Ando ahora con Magris debajo del brazo, y siempre resulta interesante. Sus libros de ensayo tienen esa virtud de las buenas lecturas, que consiste en que la persona que cierra el libro no es la misma que lo abrió. Ha crecido. Y lo percibes. En "Utopía y desencanto" recopila textos de muy diversas temáticas, y entre ellos está "Desde el otro lado. Consideraciones fronterizas".
Fronteras, identidades, nacionalismos, todas esas metáforas más o menos beneficiosas y/o más o menos dañinas para el alma, según la proporción en que las consumamos (cuentan los que saben que "farmakon" en griego presenta una polisemia muy metafórica, pues significa veneno y remedio; dependerá de la proporción en que lo consumas, como sucede con casi todo en la vida).
Este trabajo de Magris, que a lo mejor no te descubre la pólvora en cada línea, sí que te ayuda a repensar todo eso que tenías por ahí disperso, en el disco duro del alma, y a ponerlo en su sitio. Como cuando ordenas un armario (conceptual): ni metes ni sacas nada, pero ya aprovechas para poner las cosas en su sitio, que no está mal en sí mismo.
La consideración de la frontera como puente o barrera comienza siendo un tema sugerente, y cuando apunta que "hay ciudades que se hallan en la frontera y otras que tienen las fronteras dentro y están constituidas por ellas" da un paso más. Después alude al escritor de frontera y su posible mirada alcanza un punto intenso, al ubicarlo entre la retórica de una identidad compacta (torvos guardas custodios de la frontera) y la de una identidad huidiza, que pese a su atractivo puede provocar caer en otra retórica de frontera, como es la de negar a costa cualquier frontera y ponerse del otro lado siempre, lo que puede acabar en un "rancio repertorio de lugares comunes, como los diccionarios de rimas tiempo atrás, preparados para sugerir la rima que hacía falta". Sutil. Brillante. Sugerente.
"El mejor modo para liberarse de la obsesión de identidad es aceptarla en su siempre precaria aproximación y vivirla espontáneamente, o sea, olvidándose de ella: de la misma forma que se vive sin pensar continuamente en el propio sexo, en el propio estado civil o la propia familia, es también mejor vivir sin pensar demasiado en la vida. Con tal de ser conscientes de su relatividad, es oportuno aceptar nuestras fronteras, como se aceptan las de la vivienda de cada uno". Sí, me interesa esto. Añade la pedagógica historia del judío ("¿Lejos de dónde?") y la mítica frase de Nietzsche, no apta para todos los oídos: "¿Por qué ser hostiles con el vecino, cuando en mí y en mis padres hay tan poco que amar?". Provocativo. Es necesario al menos plantearse la pregunta, en tiempo de tantas identidades pretendidamente compactas.
Y concluye volviendo a Nietzsche: "¿Dónde puedo sentirme en casa?". Ni idea. A lo mejor donde estén mis libros, mis películas, mi música y mi memoria.
Grande: hoy he leído en mi autobús de las siete (¡ay, hoy era más temprano!) pocos quilos de texto, pero muchos quilates. Y me recordó mi consuetudinaria sensación de extrañeza-extranjería ante casi todo lo que me rodea (y más en Navidad, pre-Navidad o lo que sea esto). Pero revisada y puesta al día, como algunas ediciones de libros jurídicos.
Cuentan que durante los tiempos de Allende los cholos pobres se manifestaban por Santiago de Chile, y las señoras de la alta sociedad pre-pinochetista se preguntaban, al verles: ¿"de dónde sale toda esta gente? ¿Y por qué son tan feos?". A esta horrenda frase le puedo dar la vuelta y usarla para mis intereses. Lee uno estos textos tan brillantes, crece un poquito y, claro, luego la realidad no está a la altura de nuestras expectativas. Enciendes los noticieros y ves lo que ves, e inevitablemente te preguntas, al ver a nuestros políticos y demás figuritas de un pesebre repleto de "caganers": "¿de dónde sale toda esta gente? ¿Y por qué son tan cutres?".
