Interesante reflexión sobre la mediocridad y la brillantez.
En todo caso... interesante. Obliga a reubicarnos, y eso siempre es bueno. Incluso el futbolista dominguero que fui, durante tantos años, se remueve en su tumba.
https://www.nytimes.com/es/2018/12/20/disfrutar-pasatiempos/?fbclid=IwAR3vVQFwoDvsL92ki_cUBJ9mQY--7Yyl0kuXaKbQW3KJgkAe8ChRPl2NfJ8
viernes, 28 de diciembre de 2018
jueves, 27 de diciembre de 2018
ELOGIO DE LA LOCURA
Aunque no quede más opción que vivir en la vida real (es donde podemos conseguir un buen filete, como apuntara Woody Allen, en frase que hoy sería políticamente incorrecta, como tanto de lo suyo), los "lletraferits" siempre tenderemos a huir y refugiarnos en nuestro mundo irreal, infinitamente más agradable que el otro.
Detrás de "The Wall", abrigaditos por cine, libros, músicas y todo eso que nos ayuda a seguir. Refugiados en nuestro Tiffany, donde nada malo sucederá, ni en los días rojos ni en ningún otro.
Buscaremos siempre nuestra rosa púrpura de El Cairo y... seguiremos escribiendo cada mañana nuestro particular elogio de la locura.
Detrás de "The Wall", abrigaditos por cine, libros, músicas y todo eso que nos ayuda a seguir. Refugiados en nuestro Tiffany, donde nada malo sucederá, ni en los días rojos ni en ningún otro.
Buscaremos siempre nuestra rosa púrpura de El Cairo y... seguiremos escribiendo cada mañana nuestro particular elogio de la locura.
miércoles, 26 de diciembre de 2018
CARLO LEVI NO SE PARÓ EN ÉBOLI
"Manual de Uso Cultural" (número 40, 2018) publica un trabajito que escribí, titulado "Carlo Levi no se paró en Éboli". Un placer que agradezco. El texto es el que sigue.
CARLO LEVI NO SE PARÓ EN ÉBOLI
Antonio J. Quesada
El Sur es ese lugar
aparentemente geográfico que se mitifica desde un presunto norte. Por tantas
partes y de tantas maneras: la huida que siempre añoramos (y que nunca
llevaremos a cabo) es a los Mares del Sur; a él viajamos en invierno con
Vázquez Montalbán y Eliot, después de leer hasta entrada la noche; Víctor Erice
también nos incitó hacia esa parte de la geografía de la que huyeron, a su
manera, Rocco y sus hermanos o La Mari, que terminaba catalanizada tras escapar
de Alosno y sus fandangos, etc. En España, en Estados Unidos, en el planeta: el
duro Sur es un estado de ánimo. También lo es en Italia, donde la terra de Visconti tremava, Rocco olvidaba
el dialecto de su tierra en el norte industrializado, y cuando el Nápoles de
Maradona llegaba a Milán para jugar un partido era recibido con pancartas en
las que le daban la bienvenida a Italia. En ese espíritu podemos encuadrar la novela del polifacético Carlo Levi Cristo si è fermato a Éboli (hoy, si
tuviese tono humorístico, podría entroncar con Bienvenidos al norte y sucedáneos). Publicada en 1945, el texto
autobiográfico de Levi refleja el destierro de un intelectual antifascista a la
zona de la actual Basilicata y su descubrimiento de una civilización inimaginable
en Turín, como es la de los campesinos sureños. Civilización ajena al progreso
y a la propia Historia, dejada de la mano de Dios (Cristo jamás llegó allí, se
quedó en Éboli) y del Estado, en pensamientos que hubiesen incitado al debate
con el Genio Pasolini. El Estado era algo ajeno, casi enemigo, y Nueva York era
ese sueño que permitía abandonar tanta miseria de todo tipo.
Con el tiempo (1979),
Francesco Rosi filmaría una película basada en esta gran obra, trasladando a la
pantalla ese aroma tan afín al “realismo mágico” que se respira en el bello
libro de Levi. Hace ahora cuarenta años de aquella mítica película (de casi
todo empieza a hacer cuarenta años). El protagonista será un magistral Gian
Maria Volonté, a quien reconocemos como aquel Izarra de Operación Ogro (1978), pero también como interviniente en películas
de la talla de Il caso Moro (1986) o Todo Modo (1975), así como en algunas
obras de Sergio Leone. Se puede entrever a Levi bajo su aspecto: su
interpretación es inolvidable (y atentos a las intervenciones de la mítica Irene
Papas y de Alain Cuny, ex-Steiner de La dolce vita).
Si algún calificativo
podemos aplicar con propiedad a la película es el de poética o el de
introspectiva. El placer estético de su visionado es evidente, con ese auxilio magistral
de fotografía y música. Además, refleja un mundo que ya no existe (como aquel
subproletariado de Pasolini), y eso añade un interés sociológico al inevitable
goce estético que proporciona. Merece la pena llevar la contraria a Dios y no
detenerse en Éboli: merece la pena seguir e intentar aclimatarnos, como el reflexivo
protagonista, a este duro mundo.
No es fácil tal mundo,
tampoco lo idealicemos. “Se va de voluntario a África: no tiene bastante con el
África que hay aquí”, confiesa un nostálgico de América, de los pocos que
mantienen los lazos con la esperanza, mientras Faccetta nera, aquel himno fascista tan conectado con Abisinia, se
adueñaba de todo (en esto la película tiene una conexión evidente con la
magistral Una giornata particolare de
Ettore Scola, en la que la Italia oficial que vomitaba la radio, mediante
discursos, himnos y rimbombantes locutores, se adueñaba de las intimidades de
los ciudadanos). Un mundo al que Cristo no llegó, pues se detuvo en Éboli y no
siguió más allá: tierra en la que el médico es casi un lujo al alcance de unos pocos,
como los libros; lugares que acogen a castigados políticos y en los que los martinicos (espíritus más o menos
burlones de niños muertos sin bautizar) son más reales que los maestros de
escuela. También Sciascia dejó páginas míticas sobre la Sicilia eterna, quizás
porque, en el fondo, maleando a Cortázar podemos asegurar que todos los sures
el sur.
