martes, 14 de febrero de 2023

CONVERSACIONES DE AUTOBÚS

 Los amigos de la Revista Refugios publican mi relato "Conversaciones de autobús", homenaje al autobús, leal compañero de batallas, y a José María Prieto, querido y admirado amigo y Poeta.

https://refugiosrevistacul.wixsite.com/refugios/single-post/conversaci%C3%B3n-de-autob%C3%BAs?fbclid=IwAR0O83Ry2tIqFrHKwnSzhIjUXzutAsS0pcqiT75HnnpmborhWGfa1bqQiqw

 

CONVERSACIONES DE AUTOBÚS

 

Antonio J. Quesada

A mi gran amigo el Poeta José María Prieto

 

En el autobús escucha uno cada cosa...

 

- Disculpe, ¿es usted el poeta Aurelio J. Quintana? -me llamó la atención que la señora le llamara Aurelio “Jota” Quintana, reconociendo el derecho a la vida de la jota intercalada.

- Sí, pero no se preocupe, que me estoy quitando. Ya casi no ejerzo... -respondió el poeta reconocido, con tono burlón.

El poeta de la jota intercalada sonrió, intercambió algunas palabras con la señora y siguió enfrascado en “Teoría y ejemplo”, libro de José María Prieto. “Exquisito, exquisito”, repetía de vez en cuando, y levantaba la mirada del libro, reflexionando sobre el texto que acababa de leer. Disfrutando.

 

El autobús continuó su trayecto y la vida siguió su curso. Aurelio Jota Quintana permaneció ensimismado con el libro de Prieto. La señora descendió un par de paradas después de su breve conversación y yo seguí leyendo el “Marca” (el entrenador del Real Madrid acababa de anunciar que no seguiría la próxima temporada: menuda faena). Fiel a mi otra gran pasión, debo reconocer que también inventariaba discretamente a todas las chicas que la vida ubicaba cerca de mi asiento.

 

Escucha uno cada cosa en el autobús...


martes, 24 de enero de 2023

"El Derecho desde otra óptica: la cultura como cristal con que se mira"

 Se publica el libro "El Derecho desde otra óptica: la cultura como cristal con que se mira". Es el primer volumen de la Colección "Cultura y Derecho", que coordino en Editorial Colex, y se un gran placer tenerlo ya aquí.

https://www.colex.es/libros/derecho-desde-optica-cultura-cristal-mira-3667

La Introducción a este bello trabajo es la que sigue.


INTRODUCCIÓN

Escribir una introducción o un prólogo para un libro no es tarea fácil. Sobre todo, si ese libro inaugura una colección que pretendemos que sea vigorosa y nos conducimos entre dos aguas tan turbulentas como la de la Cultura, con mayúsculas, y la del Derecho, también con mayúsculas.  

Dejó dicho Azorín, en alguna ocasión, que él no escribía prólogos. Y motivaba con creatividad su negativa, pues añadía que “los prólogos no sirven para nada. Si el libro es bueno no necesita prólogo. Y si es malo se hunde a pesar del prólogo”. Estas palabras no estaban pronunciadas al azar, sino que Azorín se vio entre la espada y la pared cuando Ernesto Giménez Caballero le solicitó un prólogo para su libro “Notas marruecas de un soldado”. El Maestro, que de tonto no tenía un pelo (por eso era Maestro), intuyó que con ese libro EGC iba a ir derechito a la cárcel, y debió de pensar que él ya estaba muy viejo para acompañar a la gente a según qué sitios. Por eso consideró más económico que solamente pusieran entre rejas a uno y no a dos, y salió por los cerros de Úbeda, que no es mal sitio para salir. Pero la frase es buena y debe meditarse.

También se cuenta que mi admirado Rafael Alberti, en la puerta de entrada a su domicilio romano de Via Garibaldi, 88, había colgado un cartel en el que se podía leer: “no se escriben prólogos ni se conceden entrevistas”. En perfecto castellano, para que no hubiera duda.

Un servidor, sin embargo, que no puede compararse con estos grandes de la Literatura española (aunque peregrine a Via Garibaldi, 88, cada vez que recala en su amada Roma), sí que escribe prólogos e introducciones de vez en cuando (generalmente para libros que existen). Y la presente introducción la escribe con especial felicidad.

