jueves, 27 de septiembre de 2018

YO TE DIRÉ (UNA CANCIÓN QUE ME RECUERDA A FILIPINAS)

Yo te diré
por qué mi canción
te llama sin cesar
me faltan tus besos
me falta tu risa
me falta tu despertar

Yo te diré
por qué en mi canción
se siente sin cesar
mi sangre latiendo
mi vida perdiendo
que tu no te alejes más

Cada vez que el viento pasa
se lleva una flor
pienso que nunca mas
volverá mi amor

No me abandones nunca
al anochecer
que la luna sale tarde
y me puedo perder

Así sabrás
por que mi canción
te llama sin cesar
me faltan tus besos
me falta tu risa
me falta tu despertar

I SUNSIN, EL HÉROE


Con el ensayo "I Sunsin, el héroe", gané en su día el I Concurso de Ensayo sobre Literatura Coreana (2008). Fue un gran honor. Así comenzaba mi trabajo. 


I SUNSIN, EL HÉROE

 

 
Antonio José Quesada Sánchez

 

“Al guerrero que pierde su espada, ¿qué le queda sino la muerte?

 

“Aun estando en defensa, no dejaba de atacar;

en realidad, no había distinción entre una cosa y la otra”

 

 

 

 

I

 

Conforme avanza la vida (o, mejor dicho, conforme avanza mi vida, mi única referencia auténtica) voy interiorizando más profundamente la convicción de que, en realidad, no existen libros sino que, para ser exactos, los que existen son los lectores. Puede que esté equivocado, pero todavía confío en poder rectificar en su caso, si lo considero oportuno.

Leonardo Sciascia, el centinela moral de la Italia de la segunda postguerra mundial, solía repetir aquello de que mal iba un país cuando tenía necesidad de héroes. Sabía de lo que hablaba, pues un auténtico siciliano siempre tendrá necesidad de héroes, ya que la Historia le condenó hace siglos. Al menos hasta que la solución de Sicilia deje de ser el aeropuerto, como alguna vez expusiera, de modo gráfico, el desencantado volteriano de Racalmuto.

Todo esto que comento viene a cuento del comienzo de mi ensayo sobre el libro “El canto de la espada”, biografía novelada del gran I Sunsin, almirante y héroe coreano. Tras leer el libro, de entrada, no me cabe la menor duda acerca de que I Sunsin fue un auténtico héroe, y por eso he querido que ese sea el título de mi ensayo: “I Sunsin, el héroe”.

Todo el mundo estará de acuerdo conmigo en destacar dicha condición heroica. Sin embargo, seguramente defiendo esta opinión por razones diametralmente opuestas a las que puedan enarbolar, por ejemplo, los hacedores de su Patria que, como todos los hacedores de todas las Patrias, suelen estar más ocupados construyendo himnos, fronteras de alambre, banderas y todas esas mentiras bélicas más o menos metafóricas.


(CONTINÚA...)

viernes, 21 de septiembre de 2018

ÉTRANGER

Me agrada la palabra francesa "étranger".
Significa extranjero, bien sûr, pero tiene otros sentidos y/o connotaciones que cada día se enseñorean más con vetas de la personalidad de este humilde flâneur de la vida que vengo a ser yo.
Extraño. Ajeno. Indiferente.
Sí, más o menos. El resto del mundo agobia, y provoca en mí esta sensación de extranjería-extrañeza-ajenidad-indiferencia, en ocasiones como paso previo al convencimiento de la inevitabilidad de otra batalla (dispuesto a ganarla pero mentalmente hastiado por tener que dedicar tiempo y esfuerzo a eso).
Recuerdo un texto que escribí alguna vez (texto al que tengo bastante cariño; soy un sentimental), en que hablaba de algo de esto. Publicado en un libro muy querido, como es la Antología reciente de Rafael Inglada sobre poesía joven malagueña (estamos los "poetisos", pues las poetas-poetisas vendrán después, que nadie se altere antes de tiempo). Desde que la lucidez me recomendó no publicar inservibles libros de poesía, me desfogo con estas experiencias puntuales y bellas.
En fin: que me agrada la palabra francesa "étranger".

 https://antoniojetaquesada.blogspot.com/2018/06/que-gran-honor-ser-incluido-en-inter.html

jueves, 20 de septiembre de 2018

MAESTRO RIBEYRO

Por esto y por tantas razones... considero que Julio Ramón Ribeyro es un genio al que hay que volver. No estoy de acuerdo con alguno de los matices del texto que cito, pero... ¡está todo tan bien escrito que no queda más que disfrutarlo!

"¡Cuántos libros, Dios mío, y qué poco tiempo y a veces qué pocas ganas de leerlos! Mi propia biblioteca, donde antes cada libro que ingresaba era previamente leído y digerido, se va plagando de libros parásitos, que llegan allí muchas veces no se sabe cómo y que por un fenómeno de imantación y de aglutinación contribuyen a cimentar la montaña de lo ilegible y, entre estos libros, perdidos, los que yo he escrito. No digo en cien años, en diez, en veinte, ¿qué quedará de todo esto? Quizás sólo los autores que vienen de muy atrás, la docena de clásicos que atraviesan los siglos, a menudo sin ser muy leídos, pero airosos y robustos, por una especie de impulso elemental o de derecho adquirido. Los libros de Camus, de Gide, que hace apenas dos decenios se leían con tanta pasión, ¿qué interés tienen ahora, a pesar de que fueron escritos con tanto amor y tanta pena? ¿Por qué dentro de cien años se seguirá leyendo a Quevedo y no a Jean-Paul Sartre? ¿Por qué a François Villon y no a Carlos Fuentes? ¿Qué cosa hay que poner en una obra para durar? Diríase que la gloria literaria es una lotería y la perduración artística un enigma. Y a pesar de ello se sigue escribiendo, publicando, leyendo, glosando. Entrar a una librería es pavoroso y paralizante para cualquier escritor, es como la antesala del olvido: en sus nichos de madera, ya los libros se aprestan a dormir su sueño definitivo, muchas veces antes de haber vivido. ¿Qué emperador chino fue el que destruyó el alfabeto y todas las huellas de la escritura? ¿No fue Eróstrato el que incendió la biblioteca de Alejandría? Quizás lo que pueda devolvernos el gusto por la lectura sería la destrucción de todo lo escrito y el hecho de partir inocente, alegremente de cero".

(Julio Ramón Ribeyro: "Prosas apátridas")

jueves, 13 de septiembre de 2018

"ADELFOS", DE MANUEL MACHADO

Adelfos

 Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
—soy de la raza mora, vieja amiga del Sol—,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.

En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.

Besos ¡pero no darlos! Gloria.... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir!

¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce ni adoro la virtud.

De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.

Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir! ...

Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!


(París, 1889)