Elegía heterodoxa[1]
“(…) y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos”
(Miguel Hernández, “Elegía”, “El rayo
que no cesa”)
A mi padre, el hombre más bueno que conocí. Con todo mi amor
de hijo.
Siempre llega la muerte antes de tiempo.
Nunca nos acostumbramos al adiós.
Acabamos en viento: siendo viento.
PADRE: gracias por todo. Tú me hiciste,
generosamente, como soy. Mas
marchaste, prematuro, y quedé triste.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
Me faltan las palabras, expresivas,
para hablar de tu bondad, inabarcable,
y de mi alma, repleta de evasivas.
PADRE: nunca te dije que te amo.
Que fuiste lo mejor que viví nunca.
Te perdí y en mis versos te reclamo.
Llegamos tarde a lo vital, a lo importante:
faltan palabras, roces y caricias,
abrazos…: demostrar amor a nuestro amante.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
Concluyo estos versos ya sin calma,
para mostrarte, PADRE, para siempre,
los números rojos de mi alma.
Siempre llega la muerte antes de tiempo.
Nunca nos acostumbramos al adiós.
Acabamos en viento y siendo viento.
(ANTONIO J. QUESADA)
Hermoso homenaje a una ausencia que es cada vez más presencia. Acabamos en viento siendo viento, es una expresión a la que me uno, me gusta más que polvo somos y en polvo nos convertimos. Tengo tanta identidad con el viento que hasta mi heterónimo es un nombre de viento. Saludos caro!
ResponderEliminarGracias, amigo Víctor. Este texto me resulta especialmente querido, pero también es muy íntimo y... en ocasiones no he querido revisitarlo en público, pues es muy íntimo. Pero... es un placer compartirlo con un amigo. Un abrazo fuerte,
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