Sí. Así es. Porque estamos dando a luz un proyecto maravilloso, y porque este primer libro está a la altura del tipo de productos que queremos que tenga continuidad en esta colección. Preguntaron en cierta ocasión a Juan Rulfo que por qué había escrito “Pedro Páramo”, y el genial autor respondió que quería tener ese libro en su estantería, pero no existía, y no le quedó más remedio que escribirlo él. Sí, de alguna manera es nuestra filosofía: intentaremos escribir y publicar libros que nos atraigan como lectores, en los que la Cultura y el Derecho paseen de la mano por la Calle Mayor bardemiana, para que toda la ciudad pueda verlos y darles las buenas tardes. Somos felices consumidores de nuestros productos, y… estamos deseando sentarnos, ya, a la mesa.

Partimos de la base de que la mayoría de los autores de nuestros trabajos se dedica al estudio del (y al trabajo con el) Derecho, por supuesto. Pero… hay muchos modos de ser y de estar en la vida. Y estas personas dedicadas al Derecho a las que aludo son conscientes de dos argumentos muy interesantes: 1- que en ocasiones no se puede entender alguna cuestión jurídica, o sería más complicado entenderla, sin atender a ciertos elementos de tipo cultural. 2- Que en ocasiones no se puede entender cierto fenómeno cultural o a cierto creador sin atender, de algún modo, al Derecho en alguna de sus manifestaciones. La carretera permite circular en ambos sentidos, por tanto, y la conexión es potente y clarificadora.

Hacemos un gran favor al mundo del Derecho (¿al mundo, en general?) introduciendo oxígeno cultural en él. Pero no nos quedamos ahí: estamos, con nuestras reflexiones, colaborando en la correcta comprensión de algún fenómeno jurídico o cultural con las armas del otro ejército. Y eso clarifica y enriquece, como casi todos los mestizajes. Los mestizajes suelen ser fructíferos, y nosotros llevamos el mestizaje en nuestro ADN. Además, estamos convencidos de que con nuestra óptica se inocula cultura en el auditorio jurídico y en la sociedad, algo de lo que siempre estamos muy necesitados. Un simple repaso por los nombres de las personas implicadas en esta Colección da una idea de la entidad y filosofía de la misma. Cada libro que se publique será una fiesta jurídico-cultural, sin duda.

 

“El Derecho desde otra óptica: la cultura como cristal con que se mira”, primer libro de nuestra colección, es un libro mestizo en todos los sentidos. Es un libro cuyo hilo conductor, sin duda, es el Derecho. Es un libro cuyo hilo conductor, tampoco cabe duda, es la Cultura. Es un libro en el que comprendemos que, sin una de estas vertientes no se entendería adecuadamente la otra. Todo está unido y… comprenderemos plenamente cada trabajo si somos conscientes de que sin Cultura o sin Derecho dicha comprensión sería imposible.

Por este libro pasean Jaime Gil de Biedma, Eduardo Mendoza, Pier Paolo Pasolini, Sade o José María Souvirón, entre otros creadores, y descubriremos en qué medida se acercaron al Derecho, el Derecho se acercó a ellos o cómo entender mejor tal o cual detalle u obra gracias al mismo. Detalles en los que, en bastantes ocasiones, a lo mejor no se había reparado. Con este libro iremos también al cine, para remirar con otros ojos aquello que ofrece la pantalla grande y que vemos con los ojos inocentes de Totò en “Cinema Paradiso”, pero donde también ejerceremos de Alfredo, sosteniendo una mirada más madura. Sigue el enriquecedor mestizaje, por tanto. Lo tenemos muy meditado: los profesores de Derecho que trabajamos con cine en nuestra labor profesional amamos tanto el cine como fin que intentamos, incluso, utilizarlo como medio en nuestro día a día académico. En el presente libro no escaparemos de la vida real y reflexionaremos sobre la historia y la memoria, sobre nuestra amada Filipinas (ese bello país hermano en el que se adentra uno en alguna ocasión y ya no sale jamás), sobre la guerra y el patrimonio cultural, sobre inmigración y cine (un auténtico subgénero dentro del género, pues al cine nada de lo humano le es ajeno), sobre la importancia de la libertad religiosa en la obra de un creador concreto (derecho fundamental cuyos límites son muy actuales en una sociedad en la que el multiculturalismo debe entenderse adecuadamente o mal camino tomaremos), sobre la magistral obra “Gernika”, de Pablo Picasso, y cómo es esencial remirarla con ojos jurídicos, a la vista de la vida y milagros que ha tenido el cuadro y que exceden de un magistral lienzo colgado en un museo. Entre otros temas, claro.

