viernes, 28 de agosto de 2020

CINE Y ENSEÑANZA DEL DERECHO: UNAS CLASES DE PELÍCULA

 Artículo publicado en "El Faro Astorgano" el día 28 de agosto de 2020. Inserto en las actividades del Proyecto de Innovación Educativa que coordino en la UMA sobre Cine y Derecho.

Todo un honor.



CINE Y ENSEÑANZA DEL DERECHO: UNAS CLASES DE PELÍCULA

 

Antonio J. Quesada

Profesor Titular Universidad de Málaga

 

 

La docencia evoluciona, del mismo modo que evoluciona la propia vida, pues el mundo entra en las Aulas inevitablemente, y es bueno que ello suceda. Las torres de marfil ya no se llevan, salvo en actividades excesivamente individualistas, y aún en ellas podríamos discutir sus bondades. El docente, en todo caso, tiene la carga de estar al día de lo que sucede más allá de los muros del centro docente, así como de todo aquello que pueda ser útil para llevar a cabo su tarea docente de modo más eficaz. En mi opinión, el docente debe contaminarse de vida y, ante todo, de cultura: es una estrategia pedagógica que provoca que el producto que se ofrece a sus alumnos sea de mayor calidad. Seguramente, un alumno que escucha nombrar a Luis Cernuda, García Lorca, Antonio Machado, Stendhal o Cela, aunque sea para hablar de artículos del Código civil o de la Ley de Enjuiciamiento Civil, empieza a familiarizarse con un imaginario que excede de lo que es el Boletín Oficial del Estado.

Inspirado por estas ideas, desde hace años intento ilustrar mis clases de Derecho civil con alusiones (y con verdadero trabajo prediseñado) conectado con Literatura, con Cine y con Música. Con Cultura. Es una estrategia como cualquier otra, pero especialmente enriquecedora, porque inocula Cultura en el alumnado. Si “cada maestrillo tiene su librillo”, mi librillo tiene versos, y eso imprime carácter. Evidentemente, el movimiento se demuestra andando, y va uno progresando e intentando que cada vez resulte más provechosa esta estrategia de “inmersión cultural” en clase. En mi modesta opinión, los resultados son gratificantes, al menos hasta hoy (recuerdo haber sistematizado esta metodología, con detalle, en una conferencia que impartí en Manila, hace varios años, y en algunas otras intervenciones por aquí y por allá). El mundo cultural está ahí, esperando a los docentes, como esas máquinas de bolas con regalo que hay en ciertos comercios, destinadas a los niños: espera que saquemos la bola adecuada para disfrutarla con los alumnos. En esta ola que intento surfear (la de la utilización de la cultura a la hora de explicar Derecho civil), el cine tiene una posición esencial. Valoro tanto el cine como fin que lo utilizo, incluso, como medio. En mi trabajo docente.

Trabajar con cine no es imprescindible para impartir docencia jurídica, no puedo negar lo evidente, pero… en mi modesta opinión, ayuda y enriquece. El cine es tan gráfico que, en un mundo como el actual, sirve para ilustrar adecuadamente cuestiones jurídicas concretas que se tratan en nuestros temarios de clase (y que, quizás, serían más complicadas de tratar sin la ilustración cinematográfica). Evidentemente, el docente debe saber escoger la película (o escena) con rigor y buen hacer profesional, y ser consciente de que esto que hace no es un divertimento, sino una estrategia que conlleva un modo gráfico de ilustrar alguna importante cuestión de un sesudo temario jurídico.

Al cine nada humano le es ajeno: tampoco el Derecho. El docente que quiera ilustrar con escenas de películas sus materias lo debe tener claro, para diseñar la estrategia. ¿Acaso no es más fácil entender lo que puede ser el daño medioambiental si se revisita una película como “A civil action” (S. Zaillian, 1998), o como “Erin Brockovich” (S. Soderbergh, 2000)? ¿No es posible ilustrar de manera insuperable la tutela judicial efectiva y sus implicaciones reflexionando con “Matar a un ruiseñor” (R. Mulligan, 1962) o con “Doce hombres sin piedad” (S. Lumet, 1957)? Entender el modo de funcionamiento de los títulos-valores puede resultar más accesible con “Plácido”, de Luis García Berlanga (1961), o la antigua regulación sobre incapacitación y el pago de impuestos con “Patrimonio Nacional” (1981). Ciertos aspectos del Derecho del trabajo pueden ser fácilmente entendidos si se tiene cerca “Novecento” (B. Bertolucci, 1976) o “Germinal” (C. Berri, 1993), e incluso Shakespeare y su “mercader de Venecia” nos pueden ayudar a aterrizar mejor en el tema del pago o cumplimiento de las obligaciones. Cito algunos casos especialmente gráficos: hay muchos más. Pero con esto que comento queda ilustrada la idea que trato de esbozar: el cine puede ser muy útil al profesor de Derecho, en sus clases.

Sabedor de que esto es así, no solamente pongo en práctica esta convicción, sino que coordino en mi Universidad un Proyecto de Innovación Educativa sobre la cuestión, y estamos trabajando y formándonos en todo ello, para poder ofrecer cada día un mejor trabajo y una estrategia más meditada. Resulta muy sugerente e ilustrativo, para un jurista, leer el cine con una mirada jurídica. Y bien acompañado, todavía más.

El docente debe estar concienciado de la eficacia de esta estrategia, y también debe ser lo suficientemente diligente como para lograr que sea fructífera en clase. Cuando se consigue, la sensación es muy gratificante. Y excede de lo que significa explicar una materia en una clase de Derecho: Atticus Finch-Gregory Peck ha despertado más vocaciones jurídicas que cualquier Salón del Estudiante de cualquier Universidad al uso, y Frank Galvin (aquel abogado alcohólico al que daba vida Paul Newman en “Veredicto final”, S. Lumet, 1982) o Jessica Lange en “La caja de música” (Costa-Gavras, 1989) seguramente han inspirado a muchos estudiantes de Derecho en sus mejores ensoñaciones profesionales. Hemos nacido, como Alberti, con el cine: respetadnos. Si no somos capaces de escuchar hablar de “la parte contratante” sin imaginar a Groucho Marx, el primer paso puede estar dado.

En fin, que a la vista de lo repasado, el cine puede ser muy útil para enseñar Derecho. Me consta: salen unas clases de película.

 

miércoles, 12 de agosto de 2020

ERNESTO GIMÉNEZ CABALLERO

 https://www.abc.es/cultura/abci-gece-celestino-retaguardia-202008120048_noticia.html#ancla_comentarios

viernes, 7 de agosto de 2020

EL POETA CRÍPTICO

 

EL POETA CRÍPTICO

Para Antonio J. Quesada

Escribe bien y lo sabe,
pero no quiere saberlo,
no sea que tenga que hacerlo
cuando no quiere. Lo grave
no es hacerse con la llave,
sino abrir o no la puerta.
¿Salir a la calle incierta
para saber que no hay
más que un torpe guirigay?
Mejor solo. En casa. Alerta.

                          (José María Prieto)