Me van las sensaciones fuertes, al menos en según qué parcelas del día a
día (de ese mismo día a día del que intento escapar con la creación,
todo sea dicho). Por eso, quizás, en estos días de luces, gentes por las
calles y
"que-pases-unos-días-muy-felices-felices-fiestas-para-ti-y-los-tuyos" y
todo eso que se dice (y, en ocasiones, incluso se siente), me acompaña
"Bomarzo". No es poca cosa. Con Mujica Lainez (aquel escritor cuyos
apellidos siempre me sonaron como a mal
acentuados) me sucede como con Umberto Eco: me siento tratado como
lector inteligente (como el lector inteligente que posiblemente no soy,
también es cierto, pero siempre da gusto que te traten bien, somos
humanos). Por enésima vez vuelvo a "Bomarzo", pues releo más que leo,
quiero pensar que es indicio de lucidez (de la lucidez que tanto me
falta, posiblemente, en tantas otras facetas de mi vida).
Y "Bomarzo" es muy especial para mí: la historia de Pier Francesco Orsini, ese aparente monstruo que debe ganarse su derecho a ser considerado persona humana a fuerza de lucha (un jorobado en tiempos de búsqueda de la belleza: peccato!), pero que tiene tan interiorizada su condición de engendro que le cuesta mirarse al espejo. Inevitable sentirse junto al despreciado, grande Vicino Orsini. Con esa prosa señorial de Mujica Lainez (cuando todavía resuenan en mis oídos los ecos de la poesía y del saber estar de Antonio Parra, un gentiluomo molto italiano), es un placer para los sentidos adentrarse en la vida del creador del Sacro Bosco di Bomarzo (por cierto, no lejano de mi amada Roma, in provincia di Viterbo, la città dei Papi, donde aquel cónclave mítico).
Renacimiento, tiempos ensangrentados en los que el Tevere se tintaba en demasiadas ocasiones, pero también tiempos de búsqueda desesperada de la belleza, de Leonardo, de Michelangelo, de discípulos, de Caravaggios, de mecenas, de Cellini, de Vasari, de Firenze, de Roma... (Welles lo dejó caer en "El tercer hombre", en mítica injusticia de su cosecha, que no de Greene: cuatrocientos años de paz en Suiza habían dado el reloj de cuco, por cierto, de origen austríaco).
"Bomarzo". Maravillosa obra. Inmejorable compañía.
Y "Bomarzo" es muy especial para mí: la historia de Pier Francesco Orsini, ese aparente monstruo que debe ganarse su derecho a ser considerado persona humana a fuerza de lucha (un jorobado en tiempos de búsqueda de la belleza: peccato!), pero que tiene tan interiorizada su condición de engendro que le cuesta mirarse al espejo. Inevitable sentirse junto al despreciado, grande Vicino Orsini. Con esa prosa señorial de Mujica Lainez (cuando todavía resuenan en mis oídos los ecos de la poesía y del saber estar de Antonio Parra, un gentiluomo molto italiano), es un placer para los sentidos adentrarse en la vida del creador del Sacro Bosco di Bomarzo (por cierto, no lejano de mi amada Roma, in provincia di Viterbo, la città dei Papi, donde aquel cónclave mítico).
Renacimiento, tiempos ensangrentados en los que el Tevere se tintaba en demasiadas ocasiones, pero también tiempos de búsqueda desesperada de la belleza, de Leonardo, de Michelangelo, de discípulos, de Caravaggios, de mecenas, de Cellini, de Vasari, de Firenze, de Roma... (Welles lo dejó caer en "El tercer hombre", en mítica injusticia de su cosecha, que no de Greene: cuatrocientos años de paz en Suiza habían dado el reloj de cuco, por cierto, de origen austríaco).
"Bomarzo". Maravillosa obra. Inmejorable compañía.
Tiempos que vuelven con las lecturas, como olvidar Rayuela o Bomarzo, como decía Mujica la confusión del Boom: Boyuela y Ramarzo, los buenos tiempos de las lecturas siempre vuelven para demostrarnos que seguimos creciendo y disfrutando de los clásicos...Buena suerte amigo Antonio!!!
ResponderEliminarSin duda. Y... ¿sabes? Recordaba aquel premio compartido, esas Boyuela y Ramarzo que tanto han hecho por nosotros...
ResponderEliminarGracias, amigo Víctor, por ser y por estar. Hoy no podré acompañaros, pero... recibid muchos abrazos muy fuertes, y mi deseo de que 2015 nos dé más posibilidades de compartir buenos ratos creativos.