LX AÑOS SIN LEOPOLDO PANERO
Antonio J. Quesada
Profesor Titular Universidad de
Málaga
El 27 de agosto es una
fecha marcada en el calendario por todos los amantes de la obra de los grandes
poetas de la Familia Panero y/o de Astorga: el 27 de agosto de 1962 fallecía
Leopoldo Panero. Estamos en 2022: este año, por tanto, se cumplen sesenta años
de su muerte. Las cifras redondas siempre resultan sugerentes (no lo conectaré
con redondeces corporales porque no están los tiempos para líos), y puede uno
sentarse en el camino y meditar sobre la causa de la efeméride, en actitud arrebatadoramente
machadiana.
Me da la impresión de que
Leopoldo Panero es uno de los escritores más maltratados de la Literatura
española (también lo fue su buen amigo Luis Rosales, por otras razones más que
conocidas). “Demasiado castigo”, repetía Javier Huerta Calvo en un excelente
trabajo sobre su poesía, y llevaba razón. A Leopoldo le han pasado muchas
facturas, y sin embargo en el “haber” no se le computan tantos otros méritos
también existentes. La simplificación que se hace de la imagen de Leopoldo
Panero es irritante, y si eso sucede en la calle, algo que podría ser incluso
razonable (pues en la calle se consumen los menús precocinados preparados y
servidos por editoriales, periódicos, canales de televisión y todo eso, y la
imagen de Leopoldo que difunden es la que es), resulta menos comprensible que
también se divulgue desde bastantes Universidades y centros de investigación
(aunque, cuando uno conoce cómo funcionan los Departamentos Universitarios y
las Universidades, ya no se escandaliza de nada). Y aunque seamos algunos los
que reivindiquemos que a un Poeta hay que valorarle por sus versos, y no por
sus ideas políticas (del mismo modo en que a un Alcalde se le valora por sus
actividades políticas, no por sus sonetos), la batalla está prácticamente
perdida. Duele: a los que amamos las palabras como fin nos fastidia aquella
frase de que “una imagen vale más que mil palabras”, pero… por desgracia la
vida nos enseña que es dolorosamente cierta. Y Leopoldo Panero siempre será ese
ausente de “El desencanto” (obra maestra del cine español, pero de la que hay
mucha tela que cortar, por eso luzco buenas tijeras en conferencias y capítulos
científicos de sesudos libros), esa figura empaquetada y atada que es aludida y
criticada en la película y que no puede defenderse, como aquellos personajes de
Sartre que nos enseñaron que el infierno eran los otros.
Si quieres triunfar en
Literatura no te pelees con la izquierda, aseguran que afirmaba Alejo
Carpentier, y por desgracia es otro mantra que tiene mucho de real. Si
quisiéramos que Leopoldo Panero pasara un examen de progresismo, pues hay que
estar del lado bueno de la Historia o vas mal, podríamos alegar datos como los
que siguen. Siéntense y lean, que todo esto que enumero es real: a) el
Continental de Vicente Aleixandre invitándole a celebrar con él y con Cernuda
la llegada de la II República, el 14 de abril de 1931; b) su romance publicado
en el “Faro Astorgano” en homenaje a los héroes de la sublevación de Jaca
(4-5-1931); c) su estancia matritense durante el periodo republicano y su labor
cultural de aquellos años; d) su relación con Luis Cernuda (antes de la guerra
y en Londres, después de la guerra); e) su colaboración poética en el primer
número de “Caballo verde para la poesía”, revista de su entonces amigo Pablo Neruda;
f) su pasión por César Vallejo, a quien lleva a Astorga durante unas Navidades;
g) su insignia de plata con la hoz y el martillo en la solapa; h) su anglofilia
durante la Segunda Guerra Mundial (tal y como pudo comprobar el Agregado
Cultural alemán Sifauer en Madrid); i) su cercanía con el Socorro Rojo
Internacional; j) su casi fusilamiento por el bando nacional durante la guerra;
k) su reivindicación de poetas como Miguel Hernández, García Lorca, Antonio
Machado, Miguel de Unamuno, Jorge Guillén, en tiempos en los que el “Centinela
de Occidente” ejercía también de crítico literario, con lo que ello conllevaba.
Etcétera. Datos biográficos, todo los citados, que no suelen ser valorados por
quienes entienden que Leopoldo Panero era el poeta oficial del franquismo,
autor del “Canto Personal” y figura criticada por tierra, mar y aire en “El
desencanto”: Se acabó el debate.
“No es esto, no es esto”.
No. No puede ser esto. Ya lo he dejado por escrito, en libros científicos y
trabajos en prensa: mucha culpa de esta situación que vive Leopoldo después de
muerto la tiene “El desencanto”, la magistral película de Chávarri que tanto
daño provocó, dicho sea de paso. Creo que “El desencanto” era, en realidad,
“Los desencantos”: el de Chávarri, el de Querejeta, el de Felicidad Blanc, el
de Leopoldo María, el de Juan Luis y el de Michi. Cada uno hacía su guerra: unas
guerras que, adecuadamente ensambladas, y gracias a la brillantez, atractivo y
encanto de los protagonistas (y al buen hacer técnico de los hacedores de la
película), dio a luz a un producto audiovisual de gran potencia e impacto. Y si
para hablar de Leopoldo Panero tomamos solamente una parte y asumimos como
verdad oficial el juego de espejos (algunos trucados) puesto en marcha
magistralmente en una película brillante, mal vamos. Sin ser conscientes (o
siéndolo, ¡ay!) de que una obra creativa como puede ser una película debe
interpretarse como lo que es, como corresponde a una obra creativa, y no como
un Acta Notarial en el que un serio señor vestido de gris certifica esto y lo
otro.
Hay que resituar a
Leopoldo Panero. Hay que leer a Leopoldo Panero: sus versos son su mejor
tarjeta de presentación. Los versos de un poeta nunca suficientemente valorado.
En estas fechas, cuando recordamos este aniversario, es buen momento para
releer sus textos poéticos. Disfrutemos de sus versos. El resto… es prosa.
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