martes, 17 de septiembre de 2019

TRABAJO SOBRE MARÍA TERESA LEÓN

Se publica en la Revista "Sur" un trabajo sobre María Teresa León. Todo un placer.

http://www.sur-revista-de-literatura.com/Paginas13/01AJQuesadaMTLeon.pdf




María Teresa León o la mujer no inventada


Antonio J. Quesada

María Teresa León fue una gran escritora a la que, utilizando un título de Benjamín Prado, vivir “a la sombra del ángel” oscureció para el gran público. Por desgracia, pues su luz brilló con luz propia durante toda su vida. “La mujer inventada”, la llamó Prado en “Los nombres de Antígona”, y nos explicó cómo su vida giró entre la felicidad y el drama, entre el éxito y el desastre. En condiciones normales añadiríamos “entre el clavel y la espada”, pero no lo hacemos para no profundizar en la herida que describimos. Porque, si bien es inevitable relacionarla con Rafael Alberti, cuando se habla de su vida, su entidad propia como creadora es más que evidente, y no siempre ha sido valorada adecuadamente. Valgan estas líneas como granito de arena en dicho sentido.
Si hurgamos en su vida (algo que no estoy seguro de que sea legítimo, y me hace sentir mal: dejemos en paz la vida de los demás), encontramos datos como el de que es hija de militar y de Oliva Goyri, señora que algunos han caracterizado como autoritaria, inteligente y progresista. También hay quien la presenta como prima de María Goyri, la primera mujer que se graduó en una universidad española, o como sobrina de Ramón Menéndez Pidal. Y todo ello es exacto, pero irrita, eso de presentar a alguien con la entidad de María Teresa por su relación con otras personas, por la potente luz que emana de ella misma y de sus méritos creativos. Lectora precoz, se casó en 1920, con diecisiete años, y tuvo dos hijos. En 1931 conoció a Rafael Alberti, en cierta lectura (en la que, según contó a Aub, la frivolidad se enseñoreaba de todo y ella cambió ese tono general, captando la atención de Rafael) y se cuenta que después de la lectura salieron a caminar, por la noche. Dicen que cuando amaneció ya se habían enamorado. Aquello fue un escándalo, claro. Ser libre es lo que tiene, que es un escándalo en sí mismo. Pedro Salinas, que no parecía tenerle excesivo cariño, en carta a Jorge Guillén la describía como “bella dama, literata mala”. ¡Ay!
Y en eso llegó la República. Rafael y María Teresa marcharon a la URSS y, cuando volvieron a España, en 1933, se casaron (disuelto estaba, su primer matrimonio) y se afiliaron al PCE, iniciando una firme militancia política compartida. Fundaron la mítica revista “Octubre”, además, y se convertirían en referentes para los creadores comunistas (“María Teresa y yo tenemos la fe del carbonero”, decía Rafael, sobre la URSS). Su contacto con los intelectuales fue, ya, siempre frecuente: durante la guerra civil, a pesar de las polémicas, su actividad fue muy relevante. María Teresa despertó cierto odio en algunas personas: en la Alianza de Intelectuales Antifascistas se la acusó de robar joyas y muebles durante la guerra, de ordenar una quema de libros de escritores de derechas, de instalar ametralladoras en los tejados del Museo del Prado, para atraer bombardeos y desacreditar a los nacionales, y conocida fue su triste discrepancia con Miguel Hernández, que incluyó una sonora bofetada que hizo caer al suelo al alicantino (¡ay, el final de Miguel Hernández!). Inevitable que, cuando uno tiene la estatura de María Teresa, no a todo el mundo resulte de su agrado.
Tuvo que marchar, junto con Rafael, al exilio, y recorrieron el mundo con sus actividades creativas y políticas, y su trato con grandes intelectuales, de la talla de Hemingway, Malraux, Neruda, Picasso, etc., fue frecuente. En México trató a Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, y también Octavio Paz anduvo fascinado con ella. Su interés por la poesía china fue evidente, y se asentaron, Rafael y ella, en Argentina y luego en Roma, antes de volver a España (por razones personales, su etapa romana nos resulta especialmente afín, viviendo primero en Via di Monserrato, cerca de la maravillosa Via Giulia y, posteriormente, en su mítica residencia de Via Garibaldi, en el no menos mítico barrio del Trastevere). Volverían a España en 1977 y el Alzheimer se apropió cada vez más de ella, de una María Teresa que moriría en 1988 (Benjamín Prado ha recordado, en sentida semblanza, sus últimos años madrileños). Sus restos descansan en el cementerio madrileño de Majadahonda, y sobre su tumba está escrito este verso de Rafael (texto de “Retornos del amor en las arenas”): “Esta mañana, amor, tenemos veinte años”.
En lo relativo a su obra, lo verdaderamente importante cuando nos ocupamos de un creador (que solamente hable su obra, podríamos pretender), destacaríamos su labor como solvente autora de relatos, ya que más de la mitad de sus libros son de relatos: “Cuentos para soñar” (1928), “La bella del mal amor” (1930), “Rosa fría, patinadora de la luna” (1934, con dibujos de Alberti), “Cuentos de la España actual” (1936, con reedición algo modificada en 1942, “Morirás lejos”), “Una estrella roja” (1937), “Las peregrinaciones de Teresa” (1950) o “Fábulas del tiempo amargo” (1962).
Pero María Teresa no solamente se dedicó al relato, género en el que sobresalió, como hemos dicho, sino que también escribió novelas, como “Contra viento y marea” (1941), “Juego limpio” (1959), “Menesteos, marinero de abril” (1965), entre otras, así como biografías noveladas (cuidada selección de personajes, la suya: Gustavo Adolfo Bécquer, El Cid Campeador, Jimena Díaz de Vivar o Cervantes), teatro, traducción (tradujo, entre otros, a Voltaire, Éluard, Eminescu y poesía china), ensayo, poemas, guiones cinematográficos o su gran autobiografía, “Memoria de la melancolía” (1970). Con el tiempo se han conocido, además, textos inéditos, y en este sentido, cabe recordar que en 2003, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, se organizó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid la exposición “María Teresa León. Memoria de un compromiso”, en la que se podía disfrutar de textos inéditos acerca de Lope de Vega, Ramón Menéndez Pidal o Federico García Lorca.
Personalmente nos gustaría resaltar su imprescindible autobiografía, “Memoria de la melancolía” (1970), la obra de María Teresa que más nos ha llegado. Escrita con una prosa a la altura de la calidad creativa de la autora, nos permite hacer camino con María Teresa y estar atentos a su culturalismo, su visión femenina y feminista de la existencia y a sus avatares vitales (que tienen mucho que ver con los avatares vitales del Siglo XX), de modo parejo a lo que puede implicar “La arboleda perdida” en el caso de Rafael. A decir del estudioso Torres Nebrera, es un libro en el que, además, no hay un asomo de impostura, y cuya relevancia es cada vez más reconocida, con el tiempo. Pero… ha costado. Pese a que nos parece un libro imprescindible para entender a María Teresa, y para entender a la España y al mundo del Siglo XX. Y, ante todo, para lograr que disfrutemos estéticamente y razonemos intelectualmente, que es lo que consiguen de sus lectores los mejores libros.
“La mujer inventada”, la llamó Prado en “Los nombres de Antígona”. Una gran creadora real, la considero yo. Ahora y siempre.
“La mujer no inventada”, para ser justos.