Carlo Levi, a diferencia
de Cristo, no se paró en Éboli. Siguió. Y describió el sur magistralmente.
jueves, 20 de diciembre de 2018
DESDE EL OTRO LADO. CONSIDERACIONES FRONTERIZAS
Ando ahora con Magris debajo del brazo, y siempre resulta interesante. Sus libros de ensayo tienen esa virtud de las buenas lecturas, que consiste en que la persona que cierra el libro no es la misma que lo abrió. Ha crecido. Y lo percibes. En "Utopía y desencanto" recopila textos de muy diversas temáticas, y entre ellos está "Desde el otro lado. Consideraciones fronterizas".
Fronteras, identidades, nacionalismos, todas esas metáforas más o menos beneficiosas y/o más o menos dañinas para el alma, según la proporción en que las consumamos (cuentan los que saben que "farmakon" en griego presenta una polisemia muy metafórica, pues significa veneno y remedio; dependerá de la proporción en que lo consumas, como sucede con casi todo en la vida).
Este trabajo de Magris, que a lo mejor no te descubre la pólvora en cada línea, sí que te ayuda a repensar todo eso que tenías por ahí disperso, en el disco duro del alma, y a ponerlo en su sitio. Como cuando ordenas un armario (conceptual): ni metes ni sacas nada, pero ya aprovechas para poner las cosas en su sitio, que no está mal en sí mismo.
La consideración de la frontera como puente o barrera comienza siendo un tema sugerente, y cuando apunta que "hay ciudades que se hallan en la frontera y otras que tienen las fronteras dentro y están constituidas por ellas" da un paso más. Después alude al escritor de frontera y su posible mirada alcanza un punto intenso, al ubicarlo entre la retórica de una identidad compacta (torvos guardas custodios de la frontera) y la de una identidad huidiza, que pese a su atractivo puede provocar caer en otra retórica de frontera, como es la de negar a costa cualquier frontera y ponerse del otro lado siempre, lo que puede acabar en un "rancio repertorio de lugares comunes, como los diccionarios de rimas tiempo atrás, preparados para sugerir la rima que hacía falta". Sutil. Brillante. Sugerente.
"El mejor modo para liberarse de la obsesión de identidad es aceptarla en su siempre precaria aproximación y vivirla espontáneamente, o sea, olvidándose de ella: de la misma forma que se vive sin pensar continuamente en el propio sexo, en el propio estado civil o la propia familia, es también mejor vivir sin pensar demasiado en la vida. Con tal de ser conscientes de su relatividad, es oportuno aceptar nuestras fronteras, como se aceptan las de la vivienda de cada uno". Sí, me interesa esto. Añade la pedagógica historia del judío ("¿Lejos de dónde?") y la mítica frase de Nietzsche, no apta para todos los oídos: "¿Por qué ser hostiles con el vecino, cuando en mí y en mis padres hay tan poco que amar?". Provocativo. Es necesario al menos plantearse la pregunta, en tiempo de tantas identidades pretendidamente compactas.
Y concluye volviendo a Nietzsche: "¿Dónde puedo sentirme en casa?". Ni idea. A lo mejor donde estén mis libros, mis películas, mi música y mi memoria.
Grande: hoy he leído en mi autobús de las siete (¡ay, hoy era más temprano!) pocos quilos de texto, pero muchos quilates. Y me recordó mi consuetudinaria sensación de extrañeza-extranjería ante casi todo lo que me rodea (y más en Navidad, pre-Navidad o lo que sea esto). Pero revisada y puesta al día, como algunas ediciones de libros jurídicos.
Cuentan que durante los tiempos de Allende los cholos pobres se manifestaban por Santiago de Chile, y las señoras de la alta sociedad pre-pinochetista se preguntaban, al verles: ¿"de dónde sale toda esta gente? ¿Y por qué son tan feos?". A esta horrenda frase le puedo dar la vuelta y usarla para mis intereses. Lee uno estos textos tan brillantes, crece un poquito y, claro, luego la realidad no está a la altura de nuestras expectativas. Enciendes los noticieros y ves lo que ves, e inevitablemente te preguntas, al ver a nuestros políticos y demás figuritas de un pesebre repleto de "caganers": "¿de dónde sale toda esta gente? ¿Y por qué son tan cutres?".
Vale.
Fronteras, identidades, nacionalismos, todas esas metáforas más o menos beneficiosas y/o más o menos dañinas para el alma, según la proporción en que las consumamos (cuentan los que saben que "farmakon" en griego presenta una polisemia muy metafórica, pues significa veneno y remedio; dependerá de la proporción en que lo consumas, como sucede con casi todo en la vida).
Este trabajo de Magris, que a lo mejor no te descubre la pólvora en cada línea, sí que te ayuda a repensar todo eso que tenías por ahí disperso, en el disco duro del alma, y a ponerlo en su sitio. Como cuando ordenas un armario (conceptual): ni metes ni sacas nada, pero ya aprovechas para poner las cosas en su sitio, que no está mal en sí mismo.
La consideración de la frontera como puente o barrera comienza siendo un tema sugerente, y cuando apunta que "hay ciudades que se hallan en la frontera y otras que tienen las fronteras dentro y están constituidas por ellas" da un paso más. Después alude al escritor de frontera y su posible mirada alcanza un punto intenso, al ubicarlo entre la retórica de una identidad compacta (torvos guardas custodios de la frontera) y la de una identidad huidiza, que pese a su atractivo puede provocar caer en otra retórica de frontera, como es la de negar a costa cualquier frontera y ponerse del otro lado siempre, lo que puede acabar en un "rancio repertorio de lugares comunes, como los diccionarios de rimas tiempo atrás, preparados para sugerir la rima que hacía falta". Sutil. Brillante. Sugerente.
