Ismael Serrano ha estado en Málaga, y me sigue pareciendo un músico muy sugerente. Es verdad, como me decía un amigo, que juega a ser el Serrat de sus comienzos, aunque sin ese bilingüismo tan rico del "noi del Poble Sec", pero tiene temas inolvidables.
Alguna vez escribí un texto sobre él, incluso lo he metido en este blog, si no me falla la memoria, pero creo que no está de más volver a repescarlo con la "ciber-caña". Sin duda, hoy cambiaría algo de la letra, pero... la música me sigue pareciendo propia.
CUANDO ISMAEL SERRANO NOS ENSEÑÓ CIENCIA POLÍTICA
Música y poesía van algunas veces de la mano, sobre esto no cabe duda, a pesar de lo que uno escucha cuando sale por las noches de juerga. Nadie en su sano juicio puede dudar de esta conexión si echa un vistazo a las letras de Jim Morrison, de Silvio Rodríguez, de Cohen, de Pablo Milanés, de Serrat, de Labordeta, de Sabina, ¡qué sé yo, de algunos otros!
A veces poesía y música se unen, también, a letras cargadas de contenido, y entonces esto sube enteros. Todo esto viene a cuento de que hoy quiero canturrear algo de Ismael Serrano. Me parece bueno este chico, tiene letras brillantes. Pero hay una canción suya que es como un Máster de Ciencia Política hecho verso, y por eso lo traigo aquí. Porque creo que había que decirlo y, como no sé si lo dijo alguien antes (seguro que sí: casi todo está dicho o escrito antes), pues ahora lo digo yo. La canción se titula "Papá cuéntame otra vez", y está incluida en su trabajo "Atrapados en azul". Es magistral, redonda, perfecta. Describe el 68 y todo lo que supuso como Sabina describe la inmediata postguerra española en "De purísima y oro" (canción incluida en 19 días y 500 noches y que es otro Máster de Ciencia Política).
Dice así: «Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito / de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo, / y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana, / y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda. / Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis / estropeando la vejez a oxidados dictadores, / y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona / en aquel mayo francés en los días de vino y rosas. / Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita / de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia, / y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo, / y cómo desde aquel día todo parece más feo. / Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada / y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada, / al final de la partida no pudisteis hacer nada, / y bajo los adoquines no había arena de playa. / Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba / se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas, / y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias, / pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza. / Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis, / qué lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París, / sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual: / las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más. / Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad. / Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam. / Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam. / Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam».
Cualquiera que tenga una cultura política más o menos digna le sacará un partidazo a la letra, a ver cómo le cuentas todo esto en dos minutos a los adolescentes que van persiguiendo "adolescentas" por los bares de copas (lo más noble que pueden hacer a esa edad) y que en Historia ya les pareció revolucionaria la llegada de Benedicto XVI, pues Juan Pablo II no era un Papa, sino el Papa.
No se puede decir más en menos palabras, ¡qué canción más sugerente, Serrano! ¿Recuerdan todo aquello? Yo lo recuerdo y no lo viví, señal de que me hago viejo: se es viejo cuando se tiene perfecto recuerdo de lo que nunca se vivió. Policía y manifestantes aquí y allá (en España menos: el Centinela de Occidente todavía regía los destinos de la Patria con su Espada en la mano, la Espada más limpia de Occidente, que dijo alguien), Rolling Stones (siguen todavía rodando), los primeros flequillos y minifaldas, Al vent (¿la cantaría «Ánsar» en esos círculos reducidos en los que también hablaba catalán, en aquella época en que necesitaba a Pujol para gobernar?), la Sorbona ocupada (con mi admirado Malraux ejerciendo de palanganero del General De Gaulle, ese dictador democrático o demócrata dictatorial), el Che (al que mataron en Bolivia y atraparon en la foto de Korda), debajo de los adoquines sigue estando la playa, y todo eso que se decía y que acabó en nada.
Pero, como termina Serrano, al final todo siguió más o menos igual. Mayo del 68 sirvió para asumir socialmente alguna cosita y para que aumentara la natalidad en febrero del 69, porque todas las revueltas siempre las terminamos igual, que no tenemos enmienda. Los rebeldes del 68 tomaron las riendas del mundo y se dedicaron a eso de la socialdemocracia, al social-liberalismo o se pasaron al otro bando (la otra acera siempre tiene más escaparates), y de vez en cuando todavía recuerdan, desde sus despachos profesionales, lo divertido que era llamar fascista a un policía o tirarse a alguna maoísta que estaba buenísima en algún portal del Barrio Latino.
Pero rápidamente deben cambiar el chip: les informa la secretaría de que la delegación japonesa que estaban esperando ya llegó. Bajan los pies de la mesa, se dirigen al espejo, se recolocan la corbata y se retocan la chaqueta. Ya están preparados para cerrar nuevas operaciones comerciales y nos despiden con algo de nostalgia, ¡éramos tan jóvenes!
Fue divertido mientras duró pero, como dijo De Gaulle a la vuelta de su enigmático viaje a sus cuarteles de primavera, «se acabó el recreo». «Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis, / qué lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París, / sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual: / las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más. / Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad. / Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam».
Con esta canción, Ismael Serrano, además de darnos carnaza para canturrear, nos enseñó Ciencia Política.