viernes, 28 de diciembre de 2018

MEDIOCRIDAD(ES)

Interesante reflexión sobre la mediocridad y la brillantez.
En todo caso... interesante. Obliga a reubicarnos, y eso siempre es bueno. Incluso el futbolista dominguero que fui, durante tantos años, se remueve en su tumba.




https://www.nytimes.com/es/2018/12/20/disfrutar-pasatiempos/?fbclid=IwAR3vVQFwoDvsL92ki_cUBJ9mQY--7Yyl0kuXaKbQW3KJgkAe8ChRPl2NfJ8



jueves, 27 de diciembre de 2018

ELOGIO DE LA LOCURA


Aunque no quede más opción que vivir en la vida real (es donde podemos conseguir un buen filete, como apuntara Woody Allen, en frase que hoy sería políticamente incorrecta, como tanto de lo suyo), los "lletraferits" siempre tenderemos a huir y refugiarnos en nuestro mundo irreal, infinitamente más agradable que el otro.
Detrás de "The Wall", abrigaditos por cine, libros, músicas y todo eso que nos ayuda a seguir. Refugiados en nuestro Tiffany, donde nada malo sucederá, ni en los días rojos ni en ningún otro.
Buscaremos siempre nuestra rosa púrpura de El Cairo y... seguiremos escribiendo cada mañana nuestro particular elogio de la locura.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

CARLO LEVI NO SE PARÓ EN ÉBOLI



"Manual de Uso Cultural" (número 40, 2018) publica un trabajito que escribí, titulado "Carlo Levi no se paró en Éboli". Un placer que agradezco. El texto es el que sigue.



CARLO LEVI NO SE PARÓ EN ÉBOLI
 
 
Antonio J. Quesada
 
 
El Sur es ese lugar aparentemente geográfico que se mitifica desde un presunto norte. Por tantas partes y de tantas maneras: la huida que siempre añoramos (y que nunca llevaremos a cabo) es a los Mares del Sur; a él viajamos en invierno con Vázquez Montalbán y Eliot, después de leer hasta entrada la noche; Víctor Erice también nos incitó hacia esa parte de la geografía de la que huyeron, a su manera, Rocco y sus hermanos o La Mari, que terminaba catalanizada tras escapar de Alosno y sus fandangos, etc. En España, en Estados Unidos, en el planeta: el duro Sur es un estado de ánimo. También lo es en Italia, donde la terra de Visconti tremava, Rocco olvidaba el dialecto de su tierra en el norte industrializado, y cuando el Nápoles de Maradona llegaba a Milán para jugar un partido era recibido con pancartas en las que le daban la bienvenida a Italia. En ese espíritu podemos encuadrar  la novela del polifacético Carlo Levi Cristo si è fermato a Éboli (hoy, si tuviese tono humorístico, podría entroncar con Bienvenidos al norte y sucedáneos). Publicada en 1945, el texto autobiográfico de Levi refleja el destierro de un intelectual antifascista a la zona de la actual Basilicata y su descubrimiento de una civilización inimaginable en Turín, como es la de los campesinos sureños. Civilización ajena al progreso y a la propia Historia, dejada de la mano de Dios (Cristo jamás llegó allí, se quedó en Éboli) y del Estado, en pensamientos que hubiesen incitado al debate con el Genio Pasolini. El Estado era algo ajeno, casi enemigo, y Nueva York era ese sueño que permitía abandonar tanta miseria de todo tipo.
Con el tiempo (1979), Francesco Rosi filmaría una película basada en esta gran obra, trasladando a la pantalla ese aroma tan afín al “realismo mágico” que se respira en el bello libro de Levi. Hace ahora cuarenta años de aquella mítica película (de casi todo empieza a hacer cuarenta años). El protagonista será un magistral Gian Maria Volonté, a quien reconocemos como aquel Izarra de Operación Ogro (1978), pero también como interviniente en películas de la talla de Il caso Moro (1986) o Todo Modo (1975), así como en algunas obras de Sergio Leone. Se puede entrever a Levi bajo su aspecto: su interpretación es inolvidable (y atentos a las intervenciones de la mítica Irene Papas y de Alain Cuny, ex-Steiner de La dolce vita).
Si algún calificativo podemos aplicar con propiedad a la película es el de poética o el de introspectiva. El placer estético de su visionado es evidente, con ese auxilio magistral de fotografía y música. Además, refleja un mundo que ya no existe (como aquel subproletariado de Pasolini), y eso añade un interés sociológico al inevitable goce estético que proporciona. Merece la pena llevar la contraria a Dios y no detenerse en Éboli: merece la pena seguir e intentar aclimatarnos, como el reflexivo protagonista, a este duro mundo.
No es fácil tal mundo, tampoco lo idealicemos. “Se va de voluntario a África: no tiene bastante con el África que hay aquí”, confiesa un nostálgico de América, de los pocos que mantienen los lazos con la esperanza, mientras Faccetta nera, aquel himno fascista tan conectado con Abisinia, se adueñaba de todo (en esto la película tiene una conexión evidente con la magistral Una giornata particolare de Ettore Scola, en la que la Italia oficial que vomitaba la radio, mediante discursos, himnos y rimbombantes locutores, se adueñaba de las intimidades de los ciudadanos). Un mundo al que Cristo no llegó, pues se detuvo en Éboli y no siguió más allá: tierra en la que el médico es casi un lujo al alcance de unos pocos, como los libros; lugares que acogen a castigados políticos y en los que los martinicos (espíritus más o menos burlones de niños muertos sin bautizar) son más reales que los maestros de escuela. También Sciascia dejó páginas míticas sobre la Sicilia eterna, quizás porque, en el fondo, maleando a Cortázar podemos asegurar que todos los sures el sur.
Carlo Levi, a diferencia de Cristo, no se paró en Éboli. Siguió. Y describió el sur magistralmente.
 