"El mejor modo para liberarse de la obsesión de identidad es aceptarla en su siempre precaria aproximación y vivirla espontáneamente, o sea, olvidándose de ella: de la misma forma que se vive sin pensar continuamente en el propio sexo, en el propio estado civil o la propia familia, es también mejor vivir sin pensar demasiado en la vida. Con tal de ser conscientes de su relatividad, es oportuno aceptar nuestras fronteras, como se aceptan las de la vivienda de cada uno". Sí, me interesa esto. Añade la pedagógica historia del judío ("¿Lejos de dónde?") y la mítica frase de Nietzsche, no apta para todos los oídos: "¿Por qué ser hostiles con el vecino, cuando en mí y en mis padres hay tan poco que amar?". Provocativo. Es necesario al menos plantearse la pregunta, en tiempo de tantas identidades pretendidamente compactas.
Y concluye volviendo a Nietzsche: "¿Dónde puedo sentirme en casa?". Ni idea. A lo mejor donde estén mis libros, mis películas, mi música y mi memoria.
Grande: hoy he leído en mi autobús de las siete (¡ay, hoy era más temprano!) pocos quilos de texto, pero muchos quilates. Y me recordó mi consuetudinaria sensación de extrañeza-extranjería ante casi todo lo que me rodea (y más en Navidad, pre-Navidad o lo que sea esto). Pero revisada y puesta al día, como algunas ediciones de libros jurídicos.
Cuentan que durante los tiempos de Allende los cholos pobres se manifestaban por Santiago de Chile, y las señoras de la alta sociedad pre-pinochetista se preguntaban, al verles: ¿"de dónde sale toda esta gente? ¿Y por qué son tan feos?". A esta horrenda frase le puedo dar la vuelta y usarla para mis intereses. Lee uno estos textos tan brillantes, crece un poquito y, claro, luego la realidad no está a la altura de nuestras expectativas. Enciendes los noticieros y ves lo que ves, e inevitablemente te preguntas, al ver a nuestros políticos y demás figuritas de un pesebre repleto de "caganers": "¿de dónde sale toda esta gente? ¿Y por qué son tan cutres?".
Vale.
pd: hoy vengo metafísico. Será que no he desayunado a mi gusto.
martes, 18 de diciembre de 2018
NO TIENES CORAZÓN... ¿O SÍ?
"Un café, mire usted,
pa'un primo hermano:
corto de Café, largo de Quijano.
(Piedra preciosa de Joaquín Sabina incrustada en "No tienes corazón", de Café Quijano)
pa'un primo hermano:
corto de Café, largo de Quijano.
(Piedra preciosa de Joaquín Sabina incrustada en "No tienes corazón", de Café Quijano)
domingo, 25 de noviembre de 2018
"UN ARAÑADO SIGNO", DE JUAN LUIS PANERO
Un arañado signo
Este libro lo firmó Borges,
una tarde, hace años,
conversando en un hotel de Quito.
Un arañado signo, simbólico, ilegible,
viajó conmigo por distintos caminos,
fue refugio en noches de derrota.
Esta tarde, en Barcelona, al enseñárselo a alguien,
un vaso se vertió sobre las páginas,
borrando en un segundo la tinta de su firma
y mi nombre escrito con letra temblorosa.
Ahora ya no es mío, ni suyo, ni de nadie.
Ahora es ya, por fin, lo que fue siempre,
un rastro de la vida que se pierde,
húmeda lápida, sombra de papel,
el terco sueño de unas pocas palabras.
(Juan Luis Panero: "Galería de fantasmas").
miércoles, 21 de noviembre de 2018
"MIRANDO AL FRENTE": UN RELATO
Relato publicado en la Revista Refugios (noviembre de 2018). Cuando encuentre el enlace lo añadiré a esta publicación,.
Todo un Honor.
MIRANDO AL FRENTE
Antonio J. Quesada
La enfermedad de Alzheimer es la causa de demencia más frecuente en la
población anciana y representa entre un cincuenta y un ochenta por ciento del
total de las demencias. Su forma de presentación se caracteriza por la
aparición de trastornos mentales como pueden ser ideas de persecución,
desorientación temporal y espacial, alteraciones de la memoria (incluyendo, en
su caso, su propia falta), problemas de comprensión del lenguaje y conversación
inconexa. Suele aparecer una vez cumplidos los cincuenta años y es frecuente
que se acompañe de síntomas cerebrales que provoquen alteraciones en los
reflejos o descoordinación de movimientos.
Seriedad
entre los profesionales, uniformados y rígidos. Rostros de inquietud por lo que
pueda pasar, por cómo pueda yo reaccionar y por las consecuencias de todo ello.
Inquietud.
No
me hizo gracia aquella puesta en escena: nada bueno me esperaba, de eso estaba seguro.
Tan cuidada escenografía no suele ser gratuita. Habrá que prepararse, por
tanto, para lo peor, aunque no sé qué será exactamente lo peor. Con razón he
oído decir que la Medicina
es el arte de acompañar con palabras griegas al sepulcro. Seriedad y solemnidad
no falta a estos greco-parlantes.
-
Le vamos a comunicar los resultados. Esperamos, señor, que esté tranquilo, pues
no han sido todo lo favorables que deseábamos, y confiamos en su fuerza de
voluntad para afrontar el diagnóstico. Es inconfundible, todos hemos llegado a
la misma conclusión: goza usted, a su edad, de un razonable estado de salud,
pero debemos anunciarle que... sufre usted la enfermedad de Alzheimer. Y debe
adaptarse a su nueva situación.
