"El
Faro Astorgano" publica este ejercicio de gimnasia intelectual de un sofista en tiempos de crisis (con homenaje a Antonio Molina y Silvio Melgarejo en el título; 15-5-2020).
Todo
un honor para mí.
LA CULTURA EN LOS TIEMPOS DEL
CORONAVIRUS: BUSCANDO PELEA
Antonio J. Quesada
Profesor Titular Universidad de
Málaga
La vida seguía, más o menos como
siempre. Alegrías, penas, triunfos, derrotas, desencantos, etc. Todo eso en lo
que se traduce vivir seguía su curso, y nosotros nos dedicábamos a saltar los
obstáculos que encontrábamos por el camino y a esquivar a nuestras moscas
sartreanas, con mejor o peor estilo. Por tanto, estábamos dedicados a vivir… y
en eso llegó el coronavirus. Y lo cambió todo.
Muertes, ciudades más o menos
desiertas, sentimientos a flor de piel, políticos llevándose la contraria…
Confinamiento. El confinamiento no es fácil de gestionar, pues exige estar
mucho tiempo con uno mismo, y no todo el mundo está preparado para esa experiencia.
Salir, entrar, subir, bajar, estar con fulano, ver a zutano… Todo eso que tanto
entretiene quedó para un futuro que esperamos que llegue antes que después.
Pero, con esto del confinamiento… ¿qué hacemos? No quedó más remedio que
aguantar el chaparrón. No quedó más remedio que volvernos hacia nosotros mismos,
como si fuésemos devotos de Agustín de Hipona. Y… ahora viene el gran reto. La
gran indiscreción: ¿qué encontrábamos en nuestro interior?
Con las cosas del alma sucede como con
las del cuerpo, más o menos: quien tiene el cuerpo moldeado en el gimnasio se
enfrenta al confinamiento con una buena musculatura corporal, y seguirá
haciendo ejercicios, de alguna manera, para mantenerla, en casa. Quien tiene
una intensa vida interior afronta este periodo con una interesante musculatura
intelectual, consciente de lo que es estar solo con uno mismo: saber gestionar
pasiones, fobias, contradicciones, gustos, etc., sin necesidad de salir a la
puerta de la calle (aunque esto siempre ayude a que todo sea más agradable, las
cosas como son). Aseguraba Sartre que jamás se sintió más libre que en el París
ocupado por los alemanes, y le entiendo perfectamente.
En estos tiempos, en los que solemos
entretenernos, para llegar a la noche, a base de teletrabajar, leer, ver series
de televisión y películas, tocar palmas a las ocho de la tarde, bailar el
“Resistiré” y criticar al gobierno o a la oposición, según por dónde respiremos,
no nos queda más remedio que volvernos hacia nosotros mismos. Ahí está el
peligro y la salvación, como nos enseñara Hölderlin. ¿Hay alguien ahí? Que cada
uno se vuelva hacia sí mismo, para comprobar si hay alguien en casa.
Se habla también de la cultura en
estos tiempos, generalmente de modo interesado. Como sucede siempre, por otra
parte, en general. Del mismo modo en que un joven que escribe poesía defiende
que se atienda a los poetas jóvenes (es decir, a él) o a los autores locales
(es decir, a él), o a los poetas más vanguardistas y valiosos (es decir, a él),
el sector de la cultura se levanta en armas para defender su territorio. Lleva
razón, pero… me recuerda al editor que defiende la cultura a diestra y
siniestra (más a siniestra que a diestra) allá por donde va, pero lo que le
preocupa en el fondo es que te vayas de la presentación con su libro debajo del
brazo (previo pago) o que lo encargues a la editorial (y pagues). Quizás es lo
que hay que hacer en este país, para que te tengan en cuenta: cómo va lo mío. Del
mismo modo en que las empresas de automóviles han logrado un apoyo público
importante para sus andanzas, vamos a ver lo que se puede arañar por aquí. Y,
encima, ofreces productos culturales (libros, películas, etcétera), algo que
suele ayudar a civilizar al personal y a eliminar pelo de la dehesa, que buena
falta nos hace en este país. Por tanto, además, quedas bien y todo.
No sé. Quizás escribo esto con ánimo
de provocar, porque no lo tengo claro. Quizás vengo buscando pelea, pues no soy
el más indicado para defender esta postura. No sabría vivir sin un libro en la
mano, una buena película en el televisor, una canción en el equipo de sonido o
un sugerente cuadro delante de mí. Si me privaran de todo eso no sería yo, o
quizás tendría que ir pensando en saltar por el balcón más cercano, en vez de tocar
palmas y bailar “Resistiré”.
Pero también recuerdo cómo Brecht
nos enseñó que primero estaba el estómago y luego la moral. Y no termino de ver
claro que, cuando lo esencial es equipar las Unidades de Cuidados Intensivos de
los hospitales, buscar respiradores, vacunas, mascarillas, guantes, etc., nos
quejemos por el hecho de que el cine español, por ejemplo, recibe poco dinero
de subvención.
En una guerra (y esto lo es, guste o
no guste), primero está el frente y, más tarde, la retaguardia. Y como el
frente sea quebrado por el enemigo, no habrá en la retaguardia lecturas de
poesía, conciertos, películas o cuadros de Bacon que detengan al enemigo. Llegarán
los bárbaros, no serán una solución y acabaremos de rodillas. Por tanto, ganemos
la guerra y, ya después, empezaremos a gestionar la postguerra.
No podría vivir sin la Cultura: no
tengo clara la razón de este artículo. Quizás lo escribí por aquello del
estómago y de la moral. O quizás, sí, por hacer gimnasia intelectual. Por venir
buscando pelea. Conmigo mismo y, seguramente, con otros.
https://www.youtube.com/watch?v=u3gNFOYL-zg
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