domingo, 24 de agosto de 2014

TARDE DE FERIA

Bebía mi cerveza en la caseta cuando, de repente, una chiquilla muy echada pa'lante, que estaba bailando con un grupo, va y dice: "El mejor Baudelaire es el de "Las flores del mal", ¿está claro?". Apareció una muchacha morena muy chulilla, que bailaba por otra parte con otra gente, pero que escuchó el comentario y se adelantó hacia la otra. Se le encaró: "tú, rubia de bote, no engañes: donde se ponga el "spleen" no se pone ná, ¿abe?". Se mascaba la tragedia. La chica rubia, no sé si de bote o no, se le acerca, "repite eso" y...
No sé cómo terminó, pues nunca me gustaron los westerns y los críticos literarios me dieron miedo en todo caso.
Salí. No era plan de que me amargaran la cerveza...

jueves, 14 de agosto de 2014

¿Quién recordará que existí?


En ocasiones me he interesado por saber si iba a dejar alguna huella por alguna parte. Monumental imbecilidad: ¿a alguien le importa eso? ¿A alguien le importo? A ratos no me importo ni a mí mismo...
Pero, en fin, a ciertas edades uno dedica tiempo a este tipo de ficciones y engaños, hasta que se da cuenta de que, como escribiera mi admirado Jaime Gil de Biedma, la vida iba en serio. Pero claro, eso "uno lo empieza a comprender más tarde".
En "Desde el otro lado del espejo" incluí el siguiente poema.
Feliz fin de semana,
 
 
 
¿Quién recordará que existí?
Cuando pasen muchos años,
y yo sea viejecito
o, directamente,
ya ni sea,
sin más,
¿existirá alguien
en algún remoto lugar del mundo
que recuerde que
hubo una vez
alguien llamado Antonio,
que le quiso, le apreció
o le odió,
da igual en este momento?
¿Me recordará alguna antigua novia?
¿Alguna antigua amante?
¿Algún compañero de carrera?
¿Alguna amiga?
¿O mi paso por aquí
fue de lo más
discreto?

miércoles, 13 de agosto de 2014

A VUELTAS CON LEOPOLDO MARÍA PANERO: UN TRABAJO EXTRAÑO

Hace tiempo remití a cierto Diario un comentario sobre un concreto trabajo narrativo del genio loco, Leopoldo María Panero. El loco cuerdo. El genio extraño. Mi maldito de cabecera.
Como el trabajo no termina de salir y he perdido la esperanza de que salga, y además creo que es un comentario curioso, lo incluyo aquí, para disfrute de los... bueno, del lector que me consta que me sigue fielmente y que, como en el caso de los teólogos del cuento de Borges, habita mi mismo cuerpo.
Un abrazo fuerte para mí mismo (¡qué haría yo sin mí!, soy lo mejor que tengo...) y también para todo aquel despistado que por aquí ronde.
 
 
 


