viernes, 11 de octubre de 2019

LITERATURA ÚTIL

Se publica en el número 5 de "Oropeles y guiñapos" mi relato "Literatura útil". Compruebo que no se han respetado los espacios que fijé para separar las diversas partes y, por tanto, resultará más complicado entenderlo en papel. 
Decidido: a partir de ahora pondré estrellitas para separar los cambios de plano en mis relatos. A lo mejor es lo que soy yo: una estrellita que intenta cambiar de plano, cuando toca, en el relato de la vida.

https://www.fundacionalambique.org/images/stories/oropeles5/revistaoropeles5.pdf



LITERATURA ÚTIL


Antonio J. Quesada

Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
Y así, entre tan socorridos Escila y Caribdis, organicé mi vida. Y no me fue mal, con ello, pues con ello hice carrera en la Universidad. Con ello hice mi Tesis Doctoral. Con ello preparé ponencias y/o comunicaciones para muchos Congresos. Con ello diseñé multitud de capítulos de libro. Con ello escribí artículos en revistas de impacto, de esas revistas que tanto gustan a las agencias de calidad para conceder sus acreditaciones a los profesores universitarios. Con ello dirigí cursos de verano, gracias también a los contactos oportunos (“el que no tiene padrino, no se bautiza”: lo aprendí hace mucho tiempo). Con ello me fui acreditando para todas las figuras de Profesor de Universidad habidas y por haber, incluyendo la de Profesor Titular de Universidad. Con ello hice mi ejercicio de titularidad. Con ello sigo mi camino firme con la mirada puesta en la acreditación para Catedrático. Con ello prepararé mi ejercicio de Cátedra, cuando me toque. Con ello pasearé mi Cátedra por España y resto del mundo, generalmente subvencionado por las Administraciones Públicas. Con ello.
La Universidad es(tá) así. Tengo una compañera que hace lo mismo que yo he hecho con la literatura y el compromiso, pero con la visión de género como “leitmotiv académico”. A ella le dan premios, y todo. Y ahí andamos los dos, a ver quién se convierte antes en Catedrático o Catedrática.
Es relativamente fácil trabajar así, cuando tienes la soltura necesaria y los contactos imprescindibles para divulgar lo que haces (“el que no tiene padrino, no se bautiza”: lo aprendí hace mucho tiempo): basta tener el oficio necesario para crear tu plantilla ideal (una especie de idea platónica de plantilla) y aplicarla a todo aquello que consideres susceptible de dar juego. ¿Algunos de mis títulos científicos? “La literatura comprometida de Mario Benedetti”. “La literatura comprometida de Manuel Vázquez Montalbán”. “La literatura comprometida de Rafael Alberti”. “La literatura comprometida de Vladimir Mayakovski”. “La literatura comprometida de Eduardo Galeano”. “La literatura comprometida de Jean-Paul Sartre”. Así con todo: teniendo una buena plantilla, es coser y cantar. “La literatura comprometida de Perico el de los Palotes”. Sí. Y, debo confesarlo, no me va nada mal en la vida. Estoy muy comprometido con la literatura comprometida: me va todo en ello.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
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Me habían hablado de los cuentos de Julio Ramón Ribeyro, pero nunca me había acercado a ellos. Decían que eran excelentes, pero el autor no me parecía lo suficientemente comprometido, por lo que difícilmente podrían servirme en mi trabajo. Por tanto, ¿merecía la pena perder tiempo con él? Ni para el trabajito anual, de cara al sexenio, podía servirme Ribeyro, seguramente.
Pese a ello, todavía no sé por qué, me interesé por mirar “La palabra del mudo”, publicado por Seix Barral en el año 2010. Supongo que, en último término, pensé que podría serme útil, de alguna manera. Ya intentaría arañar para algo, aunque fuese para una comunicación de algún congresillo en el que me pagaran el viaje y el hotel.
Siendo peruano, el tal Ribeyro, seguro que si uno rascaba terminaba saliendo algo conectado con el indigenismo o el compromiso político. Y, entonces, ya era cuestión de meter la plantilla y… viento en popa a toda vela: empezar a construir “La literatura comprometida de Julio Ramón Ribeyro”.

Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
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Acaba de acreditarse como Catedrática de Universidad, mi compañera. Al final, ella llegó antes. Yo llegaré, lo sé, pero tardaré algo más. Tampoco demasiado.
Era lógico, que llegara antes que yo: mi tema rinde, pero el suyo vende más, todavía. Mi compañera acaba de acreditarse como Catedrática de Universidad.
Literatura útil. Literatura comprometida. Literatura comprometida. Literatura útil.
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Llevaba aquella tarde el libro de Ribeyro en la mano. Realmente son muy buenos los cuentos, pero iba a devolver el libro a la biblioteca: a mí aquello no me servía para nada.
Caminaba pensando en mis cosas (en las palabras feas que un compañero de Departamento iba diciendo sobre mí por ahí, en los próximos sexenios, en el reciente quinquenio reconocido…) cuando un joven me abordó con una navaja, en plena calle. Que le diera lo que llevaba o terminaría mal, creo que dijo. Me quedé sorprendido y paralizado, y todavía no sé de dónde saqué la sangre fría necesaria para, haciendo como que buscaba la cartera, darle un puñetazo monumental con el libro de Ribeyro, en plena cara. 1035 páginas numeradas (y otras sin numerar) que impactaron en la mejilla izquierda del muchacho y provocaron una caída al suelo inapelable, como sucede en los combates de boxeo cuando uno de los púgiles lanza el golpe definitivo y el otro cae a la lona como si fuese un saco. La navaja salió rodando por alguna parte y él, como digo, cayó a plomo. Me quedé paralizado, mirándole, y estaba a punto de salir corriendo, para evitar posibles represalias, cuando comprobé, no sin cierta sorpresa, que se levantaba a toda prisa y, llevándose las manos a la dolorida mejilla, huía a toda velocidad en la dirección por la que vino. Olvidando, incluso, su navaja, y visiblemente aturdido.
En la calle me aplaudían. Yo era un héroe. No quise deshacer el error, pues salí muy bien parado de esta historia y a nadie le molesta que le tengan por héroe.
Agradecí los aplausos a la multitud y seguí mi camino para devolver el libro de Ribeyro, pues no me serviría para nada en la vida.
Pero llegué a la innegable conclusión de que, aquella tarde, Ribeyro también fue literatura útil.


2 comentarios:

  1. Queda demostrado que hasta el papel de un libro inútil resulta siendo útil, y más si pesa lo que abultan 1035 páginas numeradas, y otras más sin numerar.

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  2. Aquí todo es aprovechable, no te quepa duda... jejeje. ¡Abrazos!

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