Centinela de Occidente, que no terminó de acabar con la cultura de la tierra. Están casi todos, en ese clima de grisura oficial y efervescencia oficiosa: desde los fascistas de toda la vida hasta las mentes más inquietas, los creadores bajo palabra de honor, los izquierdistas canónicos, los catalanistas también canónicos, más izquierdosos y catalanistas de diversos pelajes, decoradores de interiores e, incluso, de exteriores, homosexuales, locas y locazas, catalanistas-papanatas que leían todo lo que salía en català, por malo que fuera, pero nada en castellà, por bueno que fuera (bueno, salvo "El Quixote", del Miquel de Servantes, sí; noi molt maco, aquest Miquel).
Los espectros de Barral, de Pla, de la Balcells, de los "latinochés", de Castellet, de Bocaccio, de los Regàs y de tantos otros (del propio Terenci) aparecen y desaparecen, y en el centro de todo, como un San Sebastián o como esa criatura divina del Teorema pasoliniano (le pongo la cara de Terence Stamp, será por algo), Lleonard, rompeolas de todas las pasiones de todo tipo (eróticas, patrióticas, literarias, geográficas, históricas...).
"El sexe dels àngels". Esencial para disfrutar de una obra de arte, pero también para reflexionar sobre la creación, sobre el mundo de los creadores y sobre Catalunya o las Catalunyas existentes, unas más bellas que otras. Y la gran duda... ¿estaremos dando vuelta al sexo de los ángeles, o esto que hacemos, sea lo que sea, merece la pena?
Imprescindible lectura, en tot cas, para abrir la mente ("ah!, alerta!", que diría Monegal): és imprecindible entendre que respectar la pluralitat d'un Estat i les seves múltiples cultures ens enriqueix a tots, i amb aquesta novel·la ens enriquim tots.
Visca Terenci! Visca el sexe dels àngels! Y viva la literatura bien hecha, sea en la lengua que sea, pues como dijo aquel, una lengua se ve beneficiada si se escribe buena poesía y buena narrativa con ella, antes que pintadas en las paredes.