Vale.
Fronteras, identidades, nacionalismos, todas esas metáforas más o menos beneficiosas y/o más o menos dañinas para el alma, según la proporción en que las consumamos (cuentan los que saben que "farmakon" en griego presenta una polisemia muy metafórica, pues significa veneno y remedio; dependerá de la proporción en que lo consumas, como sucede con casi todo en la vida).
Este trabajo de Magris, que a lo mejor no te descubre la pólvora en cada línea, sí que te ayuda a repensar todo eso que tenías por ahí disperso, en el disco duro del alma, y a ponerlo en su sitio. Como cuando ordenas un armario (conceptual): ni metes ni sacas nada, pero ya aprovechas para poner las cosas en su sitio, que no está mal en sí mismo.
La consideración de la frontera como puente o barrera comienza siendo un tema sugerente, y cuando apunta que "hay ciudades que se hallan en la frontera y otras que tienen las fronteras dentro y están constituidas por ellas" da un paso más. Después alude al escritor de frontera y su posible mirada alcanza un punto intenso, al ubicarlo entre la retórica de una identidad compacta (torvos guardas custodios de la frontera) y la de una identidad huidiza, que pese a su atractivo puede provocar caer en otra retórica de frontera, como es la de negar a costa cualquier frontera y ponerse del otro lado siempre, lo que puede acabar en un "rancio repertorio de lugares comunes, como los diccionarios de rimas tiempo atrás, preparados para sugerir la rima que hacía falta". Sutil. Brillante. Sugerente.
"El mejor modo para liberarse de la obsesión de identidad es aceptarla en su siempre precaria aproximación y vivirla espontáneamente, o sea, olvidándose de ella: de la misma forma que se vive sin pensar continuamente en el propio sexo, en el propio estado civil o la propia familia, es también mejor vivir sin pensar demasiado en la vida. Con tal de ser conscientes de su relatividad, es oportuno aceptar nuestras fronteras, como se aceptan las de la vivienda de cada uno". Sí, me interesa esto. Añade la pedagógica historia del judío ("¿Lejos de dónde?") y la mítica frase de Nietzsche, no apta para todos los oídos: "¿Por qué ser hostiles con el vecino, cuando en mí y en mis padres hay tan poco que amar?". Provocativo. Es necesario al menos plantearse la pregunta, en tiempo de tantas identidades pretendidamente compactas.
Y concluye volviendo a Nietzsche: "¿Dónde puedo sentirme en casa?". Ni idea. A lo mejor donde estén mis libros, mis películas, mi música y mi memoria.
Grande: hoy he leído en mi autobús de las siete (¡ay, hoy era más temprano!) pocos quilos de texto, pero muchos quilates. Y me recordó mi consuetudinaria sensación de extrañeza-extranjería ante casi todo lo que me rodea (y más en Navidad, pre-Navidad o lo que sea esto). Pero revisada y puesta al día, como algunas ediciones de libros jurídicos.
Cuentan que durante los tiempos de Allende los cholos pobres se manifestaban por Santiago de Chile, y las señoras de la alta sociedad pre-pinochetista se preguntaban, al verles: ¿"de dónde sale toda esta gente? ¿Y por qué son tan feos?". A esta horrenda frase le puedo dar la vuelta y usarla para mis intereses. Lee uno estos textos tan brillantes, crece un poquito y, claro, luego la realidad no está a la altura de nuestras expectativas. Enciendes los noticieros y ves lo que ves, e inevitablemente te preguntas, al ver a nuestros políticos y demás figuritas de un pesebre repleto de "caganers": "¿de dónde sale toda esta gente? ¿Y por qué son tan cutres?".
Vale.
pd: hoy vengo metafísico. Será que no he desayunado a mi gusto.
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