martes, 12 de abril de 2022

ELEGÍA HETERODOXA

 

 

Elegía heterodoxa[1]

 “(…) y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,

y sin calor de nadie y sin consuelo

voy de mi corazón a mis asuntos”

(Miguel Hernández, “Elegía”, “El rayo que no cesa”)

 

A mi padre, el hombre más bueno que conocí. Con todo mi amor de hijo.

 

Siempre llega la muerte antes de tiempo.

Nunca nos acostumbramos al adiós.

Acabamos en viento: siendo viento.

 

PADRE: gracias por todo. Tú me hiciste,

generosamente, como soy. Mas

marchaste, prematuro, y quedé triste.

 

Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.

 

Me faltan las palabras, expresivas,

para hablar de tu bondad, inabarcable,

y de mi alma, repleta de evasivas.

 

PADRE: nunca te dije que te amo.

Que fuiste lo mejor que viví nunca.

Te perdí y en mis versos te reclamo.

 

Llegamos tarde a lo vital, a lo importante:

faltan palabras, roces y caricias,

abrazos…: demostrar amor a nuestro amante.

 

Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.

 

Concluyo estos versos ya sin calma,

para mostrarte, PADRE, para siempre,

los números rojos de mi alma.

 

Siempre llega la muerte antes de tiempo.

Nunca nos acostumbramos al adiós.

Acabamos en viento y siendo viento.


                                            (ANTONIO J. QUESADA)



[1] Accésit del “Concurso de Poesía Universidad de Málaga 2010”.