viernes, 10 de septiembre de 2021

PARTICIPACIÓN EN MICRORRELATOS DE CAPITEL (CUADERNO CAPITEL NÚMERO 7)

 

 CAPITEL

Antonio J. Quesada

Un mal profesor puede causar daño a su alumnado (generalmente, tampoco son daños irreversibles), pero un buen profesor puede ser el origen de muchos beneficios. Es el caso de Capitel, aquel profesor de Historia del Arte que tuve la suerte de encontrar durante mi Bachillerato.

Capitel, en realidad, era un artista. Un artista que mantenía su taller, sus viajes y sus vicios (“generalmente, por desgracia, confesables”) como Profesor de Enseñanza Secundaria. Generaciones de alumnos tuvimos la fortuna de aprender a amar el Arte gracias a Capitel, tanto en el Aula como en su estudio, durante bastantes tardes. El Arte no era otro saber pasteurizado que empaquetaban en un Manual, sino un modo de ser y de estar en la vida. Una muleta que te ayudaba en tu camino. En el fondo, la justificación de la vida. Le llamábamos Capitel, pues podía dedicar una clase entera a detenerse en la belleza de algún capitel que mereciera la pena.

Nunca olvidé a Capitel. Hace años que vivo en Roma, realizando sesudas investigaciones en el Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado, en Via Panisperna, pero… no es casual que viva en Roma, sin interés en mudanza alguna.

lunes, 30 de agosto de 2021

DE CUANDO YO TAMBIÉN ME LLAMÉ TOTÒ

 

 Mi Cinema Paradiso

Yo también.

Yo también dejé atrás,

alguna vez,

un pueblecito más o menos siciliano.

Yo también luché,

a trompicones,

para evitar mi disolución en el grupo

y desarrollarme como persona.

Fue traumático, obviamente:

no se sale indemne de estas batallas.

Yo también viví mis aventuras,

sí.

Acudía devotamente a mi Cinema Paradiso

(que no se llamaba así,

sino América Multicines, Regio, Astoria o qué sé yo),

soñaba con alguna niña de ojos verdes

que siempre miraba hacia otro lado,

me acompañé de algún Alfredo que nunca se llamó Alfredo

y, poco a poco,

fui consciente de que

mirar atrás podía tener efectos secundarios.

Yo también viví mis aventuras,

mientras ganaba peso, perdía pelo

y acumulaba experiencia que no serviría a nadie

(ni a mí, seguramente).

También yo, por tanto.

También yo.

(Antonio J. Quesada; poema inédito que será publicado con otros bajo el título genérico de "Poemas procedentes de diferentes naufragios")

BLOG

¡Qué lío, con el blog! No puedo enlazar con blogs, por lo que quiero tener presente siempre un blog que me interesa, como es el siguiente: http://jjalonsopanero.blogspot.com/ 

 

 http://jjalonsopanero.blogspot.com/2014/09/astorga-en-familia-elviernes-22-de.html

sábado, 29 de mayo de 2021

MUCHAS PERSONALIDADES "ABAJOFIRMANTES"

 

 https://www.laopiniondemalaga.es/malaga/2021/01/14/300-personalidades-firman-manifiesto-rascacielos-29297567.html

martes, 25 de mayo de 2021

FRENTE A FRENTE (MANUEL ALEJANDRO)

Queda que poco queda
de nuestro amor apenas queda nada
apenas mil palabras, quedan
queda sólo el silencio
que hace estallar la noche fría y larga
la noche que no acaba
sólo eso queda

Sólo quedan las ganas de llorar
al ver que nuestro amor se aleja
frente a frente bajamos la mirada
pues ya no queda nada de que hablar, nada

Sólo quedan las ganas de llorar
al ver que nuestro amor se aleja
frente a frente bajamos la mirada
pues ya no queda nada de que hablar, nada

Queda poca ternura
y alguna vez haciendo una locura
un beso y a la fuerza, queda
queda un gesto amable
para no hacer la vida insoportable
y asi ahogar las penas
sólo eso queda

Sólo quedan las ganas de llorar
al ver que nuestro amor se aleja
frente a frente bajamos la mirada
pues ya no queda nada de que hablar, nada

Sólo quedan las ganas de llorar
al ver que nuestro amor se aleja
frente a frente bajamos la mirada
pues ya no queda nada de que hablar, nada

                                             (San Manuel Alejandro)

sábado, 15 de mayo de 2021

DON MARIO BENEDETTI, OFICINISTA

 Se publica en el número 16 de la Revista Sur mi texto "Don Mario Benedetti, oficinista". Homenaje al gran escritor uruguayo sin el que no sabría explicarme a mí mismo.

http://www.sur-revista-de-literatura.com/Monografia16.html


Don Mario Benedetti oficinista

 Antonio J. Quesada

aqs@uma.es

 Mario Benedetti es un creador excesivamente poliédrico, y resulta imposible encerrarlo en cuatro clichés o un par de párrafos más o menos desestructurados (aunque haya quien lo minimice de ese modo, con excelente diligencia). Personalmente le considero un referente en el ámbito de la poesía (aprendí de sus textos que se puede ser poético sin ser enrevesado o artificialmente barroco, aunque no se ganen premios con ello), en la narrativa (vuelvo a sus novelas y, sobre todo, a sus cuentos con religiosa periodicidad) y en el teatro, y en todo caso miro sus textos de opinión con interés.