Papá, dale la mano que tiene miedo


Antonio J. Quesada
 
 
 El malditismo atrae, lo he dejado escrito por alguna parte (no quiero repetirme ni citarme a mí mismo: no soy ni sabio ni pedante). Pero, sin duda, el malditismo atrae, sobre todo si no tienes cerca al maldito: es fácil defender el malditismo desde detrás de la pantalla de un ordenador o desde la lente del microscopio, asépticamente y con las manos limpias, pues ya nos enseñó Fernando Savater que tener cerca a un maldito puede ser problemático para la convivencia. Michi Panero también lo decía, a su manera, “después de tantos años”, por lo que veía y escuchaba en esas noches de ginebra y hembras que alargaba hasta los primeros rayos de sol: si tanto le admiran (a su hermano Leopoldo María), que se hagan cargo de él y le lleven chocolatinas al manicomio, joder.
Todo esto viene al hilo de que, casi por casualidad (como quien desarrolla varias actividades a la vez, entre ellas ésta), no hace mucho adquirí un libro de prosa de mi maldito de cabecera, Leopoldo María Panero. El libro en cuestión es “Papá, dame la mano que tengo miedo”, publicado por Cahoba Ediciones en 2007. Lo abrí por el prólogo de la que fuera su oscuro objeto de deseo (¡“después de tantos años”!), Ana María Moix, y… no pude cerrarlo hasta que me bebí el libro completo. No me quedó otra que olvidar al resto del mundo y enfrascarme en esta tarea, pero no me dolió. La altura a la que brilla el gran alucinado lúcido en este trabajo es elevadísima. Literatura en estado puro, con los guiños que Leopoldo María siempre reserva a sus lectores, por supuesto: culturalismo atropellado, Lacan, (anti)psiquiatría, amenazas de muerte propias y ajenas, muertes más o menos reales, resurrecciones hindúes, temores, certezas, España… Pero todo a la mejor altura. Prosa extraordinariamente poética. Y entrecruzado, todo, por aquel amor frustrado (los mejores: los que más recuerdas con los años) por Ana María, la nena Moix, esa muchacha hermana de Terenci que siempre me resultó serenamente bella. Murieron casi a la par, los dos artistas: la bella y el loco.
Un libro imprescindible: de las mejores inversiones literarias que he hecho en bastante tiempo. Logra lo que debe pretender todo autor: que quien se sienta a leerle no sea la misma persona que se levanta del sillón.
Y sucede. Por eso, quiero dejar aquí algunas perlas del mismo, para animarles a hacerse con él y disfrutarlo. Del prólogo de la nena Moix destacaría, por ejemplo, la referencia a “la carcajada infernal del verbo de Leopoldo María Panero”. Carcajada pareja a las que dedicaba a los oyentes a lo largo de sus charlas: infernal (los tangerinos le recordaban como “Shaitan”, Satán) e inolvidable. Este libro es Leopoldo María hecho más prosa que nunca. Y la descripción que le dedica la Moix no es poca cosa: “es más que un maldito: es un proscrito que reside en un hospital psiquiátrico, no por enfermedad mental sino porque es el único lugar donde está protegido del sistema de vida de sus congéneres”. Soy de la opinión de que España es un manicomio sin verjas.
Como he apuntado, el libro en sí es frenéticamente literario. Leopoldo María es más Leopoldo María que nunca. Recorramos algunas frases especialmente sugerentes para comprobarlo: “sólo sé llorar y escupir contra el mundo en legítima defensa”. Puede ser discutible, pero… ¿para qué discutir? Mejor gozar estéticamente.
“Todo hombre es un poeta asesinado, la muerte es un suicidio y vivir, un delirio”. No me cabe duda: el poeta sabe sobrevivir gracias a la búsqueda de la belleza. De lo contrario, la vida acaba con él de múltiples formas: el matrimonio (ni los homosexuales están, ya, a salvo de esa trampa jurídico-civil), una plaza de funcionario, hijos, una casa con o sin hipoteca, comisiones bancarias y todas esas celadas que nos reserva la vida. El poeta escapa o, al menos, lo intenta: “yo no quiero / comerme una manzana / dos veces por semana / sin ganas de comer”, cantaba Joaquín Sabina.
“Si por algo estoy en literatura es para averiguar hasta dónde puede llegar la vida, si se la fuerza en exceso”. Gran razón, sí señor (aunque en su caso la cosa psiquiátrica le ha fastidiado a lo grande: “odio a la psiquiatría porque me ha destruido, y me ha convertido en un monstruo que ya no sabe hablar ni callarse”). Luis Antonio de Villena describe muy bien esa actitud de llevarlo todo al límite en “Malditos”, ese homenaje a Eduardo Haro Ibars (otra gran figura de este pesebre del malditismo español) por el que se asoma, era inevitable, Leopoldo María.
En fin, que no le queda otra, a Leopoldo María, que pronunciar las sílabas del miedo. Como Doctor en Derecho asumo su defensa: papá, dale la mano que tiene miedo.
 