Prologar este trabajo, este primer trabajo de la colección, es un placer y, ante todo, un honor. Estoy convencido de ello, porque… uno es muy kantiano para todo en la vida, y es un placer y un honor escribir estas palabras iniciales de un libro que, como lector, me parece apasionante. Soy lo suficientemente hábil, a mis años, como para poder salir del paso con diplomacia ante tal o cual situación que pudiera incomodarme, pero también soy lo suficientemente honesto, a mis años, como para no ser capaz de vender crecepelos científicos en el Oeste. Por ello, si no fuese apasionante este libro que prologo, supongo que se hubiera notado en mis palabras.

Pero es, ciertamente, apasionante profundizar en cada tema de los que encontrarán a partir de ahora, amables lectores. Y como lo que debe hacer el señor o la señora que ofrece la información meteorológica es, además de proporcionar las explicaciones imprescindibles para transmitir si hará sol, lloverá o se mantendrá el inevitable anticiclón en las Azores, permitir que los espectadores vean el mapa y saquen sus propias conclusiones, lo mejor que podemos hacer es poner fin a estas líneas y permitir que ustedes disfruten del mapa y no de mi imperfecta geografía corporal.

Merece la pena disfrutar de esta obra. Pasen la página, gocen con la lectura y… perdonen a este prologuista si en algún momento ha tapado demasiado el mapa con sus explicaciones.

 

 

 

Antonio J. Quesada Sánchez

Director de la Colección “Cultura y Derecho”


sábado, 14 de enero de 2023

CIUDADES, LEYES Y LETRAS

 Un blog para no perderse. Además, agradezco el generoso guiño que se me hace en esta entrada.

https://ciudadesleyesyletras.blog/2023/01/03/diarios-dispersos-algo-mas-sobre-literatura-y-derecho/

lunes, 2 de enero de 2023

RECORDANDO A ÁNGEL DOCTOR

 

RECORDANDO A ÁNGEL DOCTOR: INTERLOCUTOR

 

Antonio J. Quesada

 

Ha muerto Ángel Doctor y… todavía no me he repuesto de la horrible noticia. Ni me repondré: de estas noticias no se repone uno nunca.

Vienen a mi mente tantos buenos momentos que me queda un vacío importante en el alma. Conocí a Ángel por sus escritos, como él me conocía a mí por los míos: ambos pertenecíamos a lo que yo, con mi humor habitual, llamaba “los colgados del Diariolatorre”, pues los columnistas estábamos como flotando en la web, colgados, ofreciendo nuestros escritos a todo lector que se pusiera a tiro, que es lo que debe hacer un columnista de raza (¿se puede decir esto, ahora, o se me acusará de algo por alguna parte?).

Recuerdo que, en aquellos tiempos, no estaba de acuerdo con él en casi nada pero… sentía una vibración positiva hacia ese columnista que me obligaba a pensar y lo hacía con un estilo que me agradaba. Me gustaba aquel señor que escribía bien todo eso con lo que yo no estaba de acuerdo. Con el tiempo, y sin necesidad de cambiar de ideas ni de intuiciones (sino más bien siendo exquisitamente fiel a ellas), sin necesidad de doblar las banderas, como apuntara Luis García Montero, fuimos acercándonos por aquí y por allá.

Cuando nos conocimos en persona la complicidad fue instantánea. Un tesoro. Ángel era de esas personas de las que aprender y con las que gozas. Nos enseñó la “gauche divine” que la cultura puede ser sexy y que la conversación puede ser un Arte, si uno es gentil con el interlocutor, y con Ángel era así. “Lo que no se puede en la vida es ser coñazo”, repetía Michi Panero a quien le oyera, y lo tengo muy interiorizado. Ángel era un lujo.

Juntos rememoramos aquella Catalunya que amábamos, tan distinta de la actual (aquello ya no volverá, si es que existió tal y como la pensábamos), y sus andanzas creativas de muy alto nivel por tan bellas tierras.

