"The Wall".
THE
WALL
Antonio
J. Quesada
Toda esta locura del
Coronavirus me sorprendió en Roma, que es una ciudad en la que nunca faltan las
sorpresas. Estaba trabajando en mis temas de investigación (me había organizado
para no tener clases en este segundo cuatrimestre) cuando estalló todo. Quedé
confinado en mi habitación de la residencia y miraba de reojo los mensajes del
Consulado para ver si era posible volver. Para seguir esta guerra, pero en
casa.
Lo logré. Después de una
odisea digna de ser contada fui repatriado y volví a casa. Siempre es mejor vivir estos momentos en casa. Cuarentena legal, por venir de Italia (hay
quien me trataba como si volviera de Chernóbyl) y confinamiento legal, en
cumplimiento de las normas del Gobierno. Triple confinamiento.
Me acomodé detrás de mi
muro pinkfloydiano, ese muro que nos
protege, a los “lletraferits”, del mundo exterior. Libros, películas, canciones
y Cultura, en general, son los ladrillos que permiten levantar “The Wall”. Y aquí
sigo: de modo parecido a como siempre viví (detrás de “The Wall”) pero sin poder
controlar los límites de mi soledad.
Estoy bien. No me quejo.
Cumplo las normas y aplaudo a las ocho de la tarde. Resistiré.
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