jueves, 10 de mayo de 2018

INTRODUCCIÓN A "BLOC DE NOTAS POÉTICAS", DE FRANCISCO MIGUEL LÓPEZ JIMÉNEZ


INTRODUCCIÓN

 

La publicación de un libro de poesía es, de entrada, una buena noticia. Basta con mirar hacia los lados para concluir que la armonía y la belleza no suelen ser nuestras compañeras de viaje, en condiciones normales, durante nuestro trayecto por este planeta mal llamado “mundo”. Por tanto, el primer sentimiento ante esta bella anomalía que tiene entre manos, amable lector, debe ser de alegría.

Cuando el libro es fruto de la actividad poética de un creador con la trayectoria de Francisco Miguel López Jiménez la alegría es todavía mayor. Francisco Miguel es un creador que nos ha regalado obras de diferente tipo, y hoy presenta un nuevo texto poético. Francisco Miguel no es un jovencito deseoso de publicar sus primeros poemas, sino un creador maduro que sabe que los textos deben ser escritos pero, además, deben reposar el tiempo necesario. Y eso es lo que sucede con bastantes de los textos recopilados en este libro, con casi treinta años a la espalda, en algunos casos (pienso en “Intérprete”, “El vuelo de una gaviota” o “Donde habitan gaviotas”, por ejemplo). Me atrae este hecho y quiero destacarlo: desde mi personal punto de vista, los textos deben ser escritos y deben reposar, dormir un tiempo, para tomar su verdadero cuerpo o no tomarlo nunca (y, en tal caso, es mejor dejarlos en aquel cajón, que todos los creadores conocemos, “donde habite el olvido”). El creador principiante (por edad o por espíritu) suele desear que hasta el último suspiro que sale de su pluma sea conocido por todas las esquinas de este planeta más o menos redondo, y eso no es bueno. Pero el que esté libre de pecado que tire la primera piedra: esta convicción se asume con el tiempo. Francisco Miguel demuestra en esta cuestión una madurez como creador digna de ser destacada.

 

Al iniciar la lectura del texto, el lector se encuentra con que dicho texto es una suerte de diario, referido a personas, cuya intención se explica en las palabras iniciales del propio autor. Estamos ante una especie de álbum de fotos poético, y eso puede ser un arma de doble filo. Por una parte, que un creador, un Dios en todo caso (que crea desde la Nada, como hizo Dios, según nos han contado siempre), generalmente un egocéntrico, un narciso, se acuerde de otras personas que no son él es ya un gran paso (“yo, yo, yo, yo, considero, estimo, ya he dejado por escrito…”: ¿acaso no les suenan esas frases en boca de más de un poeta o intelectual?). Francisco Miguel dedica atención a otras personas, es generoso: ¿se le puede pedir más a Dios? Sin duda es consciente, como él mismo incluye en dos de los poemas (“Tras el vacío de la muerte”, dedicado a Miguel Gómez, y “Desde ayer hasta mañana”, dedicado a “Carlos Mayorga, in memoriam”), de que “no es la muerte quien nos muere / es el olvido quien nos mata”. Generoso Poeta, que no quiere olvidar a estas personas que encontró por el camino y que le han marcado.

Aunque, por otra parte, la vertiente negativa para el lector es que dicho lector puede perder elementos de interpretación a la hora de enfrentarse a la lectura de cada poema, pues si no conoce a la persona a la que se dedica el texto o la complicidad o anécdota subyacentes, la interpretación de ese texto puede resultarle más compleja.

Merece la pena asumir ese riesgo (presente en todo caso, por otra parte): la lectura de este “Bloc de notas poéticas” es agradable, amena y creativa, y como generalmente los homenajeados son personas del mundo de la cultura (no todos, pero por aquí tenemos a personas conocidas y queridas como Adela Campos Montañez, Juan Carlos Martínez Manzano, Fernando de Villena, Isabel Romero, Inés María Guzmán, Antonio Romero Márquez, Miguel Gómez o Salvador López Becerra, entre otros), el imaginario puede ser más próximo al lector. En todo caso no siempre es así, pues Francisco Miguel dedica sus versos a quien con él va, porque seguramente él no canta su canción sino a quien con él va. Y hace bien. Pertenezca al mundo creativo o no. Sea conocido o no lo sea. El poeta no se fija en dichos accidentes del camino, y hace muy bien.

 

La lectura, por tanto, se convierte en una delicia, en un camino que vamos haciendo con Francisco Miguel y en el que el poeta dedica la palabra exacta a cada compañero de este viaje. A cada uno según su relación. Suena como a máxima jurídica, con la solidez de un principio justinianeo, pero no deja de ser una metodología práctica que resulta agradable para un lector que modula en cada poema ese trasfondo personal subyacente.

No debo extenderme más. De un libro de poesía hablan sus poemas, no el texto previo: conocí a una sabia profesora de Literatura que, cuando leía un libro por primera vez, siempre y en todo caso lo hacía obviando las posibles introducciones, prólogos o como se llamase a aquellas páginas que alguien colocaba por delante del libro. “Para no sufrir interferencias”, me decía.

No sé si es correcto o no, pero sí soy un convencido de que estos textos introductorios no deben eclipsar al verdadero rey de esta fiesta, que es el libro en sí. El conjunto de poemas de Francisco Miguel. Siempre lo tengo muy en cuenta: si algún día me convierto en el “hombre del tiempo” jamás se me ocurrirá tapar el mapa a los televidentes durante mis explicaciones. Yo soy un simple introductor, que como mucho hará más fácil entender ese mapa. Pero lo importante, aquí, es el mapa.

 

Lo importante, aquí, es el bello texto de Francisco Miguel. No lo demoren más: adéntrense inmediatamente. Merece la pena.

 

Antonio J. Quesada

(Málaga, Navidades de 2015)

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