https://refugiosrevistacul.wixsite.com/refugios/single-post/2018/03/09/El-carro-de-heno
EL CARRO DE HENO
Antonio J. Quesada
“El mundo es como un carro de heno y cada
uno toma lo que puede”
(Proverbio flamenco)
¡La de horas que
habré pasado en El Prado, delante de “El carro de heno”! La de textos que habré
consultado, y la de páginas web (hay que modernizarse…), para profundizar en el
sentido de esta obra. De esta y de tantos otros lienzos de El Bosco, todo sea
dicho: pero “El carro de heno” es especial para mí, y siempre intenté indagar
con más énfasis en cada leve detalle de este tríptico. Sólo con El Bosco tendría
materia para doctorarme, para pasar del Instituto a dar clases en la
Universidad, para sacar allí la titularidad, la Cátedra e, incluso, para convertirme
en una autoridad mundial en la materia, si el viento es propicio. Todo ello sin
salir de El Bosco, porque con él sucede como con el cerebro: que en realidad conocemos
una pequeña parte.
El Bosco nunca
dejará indiferente: es un género en sí mismo. Y no es necesario ser Profesor de
Historia del Arte, como es mi caso (aunque sea en un Instituto), para que te
suceda. No. Siempre cito como ejemplo a mi buen amigo Ernesto, que es Profesor
de Derecho mercantil (bueno, en realidad es poeta, pero vive profesionalmente
del Derecho mercantil, pues subsiste explicando los contratos bancarios y no sé
qué cosas más a generaciones de distraídos), y no puede pasar por París sin
extasiarse delante de “La nave de los locos”. Nunca lo hará. Hasta tal punto
que, cuando programa una de sus periódicas visitas a París, se aloja en un
hotel cercano al Louvre, y a lo largo de cada una de sus jornadas parisinas
siempre encontrará un hueco para plantarse delante del cuadro y dedicarle la
atención que merece. Nunca falla. Y asegura que cada vez que lo hace descubre
algún detalle nuevo.
Recuerdo, qué
gracia, cuando escribió un relato titulado “Desde ‘La nave de los locos’” y lo
mandó a ese periódico gratuito que regalan en el Metro. Fue divertido: lo
publicaron y el hombre iba satisfecho y encantado, con un lote de periódicos
debajo del brazo, regalando ejemplares a sus amigos. El creador, en el fondo,
es como un niño: con la de artículos y libros de Derecho mercantil que lleva Ernesto
a sus espaldas, y estaba el hombre como un chiquillo, con su periódico gratuito
(“¡mira, aquí está, han publicado mi relato!”, y marcaba con el dedo la página
del relato). El Bosco es capaz de eso y de mucho más.
A mí también me
obsesiona El Bosco, pero mi oscuro objeto de deseo es “El carro de heno”. Me
apasiona la obra y me apasiona lo que significa. Casi puedo citar de memoria el
tratamiento que la web del Museo del Prado dedica a “mi” cuadro (bueno, a
“nuestro” cuadro, pues El Bosco también intervino en algo…). El enlace es https://www.museodelprado.es/coleccion/galeria-on-line/galeria-on-line/obra/el-carro-de-heno/
(en otra parte de la misma página del Museo lo explican con más detalle, e
incluso aportan bibliografía: https://www.museodelprado.es/enciclopedia/enciclopedia-on-line/voz/carro-de-heno-el-el-bosco/).
El texto del primer enlace dice lo que sigue:
“El tríptico
abierto está dedicado al
pecado. El lateral izquierdo muestra su origen en el mundo, desde los ángeles
caídos al pecado de Eva. En el centro se ve a la humanidad arrastrada por el
pecado, por ese carro de heno, metáfora de origen bíblico alusiva a lo efímero
y perecedero de las cosas de este mundo. Se ilustra el versículo de Isaías:
“Toda carne es como el heno y todo esplendor como la flor de los campos. El
heno se seca, la flor se cae”. La tabla derecha deja ver el infierno, destino
de los pecadores, con castigos acordes a sus faltas. En el tríptico cerrado
aparece un anciano peregrino, que recorre el camino de la vida, plagado de
peligros. / En la tabla central, El Bosco recrea un proverbio flamenco: “El mundo es
como un carro de heno y cada uno coge lo que puede”. Todos los estamentos,
incluido el clero -censurado por vicios como la avaricia y la lujuria-, quieren
coger ese heno y subirse al carro. Para lograr su objetivo no dudan en cometer
todo tipo de atropellos y pecados, incluso el asesinato. / Se conserva otro
ejemplar en el Monasterio de El Escorial, que se supone fue el que Felipe II compró en 1570 a Felipe de
Guevara. El del Prado
debió pertenecer también a Felipe II, incluso antes que el de Guevara, pero la
primera cita que se tiene de él corresponde al inventario del Alcázar de
Madrid de 1636”.