Así
fue. Ni siquiera hizo falta que se expresaran en griego. Estaba claro.
Así
empezó todo para mí.
Aunque la enfermedad se caracteriza por un progresivo deterioro de las
funciones intelectuales, la evolución del cuadro es bastante variable. Existen
casos en los que se produce una evolución bastante rápida (menos de un año),
mientras que en otros el citado deterioro de las funciones intelectuales se
prolonga más de quince años. Teniendo en cuenta ese abanico tan extenso de
posibilidades, se pueden establecer tres estadios evolutivos: leve, moderado y
severo.
Alzheimer,
terrible palabra. Ciertamente no es mortal de modo inmediato, pero sus efectos
degenerativos son evidentes y muy ostensibles.
Era
lógica mi preocupación, pues yo tenía que seguir adelante con bastantes
compromisos profesionales. Demasiadas cuestiones como para darlas de lado ahora.
Muchas personas dependen de mí.
Debía
informarme y formarme por mi cuenta. Mi enciclopedia médica me sirvió para
ello, en la intimidad. También Internet. Esto no podía quedar así.
Lo
primero que me recomendaron los sabios griegos fue dejar el trabajo. No es
posible, no puedo dejar mi trabajo: no sería profesional dejar en la estacada a
tantas personas. Además, cuando un trabajo es vocacional, darle de lado sería
como abandonar la vida que uno desea para sí. No es posible, por tanto. Así lo
argumenté, aunque el equipo médico no estaba conforme y los sabios se dedicaban,
entre ellos, miradas griegas y doctas. ¿Dejaría usted de coleccionar sellos o
cromos de los equipos de fútbol por ser enfermo de Alzheimer? Sigo siendo
persona, doctor, déjeme seguir con mi vocación.
El estadio leve dura, aproximadamente, entre dos y cuatro años, y en esta
fase están conservados tanto el lenguaje como las habilidades motoras y la
percepción. El paciente es capaz de mantener una conversación, comprende bien y
utiliza adecuadamente los aspectos sociales de la comunicación tales como la
entonación, los gestos, etc. Sin embargo, pueden observarse alteraciones en la
memoria (a veces con discreta pérdida de la misma), dificultad para aprender
cosas nuevas, desorientación espacial y cambios de humor.
No
es posible abandonar mi puesto, no puedo. Al menos por ahora. Lo mire por donde
lo mire, todavía soy necesario aquí. Además, confío en la fuerza que Dios me
dará para seguir adelante. Pienso ser un ejemplo para todos los que, a partir
de ahora, traten conmigo: comprobarán que un enfermo de Alzheimer no es un
trasto viejo que puede ser abandonado en las esquinas de la vida para que no
moleste. No. Un enfermo de Alzheimer es una persona. Un enfermo de Alzheimer es
un profesional que puede seguir cumpliendo su labor, aunque debe ser consciente
de su concreto estado, y de que en un determinado momento puede verse obligado
a dar de lado a todo. Pero no me va a faltar fuerza de voluntad. Mientras
pueda, seguiré adelante con todo.
El estadio moderado dura, aproximadamente, entre dos y diez años, y aquí
se producen alteraciones más importantes de la función cerebral, apareciendo ya
síntomas llamativos, tales como afasia (dificultad en el lenguaje), apraxia
(dificultad para realizar funciones aprendidas), agnosia (pérdida de la
capacidad de reconocimiento), descuido en la higiene personal, debilidad
muscular, posibles alucinaciones y progresiva dependencia del cuidador.
He
tenido a todos los griegos de bata blanca en contra, como era de esperar. No
quieren que siga: pretenden que deje paso a alguien “sano”. Sus libros griegos
concluyen que no debo seguir.
-
¿”Sano”? –contesté-. No soy ningún escombro humano, por favor. Tengo una labor
que cumplir y voy a cumplirla. Y voy a hacerlo porque todavía estoy en
condiciones de cumplirla. Cuando yo me sienta incapaz de estar a la altura que
exigen las circunstancias en lo profesional, cederé el puesto. Pero mientras
tanto, tengo deberes por terminar. Por favor, señores, déjenme terminarlos.
Alzheimer no es igual a muerte civil o biológica.
En el estadio severo los síntomas cerebrales se agravan, acentuándose la
rigidez muscular y pudiendo aparecer temblores e, incluso, crisis epilépticas.
Los pacientes suelen presentar cierta pérdida de respuesta al dolor, se
muestran profundamente apáticos, tienen incontinencia urinaria y fecal y
terminan encamados de modo permanente, con alimentación asistida. Suelen
fallecer, finalmente, por causa de neumonías, infecciones sistémicas u otras
enfermedades accidentales.
Me
consta que me labré una merecida fama de empecinado. Pero es lógico lo que
planteo: si todavía puedo seguir con mi labor, ¿por qué no hacerlo? Es más, no
es cuestión de querer seguir: es que estoy obligado a seguir, no es un capricho
mío.
Es
cierto que comienza a exteriorizarse la enfermedad, y ya hay quien se da
cuenta. Circulan rumores por donde paso, me consta, y mis enemigos se ceban con
esto. “Tenemos a un enfermo al frente de la nave”. “No puede regirse con
estabilidad un buque cuando las manos rectoras tiemblan”. No. Quiero ser un
ejemplo: quiero que sepan que un enfermo de Alzheimer no es una cosa. Es una
persona. ¡Somos personas, por Dios bendito!