Fotógrafo excepcional, era un artista de la cámara (un fotógrafo no es quien hace selfies o toma fotos de los pies en la playa o amaneceres en el paseo marítimo, sin más). Alguna vez, en un ratito de complicidad, le dije que su arte no era para fotografiar a tantos políticos, y nos reímos con aquello. Él podía haberme dicho que yo vivía de explicar la compraventa a chavales que no quieren escucharla, en vez de charlar sobre Pier Paolo Pasolini o Manuel Vázquez Montalbán, y hubiese tenido toda la razón.

Ángel. Querido Ángel. Cada día reconozco a menos interlocutores. Soy muy selecto, que no clasista. Si detecto a arribistas, engolados, creídos, prepotentes o personas con mal fondo, no me siento con ellos ni a tomar café, y por eso me gusta decir que dialogo más con obras de arte (libros, películas, músicas) que con personas. Mis interlocutores son pocos, cada vez menos, pero fieles, y estar con ellos es un regalo.

Ángel era un interlocutor, aunque nos viésemos muy poco. He perdido a una persona de las que hacen que la vida sea digna de ser vivida.

Donde yo esté, amigo Ángel, estarás tú. Descansa en paz.

sábado, 31 de diciembre de 2022

LA TARDE EN QUE DI LA MANO A BENEDICTO XVI

Ha muerto el Papa Benedicto XVI, y recuerdo que en su día (15 de marzo de 2006) publiqué una columna de opinión en prensa escrita (ejercía como columnista de prensa, en aquellos tiempos) en la que recordaba una inolvidable anécdota que viví con él

D.E.P.

LA TARDE EN QUE DI LA MANO A BENEDICTO XVI

 

Antonio J. Quesada Sánchez

 

El pasado sábado fue 11 de marzo, fecha terrible donde las haya en la historia reciente de España (con perdón por lo de España, claro). Sin embargo, en este 11 de marzo romano que me tocó en suerte, la fecha ha sido para mí muy importante: fue la tarde en que di la mano a Benedicto XVI.

Gracias a mi buen amigo y colega de la Universidad Arturo Calvo (esto es tan raro como suena: colega de trabajo y amigo o viceversa), formé parte de la delegación oficial española en las Jornadas Europeas de los Universitarios, y viví momentos impactantes como atravesar el Aula Pablo VI detrás del abanderado nacional o poder dar la mano al Papa (también algún otro suceso menos espiritual, como una carrera vaticana para encontrar un baño en un determinado momento; así se lo expliqué a un Guardia Suizo, que ante mi descarnado planteamiento no tuvo más remedio que echarme una mano: “comprendo que esto no es muy espiritual, pero… ¿dónde queda el baño, por favor?”; en italiano sonó mejor, lo prometo). El rito vaticano me dio que pensar: acostumbrado a tantos papas laicos y a tantos ritos con pretensiones, esto fue como visitar una bodega riojana cuando no sólo has bebido siempre vino de cartón, sino que te lo han intentado vender como gran reserva. Enseña a verlo todo con otros ojos y a relativizar las cosas.

Ver a un Papa de cerca siempre impresiona, se crea en lo que se crea, y el “Papa tedesco” no es excepción: es un pensador metido en tareas gestoras, como tanto deseara Platón. El genial Malraux conoció a Mao-Tse-Tung y, como no le convenció demasiado el curso de la entrevista real, la reinventó en sus “Antimemorias”. Yo no soy Malraux (desgraciadamente), Benedicto no es Mao (afortunadamente), pero… “Entonces, Antonio, me hablas de la existencia de abundantes papas laicos”, “Efectivamente, Santidad, más de los que pueda imaginar, con clarines, oropeles y laicos obispos adulando”, “Que critican ritos milenarios pero organizan los suyos propios”, “Pues sí, Santidad, más o menos así. Apresurados y hasta con mal gusto, a ratos”. “Déjalos que hablen y que Dios ayude a todos”, “Supongo que es lo mejor, Santidad”. “¡Cómo está la vida, Antonio!” ¡No imagina, Santidad, lo que hay por esos mundos de Dios!”. Vale.


lunes, 10 de octubre de 2022

UN RELATO: "EL FIN DE TODO"

Se publica en la Revista Refugios mi relato "El fin de todo".

