"Manual de Uso Cultural" (número 41, 2019) publica un trabajito que escribí sobre "Bertolucci y Pasolini". Un placer que agradezco. Es el que sigue.
BERTOLUCCI E PASOLINI: SEMPRE VICINI?
Antonio J. Quesada
No hace mucho tiempo
falleció el gran Bernardo Bertolucci (noviembre de 2018). Se le podría
presentar de muchas maneras: como el responsable de llevar al cine “Il
conformista”, de Alberto Moravia; como el director polémico de la polémica “El
último tango en París”; como el genial autor de “Novecento”; como un director de
cine imprescindible, cargado de los más importantes galardones, etcétera. Pero
me voy a tomar la libertad de recordar al joven Bertolucci, como algunos hacían
con el joven Marx: recordar a ese chico llamado Bernardo. Al hijo de Attilio,
buen amigo de Pier Paolo Pasolini, con quien se iniciaría Bernardo en el cine.
Y con quien tiene interesantes paralelismos. ¿Siempre próximos?
Hijo de Attilio
Bertolucci, aquel poeta, historiador del arte y crítico de cine que ayudó a
Pasolini a publicar Ragazzi di vita
(la primera vez que Bernardo abrió la puerta de casa a Pasolini, que venía a
ver a su padre, le tomó por un delincuente), incluso Wikipedia le dedica un
retrato más o menos fiel (no hace falta que ahora lo haga yo aquí). Pero sí me
parece interesante recordar cómo desde siempre fue una persona con inquietudes
creativas, como sucedía a Pasolini: escribía (ganó el Premio Viareggio a los
veintiún años con su primer libro de versos, In cerca del mistero; once años después de que lo ganara su padre,
por cierto) y ya comenzaba a realizar trabajos en cine (los cortometrajes La teleferica o Morte di un maiale) cuando llegó su gran oportunidad: ser ayudante
de dirección de ese sugerente amigo de su padre, el polémico Pier Paolo
Pasolini, en su primera película, Accattone
(1961). Como eran vecinos, Bernardo buscaba a Pasolini pertrechado con esos papelillos
que siempre llevan los poetas, para enseñar al mundo sus últimos poemas. Todo
un privilegio para él. Llegó al cine para seguirse expresando, como Pasolini, y
sin grandes conocimientos técnicos previos (aunque con una cultura
cinematográfica mayor que la de Pasolini), se lanza a este sugerente ruedo. Y
prácticamente debutarán juntos, en Accattone.
“Pero Pier Paolo, nunca he trabajado como ayudante de dirección”, comentó
Bernardo cuando Pasolini le ofreció ese puesto en su primera película. “Y yo
nunca he dirigido una película”, contestó Pasolini. Y juntos, envueltos en cierto
aroma adánico, hicieron la película e ingresaron en la Historia del Cine.
Pasolini marcará a Bernardo, que siempre quedará maravillado por esa
personalidad desbordante: Pasolini trabajaba como un loco sin que lo pareciera,
y dirigía cine (desde la nada técnica) mientras escribía poesía, narrativa,
ensayos, etc. Bernardo siempre consideró un privilegio ver nacer ante sus ojos
a un cineasta, y a un cineasta llamado Pasolini. Ese Genio.
En 1962 dirigiría La commare secca, en la que Pasolini
será coguionista de la adaptación de una historia que él había escrito (sigue ese
aroma pasoliniano de una Roma marginal y subproletaria). Pasolini había escrito
el texto, pero ya tenía en la cabeza Mamma
Roma, y consideró oportuno que fuesen Sergio Citti y Bernardo los
encargados de sacar adelante el proyecto. Trabajaron en el guión y el productor
supo que Bernardo, a quien le temblaban las piernas al decir que sí, sería el
director, y le imprimiría su propio tono a un trabajo con evidente aroma
pasoliniano.
Cada uno seguiría su
camino, pero Bernardo quedaría marcado para siempre por esta privilegiada
relación. En La religione del mio tempo (1961)
Pasolini dedicará a Bernardo el poema A
un ragazzo, y éste contestará con otro poema, A Pasolini. Lujos entre creadores. Siempre cercanos. Sempre vicini.
Apuntan que, con el paso
del tiempo, ciertas críticas a “El último tango en París” enfriaron la relación
entre ambos, aunque no es del todo exacto. El 16 de marzo de 1975 se
enfrentaron en un campo de fútbol, en Cittadella (Parma), los equipos que
trabajaban en Novecento y Salò, que se rodaban en aquel momento.
Ganó 5 a 2 el equipo de Bertolucci, pero mientras éste no jugó, Pasolini
capitaneó a su equipo. Hay quien dice que fue un partido de reconciliación. No
sé.