 
 

viernes, 8 de agosto de 2014

AQUÍ ESTOY YO, LEOPOLDO MARÍA PANERO

Aquí estoy yo, Leopoldo María Panero

hijo de padre borracho

y hermano de un suicida

perseguido por los pájaros y los recuerdos

que me acechan cada mañana

escondidos entre los matorrales

gritando por que termine la memoria

y el recuerdo se vuelva azul, y gima

rezándole a la nada porque muera.


(De "Esquizofrénicas o La balada de la lámpara azul")

miércoles, 6 de agosto de 2014

CIERRE DE "EL LIBRO ERRANTE" COMO LOCAL ABIERTO

Dentro de una semana, el 14 de agosto, "El libro errante", la excelente librería de segunda mano que mi amigo Miguel Ángel instalara en Calle Júcar, allá en La Paz (frente a la antigua Flex) deja de estar abierta al público.
No es exactamente un adiós, pues sigue trabajando por la red (http://www.libroerrante.com), pero no cabe duda de que los aficionados a mirar y remirar libros, a olerlos, a escrutar estanterías en busca de eso tan bueno que siempre esperamos, estamos en horas bajas. Cada vez que una librería cierra somos un poco peores. Sobre todo si quien está al frente es un librero, y no un vendedor de libros (se  puede vender libros como se puede vender zapatos, zumos multifrutas, relojes, macetas o bragas de cuello vuelto). Es el caso: Miguel Ángel es librero, no vendedor de libros.
Si leen estas líneas les recomiendo que pasen a disfrutar de ese clima de librería de segunda mano antes de que termine (como antes decía, en Calle Júcar, en La Paz, frente a la antigua Flex). 
Además, Miguel Ángel tiene los libros en estos últimos días a mitad de precio (si no fuera por la causa... sería para dar botes; en cualquier caso, Miguel Ángel siempre  ha tenido precios muy  razonables).
Sin duda no es un adiós, pero... no deja de ser un cambio que apena a los adeptos a la secta de los libros.
Gracias, Miguel Ángel, por ese asilo cultural que nos diste durante este tiempo y... nos vemos por la red.

lunes, 4 de agosto de 2014

(DES)CORRER EL TUPIDO VELO CON PILAR DONOSO

Cuando se dice que cada uno de nosotros tiene sus demonios familiares (los creadores más o, cuando menos, más escandolosos y fructíferos), se está afirmando una gran realidad.
No mucho después de disfrutar con la sistematización impresionante del fenómeno del boom que hizo Xavi Ayén, tal y como reflejé por este blog que no sé si lee alguien además de mí (adversus factum suum quis venire non potest, que decimos en Derecho civil), me enredo con aquella obra rodeada de malditismo (¡nuevamente, el abismo!) de Pilar Donoso, "Correr el tupido velo". Acabo de comenzar la lectura, pero... me empieza a oler no sé si a ajuste de cuentas freudiano haciendo la faena mirando al tendido, como dicen que hacía el Litri (disculpen si equivoco los nombres: la Fiesta no me agrada), o a vestir al santo a tu estilo, antes de que lleguen otros más rápidos y lo hagan al suyo. Algo de esto hicieron los Panero delante de la cámara de Jaime Chávarri y, con el tiempo, "después de tantos años", delante de la de Ricardo Franco. No se nos olvide: en eso de matar al padre ya hemos visto casi de todo.
Visto el derrotero que luego tomó el asunto (convulsión y ruptura familiar de Pilar y posterior suicidio en 2011), este inicio de lectura me está convirtiendo en un voyeur con especial cargo de conciencia. Creo tener algo de buitre que sobrevuela el campo al olor de la posible carroña. Pero... confieso que no dejo el libro.
Avanzo. ¿Con cargo de conciencia? Sí, pero... sigo escrutando en las ruinas de lo que hubo, a ver qué encuentro.