Una
persona que puede que llegue un momento en el que no tenga la memoria en su sitio,
de acuerdo. Pero que siente frío cuando nieva, siente calor cuando el sol nos
acaricia, llora cuando está triste y ríe si se alegra por algo. Una persona que
merece respeto. Aunque claro, en nuestra sociedad los débiles somos un estorbo
que hay que soportar sólo si no nos queda más remedio (y tratar de evitar
siempre que se pueda). Y los débiles son de muchas categorías: ancianos,
enfermos, dementes, parados. Escoria, toda, que debiera llevar un cencerro al
cuello, como los antiguos leprosos, para que supiéramos que se nos aproxima el
“anti-ser humano”, al que hay que dar de lado porque es un problema para
cualquier persona socialmente sana.
Me
rebelo y me revelo. No soy un ex-ser humano. Y lo voy a demostrar.
Mi
enciclopedia termina añadiendo que en la
actualidad no existe un tratamiento eficaz para la enfermedad, y los esfuerzos
científico-médicos van dirigidos a aplicar unas medidas generales que traten
los síntomas del paciente mediante medicamentos que alivien los problemas que
surjan y, por otra parte, apoyen a los convivientes. La última frase me
heló, y cerré la enciclopedia: En la
mayoría de los casos, la evolución de la enfermedad es muy larga y dura de
soportar para el entorno.
Hay
días en que me levanto mejor, y otros peor. Lo siento claramente. Pero cada vez
que me siento mal, mi fe en Dios me ayuda a seguir adelante. “Tienes una misión
que cumplir en la vida, y a ella debes dedicar toda tu atención”, me digo. Y si
la realidad no es como yo deseo, lo siento por ella.
Pero
yo he tenido una vida intensa y dura. No estoy acostumbrado a arrojar la
toalla: he sobrevivido a campos de concentración y a todo tipo de persecuciones.
Después de vivir lo que he vivido no creo que existan muchas situaciones que me
hagan, ya, perder el control. Estoy acostumbrado a sufrir, preparado para
realizar cualquier sacrificio y para soportar cualquier penuria.
Aunque
compaginar mi estado y mi labor profesional será duro, lo sé. Será duro
amanecer y hacer recuento de todo eso que queda por hacer hasta que anochezca,
y pensar que mi estado de salud puede no ser óptimo para afrontar todo eso.
Ayer
me sentía, físicamente, regular, con dolores, y se notaba a simple vista. Pero
mi interlocutor, con total discreción, fingió no darse cuenta y todo se
desarrolló como de costumbre. La diplomacia hace milagros. Debo hacerme a la
idea de que esto irá a peor. Pero lo asumo. En todo caso, cúmplase la voluntad
de Dios.
Es
visible, y cada día más. Posiblemente no tarde mucho en llegar el momento en
que no sea capaz de seguir adelante. En ese momento, y sólo entonces, cesaré en
mis funciones. Dios quiera que todavía quede tiempo para concluir deberes que
debo terminar personalmente.
Hoy, por ejemplo, se me presenta una intensa
jornada de trabajo. Me espera un día realmente agotador. De hecho, ya está la
gente en la plaza, pues la oigo, así que debo aparecer ya. Hoy me duele todo el
cuerpo. Que sea lo que Dios quiera.
(NOTA
DE UN NARRADOR DESLUMBRADO). Sale al balcón, algo renqueante, cansado por la
edad, por la vida y por todo eso que carga sobre sus espaldas. Por lo mucho que
ha aprendido hasta ayer por la tarde. Rodeado de sus colaboradores más próximos,
se asoma ante la multitud.
Es
recibido con una gran ovación. En distintos idiomas, el público grita algo así
como “¡¡Viva el Papa!!”, y él bendice a los fieles.
Comienza
otra jornada en la Plaza
de San Pedro.
jueves, 15 de noviembre de 2018
LIBRO HOMENAJE A LACOMBA-DEL PINO-REQUENA (F. ECONÓMICAS 2018)
Subo aquí mi texto en homenaje a los tres ilustres profesores de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Málaga, fallecidos en un breve periodo de tiempo.
SUCEDIENDO A LOS
GRANDES: UN JURISTA EN LA CORTE DE SAN VICENTE FERRER
Antonio J. Quesada Sánchez
Profesor de Derecho Civil
Érase una vez un profesor de Derecho civil al que, todavía, los entendidos en
edades podían considerar joven sin faltar a sus deberes. Un joven que, unos
años después de doctorarse con una Tesis de esas que intimidan, por su sesudo
título jurídico, escogió una docencia un tanto especial en su Departamento,
como es la docencia en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales.
Docencia que, desde el punto de vista pedagógico, implicaba un reto fantástico:
convencer a esos alumnos acostumbrados a gráficas, estadísticas y calculadoras
de que ese libro tan grueso que llevaba debajo del brazo, el Código civil, no
era un arma de destrucción masiva, y que todos esos temas y artículos no tenían
que aprenderse de memoria (aunque ésta ayudara).
Una mañana de otoño aparecí por el Campus de El Ejido, con el Código civil debajo
del brazo y con el atractivo imaginario del centro en la cabeza, dispuesto a
empezar mi tarea. La Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales no es una
Facultad más en Málaga. No. La historia de la Facultad la precede: los
edificios tradicionales (¡la de fotografías, en
blanco y negro, que había visto en periódicos durante tantos años!), la inserción
del centro en la Historia de la ciudad y cómo había ayudado a su culturización,
además de que todos los malagueños conocíamos esos nombres de ilustres
profesores que desarrollaron su docencia en la Facultad. Muy especialmente
brillaban tres grandes nombres: Juan Antonio Lacomba (Catedrático de Historia
Económica), José María Requena (Catedrático de Contabilidad y Primer decano del
centro) y Juan del Pino Artacho (Catedrático de Sociología). No era extraño
encontrar esos nombres en la prensa, bien por sus conferencias en el Ateneo o
en otras instituciones malagueñas, bien en columnas de opinión, bien por su
prestigio, opinando sobre este tema o aquel otro en interesantes entrevistas o
bien recibiendo merecidos premios y galardones. Haciéndonos mejores a todos,
que es lo que logran los intelectuales: ayudarnos a ser mejores, más cultos y
más útiles para el progreso del colectivo.