¿Se puede
sugerir más en menos espacio? El Bosco es experto en sugerir en todo caso, pero
reconozco que este cuadro me tiene especialmente sorbido el seso, como decían
antes. He leído mucho sobre el cuadro, y sobre El Bosco, en general: he leído a
Bango Torviso y Marías, a Combe, a Marijnissen y Ruyffelaere, a Tolnay, a Yarza
Luaces, a Garrido Pérez, a Bertrand, a Fischer, a Matilla Tascón, a César
Pemán, a Santos Bueso/Vinuesa-Silva/García Sánchez, a Isabel Mateos, a González
Hernando, a Martínez de Mingo, a Aragonés Estella, a Arias Bonel, a Ricardo
Arias, a Morán Suárez, a Hartau,… En fin, he leído todo lo que he encontrado.
Además, me he acercado a otros creadores que también se adentraron en este
tema: he buceado en Constable, he releído los textos de Camilo José Cela y Ayala
e, incluso, superando un sólido prejuicio, leí una cosa que escribió un
presentador de programas de misterio de la televisión, una especie de novela.
Seguramente me faltan textos científicos por citar, pues no soy exactamente un
científico de la cuestión, pero soy algo mejor, para mi gusto: soy un
apasionado.
El tema del
cuadro, por otra parte, es tan actual: ¿acaso el mundo no se mueve por la
gloria efímera de los placeres inmediatos, por el heno? ¿Y no nos acercamos
todos al carro, con mejores o peores intenciones, a ver qué rapiñamos? “El mundo es como un carro de heno y cada uno
coge lo que puede”, asegura un proverbio flamenco. Y de ese afán no se
libran ni las propias Abadesas, que aparecen en el cuadro acumulando todo el
heno que pueden.
El mundo como carro,
interesante idea. Un carro guiado por
los seres monstruosos que gobiernan el mundo, obviamente: son los que tiran del
carro, nos guste o no, desde que el mundo es mundo. Aunque hoy es más difícil
percibir esa naturaleza monstruosa de los que tiran del carro, pues se
disfrazan con trajes caros y corbatas de seda (o con tacones, en su caso,
aunque las mujeres suelen mandar menos en esta hoguera de vanidades) y pueden
permitirse el lujo de ser educados y corteses (otros hacen el trabajo sucio, en
todo caso). No parecen ser un peligro para nadie, aunque andan tan
ensoberbecidos que habría que recordarles, con hace aquel viejo proverbio
indio, que debajo del traje están desnudos. Y, ¡ay!, qué desnudez más poco
armónica se intuye…
Sin embargo, como
El Bosco conoce perfectamente, ya nos llegará el castigo, pues esto no sale
gratis. Nada sale gratis en la vida: por todo hay que pagar, ya que esto
funciona así.
Mira uno y
remira tanta belleza, y cuando lee a los que saben va descubriendo tantas cuestiones
y desvelando tantos detalles que es muy gratificante: que si la lechuza es el
símbolo de la herejía o de la malicia, que si la jarra es el símbolo de la
lujuria, que si la música es una invitación a la voluptuosidad, que si se
refleja el ánimo de rapiña, presente en todas las clases sociales, que si se
rechaza a personajes sociales como charlatanes o sacamuelas, que si…
En fin, leyendo
uno se culturiza, aprende, y luego goza de modo más ilustrado de las obras de
arte.
El cuadro es un
lujo. Pero como sucede siempre con El Bosco, cuando uno desentraña lo que allí
se ve (y se desentraña una mínima parte, ya lo he dicho y eso hay que
asumirlo), el goce es completo. Por eso, intento traer a mis alumnos al Museo
del Prado al menos una vez durante cada curso.
Les explico lo
que nos interese, dependiendo del momento del curso en que venimos, pero… que
nadie ponga en duda el buen rato que pasaremos en todo caso delante de “El
carro de heno”.
Y en la visita
que comenzaremos dentro de veinte minutos (ya están llegando algunos de mis
alumnos de este año, les veo desde esta cafetería), le dedicaremos gran
atención a los pintores flamencos. Este año me tienen especialmente entusiasmado.
Y El Bosco, ya,
para qué contar.
Y, dentro de la
obra de El Bosco, imaginen qué tela me quita el sueño…
No hay comentarios:
Publicar un comentario