Lo digo a todo aquel que me escucha durante tres minutos seguidos, y
tampoco son tantos, pues no tengo tanto éxito como predicador (nunca
pretendí ser predicador, pero ahora tengo incluso ocho seguidores en
Facebook: la familia crece): al margen de la creación, en sus más
diversas facetas, cada día me interesan menos cuestiones. Intento no
dedicar excesiva atención (más allá de lo estrictamente necesario) a
esas personas que andan siempre a vueltas con la política, la religión,
la filosofía, los negocios o los contactos, o con cualquier otro de esos pasatiempos más o menos dogmáticos. Así me luce el pelo, también es
cierto, pero esto es otro tema. Prefiero dedicar mi tiempo a leer
poesía, a disfrutar de una buena película, de un paisaje o a escuchar
esa música que me hace volar. Prefiero dedicar el tiempo a buscar
belleza, en suma.
En "Poesía a instancia de parte", una de mis imprudencias poéticas, escribí un texto en el que sintetizaba este sentimiento. No sé, lo lanzo por si acaso. Como hacemos o no hacemos tantas cosas en la vida: por si acaso.
En "Poesía a instancia de parte", una de mis imprudencias poéticas, escribí un texto en el que sintetizaba este sentimiento. No sé, lo lanzo por si acaso. Como hacemos o no hacemos tantas cosas en la vida: por si acaso.
La seriedad del bolchevique
Siempre con el fusil al hombro,
en la trinchera,
vigilando a los heterodoxos
y
a los enemigos,
no me había dado cuenta de que
por las calles también hay bellas mujeres
(y no sólo soldados del Ejército enemigo).
¡Sigue habiendo chicas
después del triunfo de la Revolución!
Siempre con el fusil al hombro,
en la trinchera,
vigilando a los heterodoxos
y
a los enemigos,
no me había dado cuenta de que
por las calles también hay bellas mujeres
(y no sólo soldados del Ejército enemigo).
¡Sigue habiendo chicas
después del triunfo de la Revolución!