Tres nombres de peso que agigantaban el prestigio intelectual del centro, pues
estábamos ante personajes que excedían con mucho de alguien que imparte unas
clases relativas a la temática que sea. Estas personas eran referentes en la
ciudad, y teníamos la fortuna de que ofrecían sus saberes en nuestra Facultad.
Y este profesor joven que ahora llegaba tenía esos referentes como ejemplos de
lo que debía ser un docente completo: un intelectual que no se limita a enseñar
una materia, la que toque, sino que además de enseñar dicha materia ilustra
sobre valores y observa un modo de ser y de estar en la vida que es un buen
ejemplo para su alumnado. Con el tiempo mi conocimiento y admiración por estos
profesores, a los que no traté personalmente, se fue engrandeciendo, y siempre
estaban presentes como lo está el horizonte para un navegante: sabemos que es
imposible de alcanzar, pero es muy útil para enseñarnos la dirección en que
debemos encaminarnos. Y me estabilicé en el centro, sintiéndome perfectamente a
gusto entre economistas. En tierras de San Vicente Ferrer, patrón de este gremio
que, hasta ahora, había resultado tan lejano de mi jurídico día a día.
Y aquí sigo, cómodo y a gusto. Si Mark Twain introdujo a “Un yanqui en la Corte
del Rey Arturo” y Manuel Vázquez Montalbán fue “Un polaco en la corte del Rey
Juan Carlos”, el autor de estas líneas apareció alguna vez por el Campus de El
Ejido como “un jurista en la Corte de San Vicente Ferrer”. Y, desde el
principio, aspiró a seguir esa estela de profesores humanistas que excedían,
con mucho, de lo que suele ser un profesor medio. Teniendo tres brillantes ejemplos
en mente, en todo momento. Tres Maestros.
domingo, 11 de noviembre de 2018
"PANDÉMICA Y CELESTE" (JAIME GIL DE BIEDMA)
PANDÉMICA Y CELESTE
Quan magnus numerus Libyssae arenae
…………………………………………………………
aut quam sidera multa, cum tacet nox,
furtiuos hominum uident amores.
CATULO, VII
Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable-, mon frère!
Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años!
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones…
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d’être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.
Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.
Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.
Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.
(Jaime Gil de Biedma)
miércoles, 7 de noviembre de 2018
jueves, 25 de octubre de 2018
EL DÍA DE LA MUERTE DE DAVID BOWIE
Se publica el segundo número de "Oropeles y guiñapos", y tengo el inmenso honor de participar en él con un poema, "El día de la muerte de David Bowie".
Espero que les agrade.
El
día de la muerte de David Bowie
A Cristina Consuegra y Antonio
Jiménez Millán
El día de la muerte de
David Bowie
madrugué, como cualquier
otro día,
para llegar temprano al
trabajo
y comenzar a resolver
todo eso tan esencial
que siempre me espera en
el despacho.
Javier Salvago alegraba mi
trayecto
y me sentía especialmente
creativo
(me sucede cuando alguien
me regala creatividad).
Todo parecía lo de
siempre.
Mis compañeros del
autobús de las siete
eran los de siempre:
la señora ucraniana que
apenas habla español;
las altivas funcionarias
de los Juzgados;
el tatuado lector de Juan
Luis Panero
(él no lo sabe, pero
somos cómplices);
la chica que abre el
jardín de infancia todavía de noche;
el pintor, con sus
coloreados pantalones viejos;
algún estudiante medio
dormido con papeles en la mano…
¿Qué pensarán ellos de
mí?
“Ese joven tan triste al
que vemos envejecer pegado a un libro”,
puede que piensen.
Y llevarán razón.
Antes de comenzar mi
jornada,
moderadamente
somnoliento,
repasé la prensa en el
ordenador,
como cada mañana.
Y fui consciente de que,
ya, nada importaría hoy:
ha muerto David Bowie.
No era otro bulo macabro
de la red. No.
Esta vez, no. Ha muerto
David Bowie.
Inevitable:
todo eso tan importante
que cada día me acosa
pasará a un segundo plano
hoy.
Hoy:
el día de la muerte de
David Bowie.
(Antonio J. Quesada)
lunes, 15 de octubre de 2018
BEATRIZ PÉREZ ARANDA
La adoro.
https://www.abc.es/play/television/noticias/abci-nuevo-error-directo-beatriz-perez-aranda-201810151308_noticia.html
https://www.abc.es/play/television/noticias/abci-nuevo-error-directo-beatriz-perez-aranda-201810151308_noticia.html
sábado, 13 de octubre de 2018
...Pero el alma se pobló de moho
...Pero el alma se pobló de moho
soñador o inocente,
pero qué bonito era pensar
que con la palabra podíamos
cambiar el mundo.
Que el hombre era bueno, a pesar de todo.
Cómo convivíamos con las imágenes de esos desgraciados
que quedaron atrapados en sus fotografías
y
que nos ayudaban a seguir adelante
y a encararlo todo, por duro que fuera.
Todavía no sentíamos moho en el alma
y todo estaba por hacer:
la mañana acababa de empezar.
Todo era posible.
No habíamos asimilado que del hombre
nada cabe esperar como colectivo
(no esperes nada de persona alguna, ni de Dios, de Estado
o de Iglesia alguna: así no serás defraudado nunca).
Que de lo que se trata es de multiplicar los números
y que haya más euros en el banco
(antes contábamos en pesetas),
para que la gente me mire como a un triunfador.
Aunque el moho se apropie de mi alma. Da igual. No se ve.
(Antonio J. Quesada: "Desde el otro lado del espejo")
domingo, 7 de octubre de 2018
BIOLOGÍA, HISTORIA
BIOLOGÍA, HISTORIA
Por fin.
