Cuando uno necesita huir y no puede, es sabido, no queda más que recurrir a los diversos Tiffany mentales. Porque los paraísos artificiales no deben faltarnos, tal y como está el patio. Y cada uno tiene los suyos, es obvio.
Hoy, por ejemplo, me voy para Campo de'Fiori. ¡Tantos bellos recuerdos, por allí! Mercadillo diurno-vida nocturna, tienda de jabones que, con el tiempo, abriría también en la malagueña Calle Nueva algo así, helados tirando para Farnese, la inolvidable Via Giulia, callejones de artesanos, tavola-calda, basura con estilo y puestos de libros callejeros, Via di Monserrato (¡ay, Alberti y la Iglesia española!). No lejos, es sabido, Chiesa Nuova, Navona, Largo Argentina, y tantos y tantos sitios...
La imagen que rescato, con Bruno dándonos la espalda, nos muestra un nasone cómplice que más de una vez me ayudó a saciar la sed, y una calleja orientada hacia una librería de viejo que me tenía engatusado (aunque salí más veces sin libro que con libro: había que volver por el aire, y en los aeropuertos se ponen como tirando a exigentes con la cosa del peso).
Bueno, ya hice el paréntesis: me he arrancado una sonrisa nostálgica y una ensoñación inolvidable. Ahora, a seguir moviendo papeles con la nariz en el despacho. No queda otra.
Hoy, por ejemplo, me voy para Campo de'Fiori. ¡Tantos bellos recuerdos, por allí! Mercadillo diurno-vida nocturna, tienda de jabones que, con el tiempo, abriría también en la malagueña Calle Nueva algo así, helados tirando para Farnese, la inolvidable Via Giulia, callejones de artesanos, tavola-calda, basura con estilo y puestos de libros callejeros, Via di Monserrato (¡ay, Alberti y la Iglesia española!). No lejos, es sabido, Chiesa Nuova, Navona, Largo Argentina, y tantos y tantos sitios...
La imagen que rescato, con Bruno dándonos la espalda, nos muestra un nasone cómplice que más de una vez me ayudó a saciar la sed, y una calleja orientada hacia una librería de viejo que me tenía engatusado (aunque salí más veces sin libro que con libro: había que volver por el aire, y en los aeropuertos se ponen como tirando a exigentes con la cosa del peso).
Bueno, ya hice el paréntesis: me he arrancado una sonrisa nostálgica y una ensoñación inolvidable. Ahora, a seguir moviendo papeles con la nariz en el despacho. No queda otra.
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