lunes, 18 de mayo de 2020

GIMNASIA INTELECTUAL DE UN SOFISTA EN TIEMPOS DE CRISIS

"El Faro Astorgano" publica este ejercicio de gimnasia intelectual de un sofista en tiempos de crisis (con homenaje a Antonio Molina y Silvio Melgarejo en el título; 15-5-2020). 
Todo un honor para mí.



LA CULTURA EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS: BUSCANDO PELEA



Antonio J. Quesada
Profesor Titular Universidad de Málaga


La vida seguía, más o menos como siempre. Alegrías, penas, triunfos, derrotas, desencantos, etc. Todo eso en lo que se traduce vivir seguía su curso, y nosotros nos dedicábamos a saltar los obstáculos que encontrábamos por el camino y a esquivar a nuestras moscas sartreanas, con mejor o peor estilo. Por tanto, estábamos dedicados a vivir… y en eso llegó el coronavirus. Y lo cambió todo.
Muertes, ciudades más o menos desiertas, sentimientos a flor de piel, políticos llevándose la contraria… Confinamiento. El confinamiento no es fácil de gestionar, pues exige estar mucho tiempo con uno mismo, y no todo el mundo está preparado para esa experiencia. Salir, entrar, subir, bajar, estar con fulano, ver a zutano… Todo eso que tanto entretiene quedó para un futuro que esperamos que llegue antes que después. Pero, con esto del confinamiento… ¿qué hacemos? No quedó más remedio que aguantar el chaparrón. No quedó más remedio que volvernos hacia nosotros mismos, como si fuésemos devotos de Agustín de Hipona. Y… ahora viene el gran reto. La gran indiscreción: ¿qué encontrábamos en nuestro interior?
Con las cosas del alma sucede como con las del cuerpo, más o menos: quien tiene el cuerpo moldeado en el gimnasio se enfrenta al confinamiento con una buena musculatura corporal, y seguirá haciendo ejercicios, de alguna manera, para mantenerla, en casa. Quien tiene una intensa vida interior afronta este periodo con una interesante musculatura intelectual, consciente de lo que es estar solo con uno mismo: saber gestionar pasiones, fobias, contradicciones, gustos, etc., sin necesidad de salir a la puerta de la calle (aunque esto siempre ayude a que todo sea más agradable, las cosas como son). Aseguraba Sartre que jamás se sintió más libre que en el París ocupado por los alemanes, y le entiendo perfectamente.
En estos tiempos, en los que solemos entretenernos, para llegar a la noche, a base de teletrabajar, leer, ver series de televisión y películas, tocar palmas a las ocho de la tarde, bailar el “Resistiré” y criticar al gobierno o a la oposición, según por dónde respiremos, no nos queda más remedio que volvernos hacia nosotros mismos. Ahí está el peligro y la salvación, como nos enseñara Hölderlin. ¿Hay alguien ahí? Que cada uno se vuelva hacia sí mismo, para comprobar si hay alguien en casa.
Se habla también de la cultura en estos tiempos, generalmente de modo interesado. Como sucede siempre, por otra parte, en general. Del mismo modo en que un joven que escribe poesía defiende que se atienda a los poetas jóvenes (es decir, a él) o a los autores locales (es decir, a él), o a los poetas más vanguardistas y valiosos (es decir, a él), el sector de la cultura se levanta en armas para defender su territorio. Lleva razón, pero… me recuerda al editor que defiende la cultura a diestra y siniestra (más a siniestra que a diestra) allá por donde va, pero lo que le preocupa en el fondo es que te vayas de la presentación con su libro debajo del brazo (previo pago) o que lo encargues a la editorial (y pagues). Quizás es lo que hay que hacer en este país, para que te tengan en cuenta: cómo va lo mío. Del mismo modo en que las empresas de automóviles han logrado un apoyo público importante para sus andanzas, vamos a ver lo que se puede arañar por aquí. Y, encima, ofreces productos culturales (libros, películas, etcétera), algo que suele ayudar a civilizar al personal y a eliminar pelo de la dehesa, que buena falta nos hace en este país. Por tanto, además, quedas bien y todo.
No sé. Quizás escribo esto con ánimo de provocar, porque no lo tengo claro. Quizás vengo buscando pelea, pues no soy el más indicado para defender esta postura. No sabría vivir sin un libro en la mano, una buena película en el televisor, una canción en el equipo de sonido o un sugerente cuadro delante de mí. Si me privaran de todo eso no sería yo, o quizás tendría que ir pensando en saltar por el balcón más cercano, en vez de tocar palmas y bailar “Resistiré”.
Pero también recuerdo cómo Brecht nos enseñó que primero estaba el estómago y luego la moral. Y no termino de ver claro que, cuando lo esencial es equipar las Unidades de Cuidados Intensivos de los hospitales, buscar respiradores, vacunas, mascarillas, guantes, etc., nos quejemos por el hecho de que el cine español, por ejemplo, recibe poco dinero de subvención.
En una guerra (y esto lo es, guste o no guste), primero está el frente y, más tarde, la retaguardia. Y como el frente sea quebrado por el enemigo, no habrá en la retaguardia lecturas de poesía, conciertos, películas o cuadros de Bacon que detengan al enemigo. Llegarán los bárbaros, no serán una solución y acabaremos de rodillas. Por tanto, ganemos la guerra y, ya después, empezaremos a gestionar la postguerra.
No podría vivir sin la Cultura: no tengo clara la razón de este artículo. Quizás lo escribí por aquello del estómago y de la moral. O quizás, sí, por hacer gimnasia intelectual. Por venir buscando pelea. Conmigo mismo y, seguramente, con otros.



domingo, 17 de mayo de 2020

GENIAL DAVID VIDAL

... Aunque Thomson estuvo algo menos genial ese día.

https://www.marca.com/futbol/2019/09/03/5d6e347ce2704eb7588b45d8.html

miércoles, 13 de mayo de 2020

OTRO SILVIO

El Silvio sevillano.  GRANDE.
https://www.youtube.com/watch?v=j2lF2cCwsLw&feature=youtu.be&fbclid=IwAR35P__H96Srt8FHnzMgNqkn1jhd-Jf3uF0itI9BOYtglr7P11DQcgcht3Y

jueves, 7 de mayo de 2020

"THE WALL"

"The Wall" es un microrrelato  que alguna vez escribí para un concurso literario, pero que se quedó en el disco duro del alma.
"The Wall".


THE WALL

Antonio J. Quesada

Toda esta locura del Coronavirus me sorprendió en Roma, que es una ciudad en la que nunca faltan las sorpresas. Estaba trabajando en mis temas de investigación (me había organizado para no tener clases en este segundo cuatrimestre) cuando estalló todo. Quedé confinado en mi habitación de la residencia y miraba de reojo los mensajes del Consulado para ver si era posible volver. Para seguir esta guerra, pero en casa.
Lo logré. Después de una odisea digna de ser contada fui repatriado y volví a casa. Siempre es mejor vivir estos momentos en casa. Cuarentena legal, por venir de Italia (hay quien me trataba como si volviera de Chernóbyl) y confinamiento legal, en cumplimiento de las normas del Gobierno. Triple confinamiento.
Me acomodé detrás de mi muro pinkfloydiano, ese muro que nos protege, a los “lletraferits”, del mundo exterior. Libros, películas, canciones y Cultura, en general, son los ladrillos que permiten levantar “The Wall”. Y aquí sigo: de modo parecido a como siempre viví (detrás de “The Wall”) pero sin poder controlar los límites de mi soledad.
Estoy bien. No me quejo. Cumplo las normas y aplaudo a las ocho de la tarde. Resistiré.