Ha sido este fin de semana, cuando he podido disfrutar del bello libro de mi querido y admirado Antonio Jiménez Millán, "Biología, Historia" (Visor, 2018).
Por fin.
Y he tenido la sensación de ser cómplice de tantas andanzas creativas que ha sido de los trayectos más bellos que he vivido en mucho tiempo. He paseado por ciudades en las que nunca había estado (o he vuelto a ellas, pero de otra manera), he arriado banderas a deshoras (no creo en ellas, no fue ningún trauma), he reflexionado sobre mi posición en el mundo (pequeña, alejada de los poderes: mi único poder soy yo, y aunque parezca ínfimo a mí me basta), he revivido la muerte de mi padre, he paseado junto a Juan Carlos Rodríguez, Kafka o Jaime Gil de Biedma, he utilizado cines como refugios, he... He gozado, que es lo más importante.
Y, perdonen mi puntito sentimental, pero... es mágico que un poeta tan querido y admirado me dedique un poema tan bello como "La casa de las palomas".
GRACIAS, querido Antonio. Gracias por tanto. Revisitaré "Biología, Historia" con frecuencia: para gozar y para intentar entenderme a mí mismo algo mejor.
Ha sido este fin de semana, cuando he podido disfrutar del bello libro de mi querido y admirado Antonio Jiménez Millán, "Biología, Historia" (Visor, 2018).
Por fin.
Y he tenido la sensación de ser cómplice de tantas andanzas creativas que ha sido de los trayectos más bellos que he vivido en mucho tiempo. He paseado por ciudades en las que nunca había estado (o he vuelto a ellas, pero de otra manera), he arriado banderas a deshoras (no creo en ellas, no fue ningún trauma), he reflexionado sobre mi posición en el mundo (pequeña, alejada de los poderes: mi único poder soy yo, y aunque parezca ínfimo a mí me basta), he revivido la muerte de mi padre, he paseado junto a Juan Carlos Rodríguez, Kafka o Jaime Gil de Biedma, he utilizado cines como refugios, he... He gozado, que es lo más importante.
Y, perdonen mi puntito sentimental, pero... es mágico que un poeta tan querido y admirado me dedique un poema tan bello como "La casa de las palomas".
GRACIAS, querido Antonio. Gracias por tanto. Revisitaré "Biología, Historia" con frecuencia: para gozar y para intentar entenderme a mí mismo algo mejor.
jueves, 27 de septiembre de 2018
YO TE DIRÉ (UNA CANCIÓN QUE ME RECUERDA A FILIPINAS)
Yo te diré
por qué mi canción
te llama sin cesar
me faltan tus besos
me falta tu risa
me falta tu despertar
Yo te diré
por qué en mi canción
se siente sin cesar
mi sangre latiendo
mi vida perdiendo
que tu no te alejes más
Cada vez que el viento pasa
se lleva una flor
pienso que nunca mas
volverá mi amor
No me abandones nunca
al anochecer
que la luna sale tarde
y me puedo perder
Así sabrás
por que mi canción
te llama sin cesar
me faltan tus besos
me falta tu risa
me falta tu despertar
por qué mi canción
te llama sin cesar
me faltan tus besos
me falta tu risa
me falta tu despertar
Yo te diré
por qué en mi canción
se siente sin cesar
mi sangre latiendo
mi vida perdiendo
que tu no te alejes más
Cada vez que el viento pasa
se lleva una flor
pienso que nunca mas
volverá mi amor
No me abandones nunca
al anochecer
que la luna sale tarde
y me puedo perder
Así sabrás
por que mi canción
te llama sin cesar
me faltan tus besos
me falta tu risa
me falta tu despertar
I SUNSIN, EL HÉROE
Con el ensayo "I Sunsin, el héroe", gané en su día el I Concurso de Ensayo sobre Literatura Coreana (2008). Fue un gran honor. Así comenzaba mi trabajo.
I SUNSIN, EL HÉROE
Antonio José Quesada Sánchez
“Al guerrero que pierde su espada, ¿qué le
queda sino la muerte?
“Aun estando en defensa, no dejaba de
atacar;
en realidad, no había distinción entre una
cosa y la otra”
I
Conforme avanza la vida (o, mejor dicho, conforme avanza mi vida, mi
única referencia auténtica) voy interiorizando más profundamente la convicción
de que, en realidad, no existen libros sino que, para ser exactos, los que
existen son los lectores. Puede que esté equivocado, pero todavía confío en
poder rectificar en su caso, si lo considero oportuno.
Leonardo Sciascia, el centinela moral de la Italia de la segunda
postguerra mundial, solía repetir aquello de que mal iba un país cuando tenía
necesidad de héroes. Sabía de lo que hablaba, pues un auténtico siciliano
siempre tendrá necesidad de héroes, ya que la Historia le condenó hace
siglos. Al menos hasta que la solución de Sicilia deje de ser el aeropuerto,
como alguna vez expusiera, de modo gráfico, el desencantado volteriano de Racalmuto.
Todo esto que comento viene a cuento del comienzo de mi ensayo sobre el
libro “El canto de la espada”, biografía novelada del gran I Sunsin, almirante
y héroe coreano. Tras leer el libro, de entrada, no me cabe la menor duda
acerca de que I Sunsin fue un auténtico héroe, y por eso he querido que ese sea
el título de mi ensayo: “I Sunsin, el héroe”.
Todo el mundo estará de acuerdo conmigo en destacar dicha condición
heroica. Sin embargo, seguramente defiendo esta opinión por razones
diametralmente opuestas a las que puedan enarbolar, por ejemplo, los hacedores
de su Patria que, como todos los hacedores de todas las Patrias, suelen estar
más ocupados construyendo himnos, fronteras de alambre, banderas y todas esas
mentiras bélicas más o menos metafóricas.
