Todo colectivo tiene sus ritos y folklores ("folkolores", había
escrito... ¿por error?). El mío también, claro está. Igual que los
militares usan todo aquello de las espadas en las bodas o no sé qué, por
ejemplo, en la Universidad tenemos estas cosas de las togas, las
mucetas, los colores y demás cachivaches tirando a formales.
Y nuestros actos solemnes. Después de alguno de esos actos, seguramente hace mucho tiempo (“de casi todo hace ya veinte años”, nos enseñó mi admirado Jaime Gil de Biedma; serían menos, aunque tampoco muchos menos), escribí esta cosita que se publicó por no sé dónde (por algún lado estará). Homenaje también a mis amigos opositores a todas esas plazas tan importantes a las que optamos los que salimos de Derecho, y que obtuvieron brillantemente dichas plazas hace ya tiempo.
Abrazos,
Y nuestros actos solemnes. Después de alguno de esos actos, seguramente hace mucho tiempo (“de casi todo hace ya veinte años”, nos enseñó mi admirado Jaime Gil de Biedma; serían menos, aunque tampoco muchos menos), escribí esta cosita que se publicó por no sé dónde (por algún lado estará). Homenaje también a mis amigos opositores a todas esas plazas tan importantes a las que optamos los que salimos de Derecho, y que obtuvieron brillantemente dichas plazas hace ya tiempo.
Abrazos,
Acto solemne
No puedo negar mi inquietud en todo momento.
Pero al final se desarrolló adecuadamente:
me disfracé de decente, para la ocasión,
recité los textos imprescindibles con mi mejor dicción
y solicité las venias oportunas de costumbre
en los momentos acostumbrados.
Ellos se ajustaron sus dentaduras postizas
y decidieron que,
pese a los excesos propios de mi juventud,
pasaba la prueba.
Como otros antes que yo,
y
como los que me sucederán cuando les corresponda.
Levantaron la sesión y pasé a ser otro más del grupo. Uno de tantos.
No puedo negar mi inquietud en todo momento.
Pero al final se desarrolló adecuadamente:
me disfracé de decente, para la ocasión,
recité los textos imprescindibles con mi mejor dicción
y solicité las venias oportunas de costumbre
en los momentos acostumbrados.
Ellos se ajustaron sus dentaduras postizas
y decidieron que,
pese a los excesos propios de mi juventud,
pasaba la prueba.
Como otros antes que yo,
y
como los que me sucederán cuando les corresponda.
Levantaron la sesión y pasé a ser otro más del grupo. Uno de tantos.
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