PASOLINI Y SU... ¿CINE MENOR ?
Antonio J. Quesada
Nuevamente vuelvo con Pasolini debajo del brazo. No puede ser de otro
modo, ya que es uno de mis referentes éticos y estéticos y termina
entrando por la puerta, por la ventana o por la alcantarilla. Y hoy no
vengo a reivindicar al Pasolini narrador y poeta, al que tanto admiro, o
al Pasolini polemista, que tan sugerente me resulta siempre (aunque no
coincida con sus posturas y, a ratos, incluso me irrite), sino al
Pasolini cineasta. Al regista. Posiblemente el más conocido.
Me dejo hoy de recordar “Poesia a Casarsa”, “Ragazzi di vita” (Premio
Colombi-Guidotti, 1955), “Una vita violenta” (Premio Crotone, 1959),
“Poesia in forma di rosa”, “Le ceneri di Gramsci” (Premio Viareggio,
1957) o su póstuma “Petrolio”, entre tantas otras. Tampoco sus trabajos
como opinador polemista, removiendo las consciencias sociales (“Le belle
bandiere”, “Il caos” o “Lettere luterane”). Hoy no toca todo eso,
aunque todos estos trabajos me hayan servido para formarme como soy,
para disfrutar más de Roma y sentirme tratado como un lector y un
ciudadano inteligente.
No. Hoy vamos a centrarnos en su cine, pero tampoco en todo su cine,
pues sería muy largo de describir. Todos disfrutamos con aquella
tragedia subproletaria romana llamada “Accattone”, con ese emerger
pequeño-burgués de “Mamma Roma”, encarnado en la siempre genial Anna
Magnani (alguna vez escribí que “La Magnani es esa bellísima fea que nos
recuerda quiénes somos de verdad, aunque a lo mejor no nos guste
reconocernos”), con su personal visión del “Vangelo”, con esa emergencia
del Tercer Mundo que comienza ya en “Uccellacci e uccellini”, con la
influencia chaplinesca en “La terra vista dalla luna”, con los trabajos
míticos algo autobiográficos (Edipo, Medea), con la enfermedad burguesa
de “Teorema”, la obediencia de “Porcile”, la masacre de “Saló o los 120
días de Sodoma”, o la “Trilogia della vita”, auténtico cine contra el
Palacio (“El Decamerón”, “Los cuentos de Canterbury” y “Las mil y una
noches”). No nos encaminaremos por ahí hoy. Tampoco por sus trabajos
sobre el tercer mundo (Sopraluoghi in Palestina, 1963-4, Appunti per un film sull’India, 1967-8, Appunti per un’Orestiade africana, 1968-1973 e Il padre selvaggio, 1962-1970).
Ya en parte tratamos algo estos temas: en su día, por ejemplo,
creímos encontrar el hilo conductor entre sus dos primeras novelas,
“Ragazzi di vita” y “Una vita violenta”, y sus dos primeras películas,
“Accattone” y “Mamma Roma”, pero hoy vamos a otra cosa. Hoy quiero
dedicar mi atención a piezas consideradas menores dentro de la obra de
PPP. Tampoco vamos a realizar un estudio científico de estos trabajos,
pero sí plantearnos si, realmente, merecen pasar tan desapercibidos en
la obra de Pasolini como son tratados. Intuimos que no.
- “La ricotta” (1963). La narración de la tragedia personal del
subproletario romano Stracci, ese buen ladrón, nos llega al alma. Los
perros de los poderosos devoran la comida de los que nada tienen, y
éstos deben reinventar el mundo cada mañana y ganarse el pan cada día,
porque esa costumbre de comer aprieta varias veces al día. En este caso,
el pan es requesón (es “la ricotta”). El desarreglo alimenticio lleva
al protagonista a morir en la cruz, inocente, rodando una escena de
crucifixión que resultó demasiado real. En el film, además de
interesantes inquietudes pictóricas, hay cierto elemento autobiográfico,
plasmados en los versos de las “Poesia mondane”, después recopiladas en
“Poesía en forma de rosa”. Y, ante todo, está Orson Welles, ese genio,
haciendo de director de cine (¿de Pasolini?) y recitando los versos de
PPP. ¿Un trabajo tan filosófico (que nos induce a meditar sobre tantas
cuestiones esenciales), pleno de poesía pasoliniana, con la intervención
de Orson Welles y con un mensaje metafísico tan presente merece ser
considerado una obra menor? Lo dudo mucho.