(CONTINÚA...)
(CONTINÚA...)
viernes, 21 de septiembre de 2018
ÉTRANGER
Me agrada la palabra francesa "étranger".
Significa extranjero, bien sûr, pero tiene otros sentidos y/o connotaciones que cada día se enseñorean más con vetas de la personalidad de este humilde flâneur de la vida que vengo a ser yo.
Extraño. Ajeno. Indiferente.
Sí, más o menos. El resto del mundo agobia, y provoca en mí esta sensación de extranjería-extrañeza-ajenidad-indiferencia, en ocasiones como paso previo al convencimiento de la inevitabilidad de otra batalla (dispuesto a ganarla pero mentalmente hastiado por tener que dedicar tiempo y esfuerzo a eso).
Recuerdo un texto que escribí alguna vez (texto al que tengo bastante cariño; soy un sentimental), en que hablaba de algo de esto. Publicado en un libro muy querido, como es la Antología reciente de Rafael Inglada sobre poesía joven malagueña (estamos los "poetisos", pues las poetas-poetisas vendrán después, que nadie se altere antes de tiempo). Desde que la lucidez me recomendó no publicar inservibles libros de poesía, me desfogo con estas experiencias puntuales y bellas.
En fin: que me agrada la palabra francesa "étranger".
Significa extranjero, bien sûr, pero tiene otros sentidos y/o connotaciones que cada día se enseñorean más con vetas de la personalidad de este humilde flâneur de la vida que vengo a ser yo.
Extraño. Ajeno. Indiferente.
Sí, más o menos. El resto del mundo agobia, y provoca en mí esta sensación de extranjería-extrañeza-ajenidad-indiferencia, en ocasiones como paso previo al convencimiento de la inevitabilidad de otra batalla (dispuesto a ganarla pero mentalmente hastiado por tener que dedicar tiempo y esfuerzo a eso).
Recuerdo un texto que escribí alguna vez (texto al que tengo bastante cariño; soy un sentimental), en que hablaba de algo de esto. Publicado en un libro muy querido, como es la Antología reciente de Rafael Inglada sobre poesía joven malagueña (estamos los "poetisos", pues las poetas-poetisas vendrán después, que nadie se altere antes de tiempo). Desde que la lucidez me recomendó no publicar inservibles libros de poesía, me desfogo con estas experiencias puntuales y bellas.
En fin: que me agrada la palabra francesa "étranger".
https://antoniojetaquesada.blogspot.com/2018/06/que-gran-honor-ser-incluido-en-inter.html
jueves, 20 de septiembre de 2018
MAESTRO RIBEYRO
Por esto y por tantas razones... considero que Julio Ramón Ribeyro es un genio al que hay que volver. No estoy de acuerdo con alguno de los matices del texto que cito, pero... ¡está todo tan bien escrito que no queda más que disfrutarlo!
"¡Cuántos libros, Dios mío, y qué poco tiempo y a veces qué pocas ganas de leerlos! Mi propia biblioteca, donde antes cada libro que ingresaba era previamente leído y digerido, se va plagando de libros parásitos, que llegan allí muchas veces no se sabe cómo y que por un fenómeno de imantación y de aglutinación contribuyen a cimentar la montaña de lo ilegible y, entre estos libros, perdidos, los que yo he escrito. No digo en cien años, en diez, en veinte, ¿qué quedará de todo esto? Quizás sólo los autores que vienen de muy atrás, la docena de clásicos que atraviesan los siglos, a menudo sin ser muy leídos, pero airosos y robustos, por una especie de impulso elemental o de derecho adquirido. Los libros de Camus, de Gide, que hace apenas dos decenios se leían con tanta pasión, ¿qué interés tienen ahora, a pesar de que fueron escritos con tanto amor y tanta pena? ¿Por qué dentro de cien años se seguirá leyendo a Quevedo y no a Jean-Paul Sartre? ¿Por qué a François Villon y no a Carlos Fuentes? ¿Qué cosa hay que poner en una obra para durar? Diríase que la gloria literaria es una lotería y la perduración artística un enigma. Y a pesar de ello se sigue escribiendo, publicando, leyendo, glosando. Entrar a una librería es pavoroso y paralizante para cualquier escritor, es como la antesala del olvido: en sus nichos de madera, ya los libros se aprestan a dormir su sueño definitivo, muchas veces antes de haber vivido. ¿Qué emperador chino fue el que destruyó el alfabeto y todas las huellas de la escritura? ¿No fue Eróstrato el que incendió la biblioteca de Alejandría? Quizás lo que pueda devolvernos el gusto por la lectura sería la destrucción de todo lo escrito y el hecho de partir inocente, alegremente de cero".
(Julio Ramón Ribeyro: "Prosas apátridas")
jueves, 13 de septiembre de 2018
"ADELFOS", DE MANUEL MACHADO
Adelfos
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
soy de la raza mora, vieja amiga del Sol,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos ¡pero no darlos! Gloria.... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir!
¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir! ...
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!
(París, 1889)
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
soy de la raza mora, vieja amiga del Sol,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos ¡pero no darlos! Gloria.... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir!
¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir! ...
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!
(París, 1889)
lunes, 20 de agosto de 2018
DESTINO
Este poema, inserto en "Cuaderno de Roma", será incluido en una Antología poética que no tardará demasiado en salir.
Será el destino...
¿Destino?
¿Seré yo
ese chico, con cara de asustado,
que,
incapaz de articular movimiento alguno,
espera que el vagón de metro le arrolle en no sé qué lejana fermata?
¿Seré yo
ese asustado muchacho
que, entre los raíles,
mira fijamente las dos luces que se acercan a toda velocidad,
esa tétrica mirada de la muerte?
(De
“Cuaderno de Roma”)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)