Ha muerto el Papa Benedicto XVI, y recuerdo que en su día (15 de marzo de 2006) publiqué una columna de opinión en prensa escrita (ejercía como columnista de prensa, en aquellos tiempos) en la que recordaba una inolvidable anécdota que viví con él
D.E.P.
LA TARDE EN QUE DI LA MANO A BENEDICTO XVI
Antonio J. Quesada Sánchez
El pasado sábado fue 11 de
marzo, fecha terrible donde las haya en la historia reciente de España (con
perdón por lo de España, claro). Sin embargo, en este 11 de marzo romano que me
tocó en suerte, la fecha ha sido para mí muy importante: fue la tarde en que di
la mano a Benedicto XVI.
Gracias a mi buen amigo y
colega de
Ver a un Papa de cerca
siempre impresiona, se crea en lo que se crea, y el “Papa tedesco” no es
excepción: es un pensador metido en tareas gestoras, como tanto deseara Platón.
El genial Malraux conoció a Mao-Tse-Tung y, como no le convenció demasiado el
curso de la entrevista real, la reinventó en sus “Antimemorias”. Yo no soy
Malraux (desgraciadamente), Benedicto no es Mao (afortunadamente), pero…
“Entonces, Antonio, me hablas de la existencia de abundantes papas laicos”,
“Efectivamente, Santidad, más de los que pueda imaginar, con clarines, oropeles
y laicos obispos adulando”, “Que critican ritos milenarios pero organizan los suyos
propios”, “Pues sí, Santidad, más o menos así. Apresurados y hasta con mal
gusto, a ratos”. “Déjalos que hablen y que Dios ayude a todos”, “Supongo que es
lo mejor, Santidad”. “¡Cómo está la vida, Antonio!” ¡No imagina, Santidad, lo
que hay por esos mundos de Dios!”. Vale.