Escribir sobre Benedetti implica tener que escoger una faceta de Don Mario (solamente añado el “Don”, en la vida, a quien considero que se lo merece), pues es muy versátil. A Benedetti se le utiliza como ariete en el plano político, como sucedió con Machado, y no sé si eso es bueno, aunque seguramente es inevitable. Para quedar como el más progre en redes sociales (antes estas cosas se hacían en el salón: ahora, en redes sociales) seleccionas una buena foto de Benedetti, escoges algún poema especialmente político de los suyos y ya está: ya has hecho la revolución desde la terraza de tu casa, sin implicarte demasiado; mirando al mar con el gin-tonic en la mano y la conciencia perfectamente tranquila.

Personalmente me interesan mucho sus textos sobre el trabajo en las oficinas, y todo lo que conlleva la oficina como metáfora (una oficina dentro de esa gran oficina que es Uruguay: “la única oficina del mundo que ha alcanzado la categoría de República”). “La oficina como problema”, podríamos escribir si perteneciéramos a la Generación del 98. No puedo evitar sentirme muy identificado con el humanismo que se destila en esos trabajos, y como los textos sobre el exilio, las torturas, el compromiso político y tal y cual están ya muy sobados, me quedo con la oficina como metáfora (además, no estoy por la labor de levantar el andamiaje de una leyenda épica falsa defendiendo que me identifico con la lucha, con el exilio, con el combate directo, etc.; eso lo dejo para quien tenga que hacer méritos).

No hablaba de oídas, Don Mario: comenzó su carrera de oficinista como vendedor de repuestos de automóviles para Will L. Smith, S.A., y siguió por aquí y por allá, trabajando o haciendo como que trabajaba, que es lo que se suele hacer en una oficina, flotando en una piscina de rutina, mediocridad, resignación e, incluso, sumisión, como nos enseñara Paoletti. Una trayectoria en primera persona de la que no quiero recordar las penurias con Raumsol pese a que también entrarían en la hoja de servicios, y sí quiero rememorar el sueño dorado del funcionariado, un trocito de Paraíso al alcance de personas como nosotros y de Don Mario.

Podemos espigar textos sobre el ambiente de las oficinas en diversas obras de Benedetti, pero como apuntara José Emilio Pacheco en el prólogo a los Cuentos Completos publicados por Alfaguara, hay un diálogo temático evidente entre su libro de cuentos “Montevideanos”, “Poemas de la oficina (1953-1956)” (el libro que le regaló, por primera vez, fama), la novela “La tregua” y el ensayo “El país de la cola de paja” (libro que, desde 1973, se negará a reeditar). ¿Cabe más versatilidad en un creador? Tratamiento del mismo tema por tierra, mar y aire. Quiero dialogar con los relatos de “Montevideanos” y “Poemas de la oficina (1953-1956)”, en mis reflexiones.

De entrada, no cabe duda de que es duro trabajar en una oficina, sobre todo si es privada. El funcionariado tenía ventajas, pues no se iba al paro jamás, aunque también tuviera inconvenientes, como los escasos aumentos de sueldo (relato “El presupuesto”, esencial para apreciar las cualidades del “género oficinesco”, como apuntara Paoletti).

Pero, en todo caso, si algo se enseñorea con la labor del oficinista es la rutina (relato “El presupuesto”). Todo está tan planificado allí que “es raro que uno tenga tiempo de verse triste: / siempre suena una orden, un teléfono, un timbre, / y, claro, está prohibido llorar sobre los libros / porque no queda bien que la tinta se corra” (Poema “Angelus”).

El cansancio agota al trabajador (“cansados como animales”, describía a la pareja en el relato “Sábado de Gloria”, cuyos protagonistas veían el domingo y la posibilidad de descansar más tiempo en la cama como un regalo). Y se debe asumir el riesgo de que el amor se convierta en costumbre, como se apunta en el relato “Almuerzo y dudas” (los “veinte años de pobres besos en el comedor” a los que aludiera en su relato “Los novios” inciden en ello). “El cielo de veras que no es éste de ahora / ese cielo de cuando me jubile / habrá llegado demasiado tarde” (Poema “Después”). La jubilación: el gran sueño de todo oficinista que se precie.