Es un gran honor.

https://refugiosrevistacul.wixsite.com/refugios/single-post/el-fin-de-todo?fbclid=IwAR3nFA7240mq_69x-VF10yWD5Q194HAqX-Nez6j9WrbMofbQzfpg0O9lq44 

 


EL FIN DE TODO

 

 

 

Antonio J. Quesada

 

 

Todo esto que cuento sucedió. Sé que sucedió, pues lo vi con mis propios ojos. Pero nadie me cree, pues no apareció en la prensa, en la radio ni en la televisión, y parece que los vecinos no se enteraron de nada. Lo que no sale en los medios de comunicación no existe.

Pero esto sucedió, créanme. Sé que sucedió, pues lo vi con mis propios ojos.

 

Bajé a la calle dispuesto para ese largo paseo con que me homenajeo, al alba, cada domingo. Desde que abandoné la práctica del fútbol, para evitar lesiones mayores (ya no tengo edad para lo que podía venir…), este paseo dominical es mi gran actividad deportiva. Ya sé que no es gran cosa, que nunca tendré los músculos de esos jóvenes que frecuentan los gimnasios y que, por tanto, jamás ligaré mujeres (u hombres, si tal fuera el gusto) con la diligencia que ellos exhiben. Lo asumo. No pasa nada: a problemas más graves hago frente cada día y no me vengo abajo.

Tiro la basura, que parece que fabrico cada sábado, a eso de las siete de la mañana y me dispongo a cruzar la calle para dirigirme al mar (“que es el morir”, como nos enseñara Jorge Manrique). Sin embargo, algo anormal sucede hoy: una parte de la calle está precintada. En concreto, la parte próxima a la entrada del garaje de mi comunidad de vecinos. Es el tramo en que hay una cafetería de calidad más que dudosa, tanto en sus productos como en su servicio. Algunas personas (algún policía, incluso) ocupan la calle, y todos miran hacia el bloque. No es normal este ambiente, en pleno domingo y a estas horas tan tempranas e indecorosas. He pensado que a lo mejor hay peligro de derrumbamiento: he vivido esa situación en otras ocasiones, y se parece mucho a esto.

No soy curioso, pero esa mañana me pudo la curiosidad y decido acercarme. Al fin y al cabo salgo para pasear: puedo cruzar en el paso de cebra próximo al lugar y, además, enterarme del problema. Al aproximarme veo a varias personas tomando fotografías de un concreto balcón con el teléfono móvil, y a bastantes más policías de los que imaginaba, todos mirando para el mismo balcón. Esto parece más importante de lo que pensaba.

Miro para el balcón: un joven parece intentar acceder al balcón desde la fachada, frente a la atenta mirada del público concentrado allí. El balcón está abierto y dentro hay una luz encendida.

Inmediatamente soy consciente de todo. Dios de mi vida.

 

El joven no intenta acceder a ningún sitio, ahora todo es evidente para mí: su inmovilidad, la extraña postura y la cuerda que une su cuello a algo que está dentro del balcón lo dejan todo claro.

Es la primera vez en mi vida que asisto, de modo tan descarnado, al espectáculo que ofrece una criatura que, vayan a saber por qué horrible razón, se lanza al vacío con el cuello abrigado por una soga.

 

En el balcón hay luz. Se percibe detrás de las cortinas. Es siniestro. Desde entonces me obsesionará ese escenario, cargado de la más horrible soledad: esas luces que un suicida deja encendidas antes de proceder a ejecutar su plan. Ya las había visto en otra ocasión, que ahora no viene al caso, pero a partir de ahora me perseguirá esa luz durante bastante tiempo.

 

Un espectador que no reparara en la cuerda que une el cuello con algo dentro del balcón podría pensar que el muchacho, vestido con ropa deportiva, pretende acceder al inmueble. Me sucedió a mí, incluso. El hecho de que la pierna derecha repose en un saliente de la fachada y el raro gesto de la pierna izquierda, flexionada, ayudan a pensar que en este preciso momento está en dicha tarea.

Sin embargo, no hay duda: la inmovilidad del joven y, ante todo, esa cuerda siniestra, maldita, no dejan lugar a dudas.

Esto no es el comienzo de nada. Esto es el fin de todo.