 

jueves, 20 de diciembre de 2018

DESDE EL OTRO LADO. CONSIDERACIONES FRONTERIZAS

Ando ahora con Magris debajo del brazo, y siempre resulta interesante. Sus libros de ensayo tienen esa virtud de las buenas lecturas, que consiste en que la persona que cierra el libro no es la misma que lo abrió. Ha crecido. Y lo percibes. En "Utopía y desencanto" recopila textos de muy diversas temáticas, y entre ellos está "Desde el otro lado. Consideraciones fronterizas".
Fronteras, identidades, nacionalismos, todas esas metáforas más o menos beneficiosas y/o más o menos dañinas para el alma, según la proporción en que las consumamos (cuentan los que saben que "farmakon" en griego presenta una polisemia muy metafórica, pues significa veneno y remedio; dependerá de la proporción en que lo consumas, como sucede con casi todo en la vida).
Este trabajo de Magris, que a lo mejor no te descubre la pólvora en cada línea, sí que te ayuda a repensar todo eso que tenías por ahí disperso, en el disco duro del alma, y a ponerlo en su sitio. Como cuando ordenas un armario (conceptual): ni metes ni sacas nada, pero ya aprovechas para poner las cosas en su sitio, que no está mal en sí mismo.
La consideración de la frontera como puente o barrera comienza siendo un tema sugerente, y cuando apunta que "hay ciudades que se hallan en la frontera y otras que tienen las fronteras dentro y están constituidas por ellas" da un paso más. Después alude al escritor de frontera y su posible mirada alcanza un punto intenso, al ubicarlo entre la retórica de una identidad compacta (torvos guardas custodios de la frontera) y la de una identidad huidiza, que pese a su atractivo puede provocar caer en otra retórica de frontera, como es la de negar a costa cualquier frontera y ponerse del otro lado siempre, lo que puede acabar en un "rancio repertorio de lugares comunes, como los diccionarios de rimas tiempo atrás, preparados para sugerir la rima que hacía falta". Sutil. Brillante. Sugerente.
"El mejor modo para liberarse de la obsesión de identidad es aceptarla en su siempre precaria aproximación y vivirla espontáneamente, o sea, olvidándose de ella: de la misma forma que se vive sin pensar continuamente en el propio sexo, en el propio estado civil o la propia familia, es también mejor vivir sin pensar demasiado en la vida. Con tal de ser conscientes de su relatividad, es oportuno aceptar nuestras fronteras, como se aceptan las de la vivienda de cada uno". Sí, me interesa esto. Añade la pedagógica historia del judío ("¿Lejos de dónde?") y la mítica frase de Nietzsche, no apta para todos los oídos: "¿Por qué ser hostiles con el vecino, cuando en mí y en mis padres hay tan poco que amar?". Provocativo. Es necesario al menos plantearse la pregunta, en tiempo de tantas identidades pretendidamente compactas.
Y concluye volviendo a Nietzsche: "¿Dónde puedo sentirme en casa?". Ni idea. A lo mejor donde estén mis libros, mis películas, mi música y mi memoria.
Grande: hoy he leído en mi autobús de las siete (¡ay, hoy era más temprano!) pocos quilos de texto, pero muchos quilates. Y me recordó mi consuetudinaria sensación de extrañeza-extranjería ante casi todo lo que me rodea (y más en Navidad, pre-Navidad o lo que sea esto). Pero revisada y puesta al día, como algunas ediciones de libros jurídicos.
Cuentan que durante los tiempos de Allende los cholos pobres se manifestaban por Santiago de Chile, y las señoras de la alta sociedad pre-pinochetista se preguntaban, al verles: ¿"de dónde sale toda esta gente? ¿Y por qué son tan feos?". A esta horrenda frase le puedo dar la vuelta y usarla para mis intereses. Lee uno estos textos tan brillantes, crece un poquito y, claro, luego la realidad no está a la altura de nuestras expectativas. Enciendes los noticieros y ves lo que ves, e inevitablemente te preguntas, al ver a nuestros políticos y demás figuritas de un pesebre repleto de "caganers": "¿de dónde sale toda esta gente? ¿Y por qué son tan cutres?".
Vale.
pd: hoy vengo metafísico. Será que no he desayunado a mi gusto.

martes, 18 de diciembre de 2018

NO TIENES CORAZÓN... ¿O SÍ?

"Un café, mire usted, 
pa'un primo hermano: 
corto de Café, largo de Quijano.

(Piedra preciosa de Joaquín Sabina incrustada en "No tienes corazón", de Café Quijano)