- “La rabbia” (1963) es un montaje de repertorios con imágenes reales
que van desde sucesos políticos de la época hasta Ava Gardner o Sofía
Loren, bellos animales femeninos que dan un toque frívolo a eso tan feo
de la política. La guerra, el racismo y el hambre se integran en la
sociedad neocapitalista, no son desorden sino orden, y el film fue
acusado de populismo y de “inclinación al lamento”. Allá cada cual: PPP
pretendió sabotear la normalidad, el conformismo de la mayoría de la
sociedad, y eso es muy interesante. Como siempre, PPP como centinela
moral. El film fue un fracaso completo, y está envuelto en la polémica
con Guareschi, la otra pata de esta mesa: el reaccionario creador de Don
Camilo presentaba la guerra desde una óptica de derechas, insoportable
para PPP (y posiblemente para cualquier alma mínimamente sensible).
Pero, ¿puede ser un fracaso un film donde, además de todo lo descrito,
la voz de la poesía es la del gran Giorgio Bassani y la voz oficial es
la del pintor Renato Guttuso? Como veremos, un hilo conductor la une a
“Comizi d’amore”, otra obra considerada menor.
.- “Comizi d’amore” (1963-1964), como “La rabbia”, con la que le une
un importante hilo conductor, también ha sido acusada de populismo y de
“inclinación al lamento”. Con ella PPP pretende darnos otro toque de
atención colectivo, en este caso mediante las investigaciones con
entrevistas y con los comentarios propios, de Moravia y de Musatti,
relativos a la sexualidad en la Italia de la época. El toque de atención
es más local y objetivamente más restringido. La gran duda: ¿qué es la
normalidad? Cuidado con este concepto, pues la prostitución, la
discriminación entre sexos y el desprecio a la diversidad aparecen como
normales, ahí es nada. La ignorancia escogida, la peor (tan religiosa), y
la ignorancia no escogida, la menos reprochable, se enseñorean con la
Italia de la época, matando la esperanza. Posiblemente, los rayos de
luz en este muro no contestaran a las preguntas de PPP. ¿Un trabajo de
esta envergadura puede considerarse un producto menor? Que le pregunten a
Moravia, ese genio. Poner a hablar de sexo a los italianos de la
puritana época no es poca cosa.
- “Che cosa sono le nuvole” (1967). En un pequeño teatro de títeres
de periferia, unas marionetas representan a Shakespeare, y en las pausas
se interrogan sobre el sentido de la vida y la verdad. Como a lo mejor
es la vida, que en sus curvas uno se detiene a pensar y repensar. En
esta obra se unen un trabajo juvenil de Pasolini (“I Turcs tal Friul”),
el repertorio típico de este tipo de teatros, Shakespeare, Paisà, Pinocchio,
Velázquez y Calderón. Intervienen los habituales Titò, Ninetto, Laura
Betti, etc. A pesar de ello, de la profunda reflexión calderoniana y de
la influencia de Foucault, pasó casi desapercibida. Con estos mimbres
literarios, artísticos y cinematográficos, ¿acaso no debe salir un buen
cesto?
- “La sequenza del fiore di carta” (1968-9). Riccetto-Ninetto, con su
amapola de papel, va saltando por una calle de Roma (¿la Via
Nazionale?) alegre, sin darse cuenta de la guerra y violencia que existe
por todos los sitios del planeta (por cierto, Ninetto, como siempre,
saltando alegremente). Las voces de Dios le invitan a tomar conciencia,
pero él sigue inocente. Y la inocencia, en este mundo, se paga, y muere
sujetando su flor. Existe un hilo conductor con “La ricotta”, por esa
inocencia que acaba en resultado fatal. ¿Un trabajo con tanto encanto
merece ser considerado una obra menor? Posiblemente en su duración lo
sea
En conclusión, estamos ante trabajos aparentemente menores, pero que
si les dedicamos un poco de atención e interés, a lo mejor nos
sorprenden: hay crítica, poesía, cine, creatividad... Sorprenden. A mí
me ha sucedido. No me atrevería a hablar de trabajos menores.