La sonrisa que seguramente exhibiera el oficinista antes de incorporarse a este trabajo podía haberse convertido, quince años después, en una mueca (relato “Almuerzo y dudas”): una “sonrisa sin alegría, la mueca amable, desanimada” (relato “Los novios”). Ni nos acordamos de la felicidad, ya. Hace tanto tiempo de todo aquello…

En todo caso, no es fácil de conseguir, la felicidad: se tiene una idea de ella, pero luego se aceptan correcciones a la misma y, cuando se han hecho todas las correcciones posibles, “uno se da cuenta de que se ha estado haciendo trampas” (relato “Almuerzo y dudas”). Es inevitable, para sentirnos vivos, que exista un deseo de una vida diferente, con alguna pasión u odio que ofrezca estímulo (relato “Los novios”). Algo que permita concluir que sentimos y, por tanto, que seguimos vivos. Que no nos obligue a defender “aquella esperanza que cabía en un dedal” (Poema “Sueldo”). “Recuperar el mar”, “mirar el cielo estéril / y encontrarlo cambiado” (Poema “Licencia”). Sí.

Quizás sea interesante, para no desesperarnos, que en casa no exista “el hábito de llamar a las cosas por su nombre” (relato “Los novios”), pues es un primer paso para huir de la realidad. ¡Ay! “Quien me iba a decir que el destino era esto” (Poema “Angelus”).

Por ello, no extraña “la monolítica seriedad de un hombre que se aburre, pero que está orgulloso de su aburrimiento” (relato “El resto es selva”). “Debo juntarme / con mi aburrimiento”, leemos en el poema “Elegía extra”. El aburrimiento como sucedáneo de la tranquilidad, con inevitable riesgo: nos podemos cosificar, hasta el punto de morir por auténticas “ganas de morir”, por “enrarecido hastío” (relato “No ha claudicado”). ¿Seguiremos adelante? Quién sabe. “Uno tiene sus sueños y en los sueños uno jamás es rudimentario” (relato “Los novios”). “¿Y por qué no aferrarte a una esperanza? Es humano” (relato “Los pocillos”). Consumamos el opio que nos resulte más afín.

En último término el oficinista tendrá que asumir el peligro: “Se agacha demasiado / dentro de veinte años / quizá / de veinticinco / no podrá enderezarse” (Poema “El nuevo”). Y si algún día vemos al hijo del jefe por allí, no nos llamemos a engaño: “Después de todo / sólo dice “papá”. El año que viene / dirá estádespedido y noseaidiota” (Poema “Kindergarten”). Sí. La obra de teatro de la vida funciona de ese modo.

Me atrae el “Benedetti oficinista”: no solamente es un Genio creativo, sino que sabe perfectamente de lo que habla, como nos consta a los que, de algún modo, podemos sentirnos identificados con este perfil descrito. Por ello, vivimos con la mosca detrás de la oreja: porque conocemos los textos magistrales de Don Don Mario Benedetti y… conocemos los riesgos.

Don Mario nos permite gozar y, además, crecer intelectualmente. Don Mario: Gracias por el fuego.

viernes, 14 de mayo de 2021

JORGE RANDO: EL RUISEÑOR HUMANISTA

Es todo un placer formar parte del grupo de poetas que participan en el Homenaje a Jorge Rando, en el libro "Homenaje a Jorge Rando", publicado por Jákara Editores.

En mi poema considero a Jorge un "ruiseñor humanista", pues no solamente es un creador, un ruiseñor que nos alegra la vida, sino... un verdadero humanista, cargado de valores positivos.

Es un honor.


 

Ruiseñor humanista

                                A Jorge Rando

 Es bueno un creador, incluso grande,

si alegra nuestros días

con obras valiosas,

ejerciendo de ruiseñor harperleeano.

No hay que exigir más a un creador

para reconocer su valía:

ser diligente ruiseñor, alegravidas.

Pero podría ir más lejos,

incluso,

aunque no lo exijan los Manuales de su Arte,

y dar más. Mucho más.

Y, en tal caso, su aura se agiganta.

Que los desastres de la guerra no emponzoñen el alma:

ser humanista y vivir entre la gente.

Malagueño en Málaga, africano en África, alemán en Alemania:

siempre extraño aunque siempre integrado,

como corresponde a un creador, cuando vale.

Universal por local. Local por universal.

Compartir. Enseñar. Ayudar.

Ser. Estar.

Nuestro ruiseñor, entonces,

como ser humano valioso.

Y le celebraremos no solamente por su obra:

será un imprescindible compañero de viaje.

Será, claro,

un ruiseñor humanista.

 

                               (Antonio J. Quesada. Poema inédito)