RECORDANDO A ÁNGEL DOCTOR: INTERLOCUTOR
Antonio J. Quesada
Ha
muerto Ángel Doctor y… todavía no me he repuesto de la horrible noticia. Ni me
repondré: de estas noticias no se repone uno nunca.
Vienen
a mi mente tantos buenos momentos que me queda un vacío importante en el alma. Conocí
a Ángel por sus escritos, como él me conocía a mí por los míos: ambos
pertenecíamos a lo que yo, con mi humor habitual, llamaba “los colgados del
Diariolatorre”, pues los columnistas estábamos como flotando en la web, colgados,
ofreciendo nuestros escritos a todo lector que se pusiera a tiro, que es lo que
debe hacer un columnista de raza (¿se puede decir esto, ahora, o se me acusará
de algo por alguna parte?).
Recuerdo
que, en aquellos tiempos, no estaba de acuerdo con él en casi nada pero… sentía
una vibración positiva hacia ese columnista que me obligaba a pensar y lo hacía
con un estilo que me agradaba. Me gustaba aquel señor que escribía bien todo
eso con lo que yo no estaba de acuerdo. Con el tiempo, y sin necesidad de
cambiar de ideas ni de intuiciones (sino más bien siendo exquisitamente fiel a
ellas), sin necesidad de doblar las banderas, como apuntara Luis García
Montero, fuimos acercándonos por aquí y por allá.
Cuando
nos conocimos en persona la complicidad fue instantánea. Un tesoro. Ángel era
de esas personas de las que aprender y con las que gozas. Nos enseñó la “gauche
divine” que la cultura puede ser sexy y que la conversación puede ser un Arte,
si uno es gentil con el interlocutor, y con Ángel era así. “Lo que no se puede
en la vida es ser coñazo”, repetía Michi Panero a quien le oyera, y lo tengo
muy interiorizado. Ángel era un lujo.
Juntos
rememoramos aquella Catalunya que amábamos, tan distinta de la actual (aquello
ya no volverá, si es que existió tal y como la pensábamos), y sus andanzas
creativas de muy alto nivel por tan bellas tierras.
Fotógrafo
excepcional, era un artista de la cámara (un fotógrafo no es quien hace selfies
o toma fotos de los pies en la playa o amaneceres en el paseo marítimo, sin más).
Alguna vez, en un ratito de complicidad, le dije que su arte no era para
fotografiar a tantos políticos, y nos reímos con aquello. Él podía haberme
dicho que yo vivía de explicar la compraventa a chavales que no quieren
escucharla, en vez de charlar sobre Pier Paolo Pasolini o Manuel Vázquez
Montalbán, y hubiese tenido toda la razón.
Ángel.
Querido Ángel. Cada día reconozco a menos interlocutores. Soy muy selecto, que
no clasista. Si detecto a arribistas, engolados, creídos, prepotentes o
personas con mal fondo, no me siento con ellos ni a tomar café, y por eso me
gusta decir que dialogo más con obras de arte (libros, películas, músicas) que
con personas. Mis interlocutores son pocos, cada vez menos, pero fieles, y
estar con ellos es un regalo.
Ángel
era un interlocutor, aunque nos viésemos muy poco. He perdido a una persona de
las que hacen que la vida sea digna de ser vivida.
Donde
yo esté, amigo Ángel, estarás tú. Descansa en paz.
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